FORMATO DEL FUTURO...
" Yo sigo la carrera de las armas sólo para obtener el honor que
ellas dan: por libertar a mi patria, y por merecer la bendición de mi
pueblo." Simón Bolívar.
No han transcurrido los dos primeros dos meses del 2017. Y apenas 50
días han sido suficientes para cambiarles la agenda a los venezolanos. Eso,
evidentemente, es el anticipo de un año que presagia tempestades. Pero ¿para
quién?. ¿Para quiénes?
De hecho, febrero, el histórico siempre agitado segundo mes de cada año
en Venezuela, en esta oportunidad le ha servido de marco referencial para que
los actores del devenir político, económico y social, entiendan que su
desempeño será exigente y comprometedor.
Si no fuera así, nadie entendería a qué se debe que, con la agenda
agitada, muchos insistan en afirmar que vivir en Venezuela es como estar
montado en uno de esos sistemas mecánicos de distracción llamados montañas rusas. ¿Porque suben y bajan y no se
sabe si se detendrán alguna vez?. ¿Porque allí sólo suben los que se
autodenominan valientes, mientras los que no confiesan su condición ante
semejante reto prefieren guardar silencio y vivir el momento de temor?. Todo es
posible. Aunque, al final, valientes o no valientes, lo que desean en el fondo
de su curiosa forma de distraerse, es que esa pesadilla termine.
La diferencia para quienes se saben formar parte de esa curiosa forma de
distracción, es obvia. En la montaña rusa, hay un comienzo y un final
determinado por una estructura mecánica que fue ideada en atención a un
objetivo de envidiable ingeniería. En Venezuela, el comienzo del día se
supedita a la presunción de que concluirá. Sin embargo, nadie se atreve a
definir de qué manera. Porque el primer paso debe darse con la encomienda a
Dios de que permita salir y regresar, y si es sano y a salvo, mucho mejor.
El segundo paso es la dependencia de un influyente entorno sobrecargado
de rumores, como de pronósticos de todo tipo. Asimismo, de múltiples
acontecimientos de todo tipo. Y que
pueden ser de la indisponibilidad de servicio eléctrico o de agua, o de agua
sobrecargada de evidencias de alta contaminación. ¿Y cómo saberlo?. Los
especialistas consideran que basta con asociar agua indebidamente potabilizada,
con la ya rutinaria detección de más y más epidemias. Es decir, de serias
causas de más o de reencauchadas enfermedades que la ciudadanía sabe que
existen, porque las viven y sufren, mientras que las autoridades las niegan,
rechazan y a su recurrente cita le atribuyen un desempeño desestabilizador.
Lo cierto es que Venezuela, entre apreciaciones, impresiones y certezas,
avanza en el 2017 inmersa en un ambiente no precisamente natural ni normal; sí
de exigente cambio en el enfoque de su desenvolvimiento, como en la
multiplicidad de situaciones que plantean la urgente evaluación de qué hacer,
cómo hacerlo, porque, de lo contrario, habría que admitir lo que describen
reseñas periodísticas fuera del territorio. Ellas destacan que los venezolanos
parecieran ser los únicos habitantes del continente que actúan condicionados
sumisamente y en obediencia, en un
ambiente de incertidumbre y de angustia permanente.
Lo demuestra, entre otros hechos, la casi disposición dócil de “compartir” vida con la
diaria aparición de unos y de otros escándalos, vistos como hechos rutinarios,
cuando su sola composición obliga, al menos, a analizarlos, debatirlos y hasta
confrontarlos, si ese fuera el caso. Es así como gobernantes y gobernados lucen hermanados, o asociados en una especie
de comandita en la que la complicidad impone su señorío.
De no ser así, otra sería la actitud -aunque fuera sólo por impulso
moral y ético- ante casos como el mega-escándalo internacional liderado por la
brasilera corporación privada 0derbrecht. En ese componente que desteje la
madeja de un violento escándalo empresarial de corrupción de altos quilates mundiales,
y en el que Venezuela sobresale como figura por su renombre asociado a sobornos y corruptelas de
alta y baja monta, la voz reparadora o de sometimiento al acto de reparación,
nadie la escucha.
Inclusive, la mayoría de los países de la región que aparecen citados
como miembros de la lista que los coloca en posición abierta para conocimiento
del mundo, ya dieron pasos concretos alrededor de la importancia de liberarse
de la acusación de cómplices o de encubridores. Entre muchos posibles
responsables, se citan expresidentes y personalidades denunciadas en procesos
de averiguación. Algunos son ampliamente conocidos. 0tros lo están siendo a
partir de su sola mención, más allá de lo que acaba de suceder en Brasil con la
reunión de fiscales de los países citados, mencionados o seriamente
comprometidos.
En Venezuela, sin embargo, la unidad mecánica de la montaña rusa
criolla va cuesta abajo, y el evidente
escándalo es minimizado por otro no menos importante –y grave-como es aquel que
se ha dado a conocer en los Estados Unidos, y el cual se posa sobre la propia
imagen de la República, después que un alto Despacho norteamericano, es decir,
de la nación más poderosa del orbe, de "El Imperio", como lo llama
interesadamente el Gobierno venezolano, acusa al novel Vicepresidente Ejecutivo de la
República Bolivariana de Venezuela de
estar supuestamente relacionado con
serios hechos delictivos. Y los enumeran así: narcotráfico, blanqueo de
capitales, conexión con grupos terroristas internacionales, concesión ilícita
de pasaportes venezolanos a extranjeros, propietario de varias compañías
nacionales e internacionales de dudosos manejos, etc, etc.
Desde luego, los venezolanos desearían que todo eso respondiera a una
malsana manera de propagar falsas acusaciones. No obstante, la sociedad
reacciona con desconcierto, de la misma manera que sucedería si el mal servicio
eléctrico dejara a la montaña rusa sin posibilidad de desplazamiento, cuando la
solidaridad gubernamental se manifiesta distinto a lo que se esperaría.
La solidaridad tendría que plantearse demostrando inocencia, nunca
descalificando al acusador y satanizándolo, a la vez que se decide involucrar a
medios internacionales de comunicación,
por el hecho de difundir lo que, desde luego, no deja de ser una noticia de alcance global. Esta última acción, en un país en donde la
libertad de expresión y el derecho a la información, aun siendo derechos
humanos universales, vienen siendo golpeados de manera inclemente desde hace
más de una década, sólo incrementa la duda y fortalece las suspicacias.
0 en su defecto, si la solidaridad priva internamente como necesario
recurso de afianzamiento gubernamental, entonces, el Jefe de Estado debió haber separado del cargo temporalmente al alto
funcionario, para permitirle que se defienda y
aclare lo concerniente a los
hechos en los que se fundamenta la acusación. Y, de paso, ofrecerle todo el apoyo que necesite, hasta
demostrar su inocencia.
Lo que hoy es tema obligado entre los análisis institucionales del país,
como entre la propia ciudadanía que se queja de verse sacudida a diario con
escándalos tras escándalos, es que, en
ningún caso, el Presidente de la República, como máxima autoridad del país e imagen de todos
los venezolanos, debería haber comprometido
su majestad, y en forma
irrestricta, para emitir un aval público incondicional.
Ante esta seria y comprometedora acusación, la sociedad venezolana no se sintió involucrada ni comprometida,
mientras no se había formulado la citada expresión de solidaridad incondicional
de parte del Jefe de Estado. Porque, después de todo, las autoridades
norteamericanas no estaban emitiendo
acusaciones en contra de la sociedad venezolana. Es una acusación de carácter
personal que, al no ser aclarada, sí salpica a todos los habitantes, por igual.
Deben ser los tribunales nacionales e internacionales los llamados a
hacer posible que se administre justicia transparentemente. Y eso incluye,
desde luego, la posibilidad de demostrar inocencia, como de adjudicar
responsabilidades a quienes corresponda.
A los venezolanos ajenos al posible hecho que motiva la acusación, hoy
sólo les queda la posibilidad de ejercer su derecho a exigir que se sepa cuál
es la verdad. El que no la debe no la teme, reza una expresión popular. Y es al
acusado, a quien le corresponde
defenderse con valentía, hasta demostrar, si ese fuera el caso, que está siendo objeto de un injusto
tratamiento público mundial.
Desde luego, si eso no sucediera en esos términos, nadie, dentro y fuera
del país, podrá evitar que se mantenga activa una situación que enloda el
ya maltratado gentilicio de los ciudadanos venezolanos.
Al igual que en el desplazamiento en una montaña rusa, acusado y
ciudadanía injustamente maltratada no pueden ignorar que esta situación no puede
supeditarse a la posibilidad de que aparezca otro escándalo que lo minimice.
Hay que agarrarse fuerte de las alternativas institucionales que permiten
precisar en dónde está la verdad y quién miente. De igual manera, apretar los dientes cuando sea necesario, y cuidar el uso inteligente de las
expresiones públicas, sin desatender lo otro no menos importante: prepararse
para seguir el viaje de la vida, más allá de sentirse lanzados en otra bajada a
toda velocidad y con los ojos cerrados.
Después de todo, lo que la mayoría de los venezolanos añora, día y
noche, es que la unidad de
desplazamiento con todos ellos adentro no se descarrile, y que alguna vez
termine lo que, por momentos, pareciera no ser una pesadilla, es decir, los
escándalos. Porque mientras nada se aclare, la verdad, con medios o sin medios
de comunicación, siempre se impondrá.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Coordinador Nacional
de Independientes por el Progreso (IPP)
Gente
Miranda - Venezuela
Eviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314
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