miércoles, 15 de febrero de 2017

CARLOS E. AGUILERA A., S.O.S, CARTA DEMOCRÁTICA INTERAMERICANA

OJOS DEL MUNDO SOBRE VENEZUELA

El abuso del poder por parte del régimen que preside Nicolás Maduro, pone de manifiesto la violación consuetudinaria de los más elementales principios democráticos, como la pretensión de desconocer a la Asamblea Nacional, que ha servido de pretexto para que el Tribunal Supremo de Justicia (¿), actúe en nombre del Parlamento, afectando sin escrúpulo de ninguna naturaleza el proceso político institucional del país, lo cual genera indignación,  impotencia e indefensión frente a tantas barbaridades y atropellos, de los que no se salva ni la propia Constitución Nacional.

La flagrante y recurrente violación de la Carta Magna tiene visos inusitados que el régimen de Maduro exhibe como normal, pero constituye sin lugar a dudas un peligroso síndrome, que no es otra cosa que una severa crisis de conciencia, fenómeno psicosocial e ideológico, que lo ha llevado a realizar actos que el país viene reclamando, tales como el destape de la corrupción, el gasto de los recursos públicos sin rendición de cuenta ante la Asamblea Nacional, entre otros tantos, los cuales el país observa entre incrédulo, estupefacto y desengañado, sin que existan las debidas sanciones contra quienes han burlado la buena fe y confianza de un pueblo, cansado de tanta abulia, abusos y humillaciones.

Estos predicadores del populismo endémico y defensores de la “justicia social” han perpetrado tanto abuso que PDVSA, otrora empresa estatal petrolera orgullo de los venezolanos, se ha constituido en la caja chica del régimen,  y por desgracia en el foco infectante de corrupción en la que algunos funcionarios han acumulado inmensas fortunas, sin que se apliquen los correctivos pertinentes y se juzgue a sus autores, como es el caso de los directivos denunciados por el diputado Carlos Andrés Michelangeli, quien señaló que la captura llevada a cabo en fecha reciente fecha por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgdim), en el estado Anzoátegui es tardía, ya que por años se ha solicitado investigar a los gerentes de la petrolera: Director adjunto de Producción de la Faja Petrolífera del Orinoco; Gerente de la División Ayacucho, ubicada en Campo Norte de San Tome y el Gerente Ejecutivo de la Faja Petrolífera.

De nada ha servido a la Fiscalía General de Venezuela, Contraloría General y demás órganos competentes del país,  que los empresarios venezolanos detenidos en Estados Unidos, Juan José Hernández Comerma y Charles Quintard Beech III,  se hayan declarado culpables de haber participado en un esquema de sobornos para obtener contratos de Petróleos de Venezuela, al mismo tiempo que acordaron suministrar información a la Fiscalía de Texas, en donde serán sentenciados el 14 de julio del presente año, según  información ofrecida por la Corte del Distrito Sur de esa ciudad.

El caso Odebrecht, al que nos referimos en anterior columna, con detalles sobre las investigaciones que realizan en las otras 8 naciones latinoamericanas, en los que la empresa constructora brasileña realizó contratos, en nuestro país, el régimen guarda el más absoluto silencio. Maduro solo manifestó que las obras serán concluidas, pero en ningún momento hizo referencia acerca del soborno recibido por funcionarios del régimen chavista-madurista, que según cifras aportadas por autoridades gubernamentales de los Estados Unidos, en Venezuela  supera el orden de los 98 millones de dólares. El cólera de la corrupción alcanzó la médula del cuerpo gubernamental del régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano.

Preconiza Maduro sobre la genuina democracia participativa que exhibe su gobierno, pero a menudo se observa en las acciones que ejecuta, su talante nada democrático, afianzado por lo que en la jerga populista la ha dado en denominar el gobierno “cívico-militar”, en el que juegan papel preponderante los militares. A tal extremo, que el Ministro de Defensa, Padrino López, devenido en actor político, expresó sin más ni más: “Exigir elecciones es un plan desestabilizador”, agregando luego que “La constante presión geopolítica, ejercida por países imperialistas para garantizar el control de nuestra patria por cualquier medio, usando como pretexto la restauración de los derechos humanos, la democracia, las libertades públicas, la liberación de presos políticos, el derecho al voto, entre otras, buscan desprestigiar al gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro Moros y dar un viraje al proceso revolucionario”. Esto lo afirmó ante miembros del alto mando militar y comandantes de guarniciones, reunidos en el auditorio de Fuerte Tiuna.

Y por si fuera poco, Diosdado Cabello, el segundo hombre fuerte del régimen y del partido socialista unido de Venezuela (PSUV), sin empacho alguno y con el mazo en la mano expresó con tono cuartelero, cual sargento de tropa: “Siempre le hemos hablado con la verdad a la oposición, le dijimos que no habría elecciones y no habrá elecciones de ningún tipo, le dijimos que Maduro no se iba y aquí sigue mandando el presidente”.

Esta triste situación que vivimos los venezolanos por fin ha comenzado a despertar la conciencia de muchos países y organismos internacionales, entre otros la Cámara de Diputados de Chile  que aprobó un documento para pedir a la Organización de Estados Americanos (OEA), la activación de los artículos 20 y 21 de la Carta Democrática Interamericana, la misma que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro solicitó hace varias semanas, y que en días recientes exigió apurar su aplicación, pues según  sus propias palabras: “la situación en Venezuela llegó a su límite”.

La Carta Democrática Interamericana es un mecanismo que se aplica en el caso de que se produjera una ruptura del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un gobierno democráticamente electo, en cualquiera de los Estados miembros de la organización. Venezuela es uno de ellos. Con la activación de la Carta Democrática Interamericana se puede acordar la suspensión temporal del Estado Miembro, del ejercicio de su derecho de participación en la OEA. Para que ello se materialice se requiere del voto de los dos tercios de los Estados que conforman la Organización (34 países).

Para Maduro y su pléyade de camaradas, la aplicación de la Carta Democrática Interamericana sería una injerencia en los asuntos internos del país, por lo que en sus populistas discursos (¿) refiere que la oposición solo pretende que fuerzas militares extranjeras invadan al país, cosa totalmente incierta porque la intervención extranjera directa (Cascos azules u otras fuerzas) no está prevista en ninguno de los contenidos de la Carta Democrática, ya que eso iría en contra de los principios de no intervención, soberanía e independencia de los Estados, fundamentos que rigen el espíritu de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (Art.3). Pero, la aprobación de una resolución por parte de una Asamblea General de la OEA, condenando el comportamiento antidemocrático del gobierno de Maduro, representaría un triunfo para los sectores democráticos.

Asimismo, la exclusión del sistema interamericano limitaría la capacidad de acción del régimen madurista, y este internacionalmente se encontraría igualmente aislado y en entredicha su gestión administrativa. La aplicación de las sanciones previstas en la Carta Democrática representa un activo moral para los sectores de oposición.

En materia internacional, ante una alteración del orden constitucional, cualquier Estado miembro de la OEA o su secretario general pueden solicitar la convocatoria del Consejo Permanente para analizar la situación y adoptar las decisiones diplomáticas o de buenos oficios que se estimen convenientes, a fin de promover la normalización de la situación alterada.

Señores del mundo, hermanos de Latinoamérica, Venezuela enfrenta una gravísima situación que está generando un éxodo jamás visto de hombres, mujeres y niños en busca de nuevos horizontes, cuya cifra sobrepasa de los dos millones y medio, aunado a una emergencia alimentaria y de medicinas, amén de la corrupción, inseguridad y nepotismo que impera en el régimen de Maduro. La aplicación de la Carta Democrática Interamericana es el salvavidas de un país en ruinas, aquejado de todos los males económicos, políticos, sociales y militares.

Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela

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