VENTANA DE PAPEL
Cualquier análisis sobre tan grave dolencia política, da cuenta de una
flemática reticencia producida por la ceguera y sordera de quien cree tener
ganarlas todas. Además, abstraído de las realidades cuando comportan efectos
insidiosos. Porque no es posible aceptar, ni mucho menos adular, a quien en
conocimiento del clamor popular ante la avalancha de problemas de índole
estructural, no circunstancial, se aferra a pensar en lo contrario. Es decir,
que por incapaz o soberbio, no reconoce dificultades muchas de las cuales están
ante los ojos de cualquiera. Más, si se trata de la atención que debe prestar
un gobernante con responsabilidad en la conducción de una nación.
Es lo que está aconteciendo en Venezuela toda vez que ante la falta de
medicamentos y la carencia de alimentos, es decir de derechos constitucionales
vulnerados por la desobediencia abierta de quienes gobiernan, el pueblo cae en
una fase de depresión con la fuerza necesaria para arrastrar el país hacia
estadios de violencia peligrosamente acentuados.
Es, precisamente, lo que cuesta comprender. Sobre todo, cuando faltan
razones viables que justifiquen la conservación del poder por factores
enquistados sin más resultados que la pronunciación de una crisis de carácter
global. Esto conduce definitiva y compulsivamente, a que el país entre en una
situación de franca animadversión para luego caer en serios enfrentamientos
capaces de hundirlo a niveles freáticos de encarnada ebullición social. Ya la
economía perdió su asidero operacional. La sociedad, se degradó al extremo que
la anomia envolvió casi todas sus reacciones por lo que el desorden luce de
difícil control para una fuerza policial-militar contaminada por la corrupción
y la apatía de sus miembros.
El desarreglo venezolano, inspirado en revoluciones fracasadas,
representa otra manifestación más de cuando la avaricia por poder se convierte
en excusa para degradar la espiritualidad del hombre y colocarlo a merced de
las coyunturas. Por eso, las dictaduras terminan rompiéndose por dentro. Es
exactamente, lo que deriva de cualquier arribo al poder ganado sobre la
ignorancia política de un pueblo, además engañado. Será lo que resulta de una
¿imperturbable testarudez?
“Cuando se habla de una ciudad
sin ley, pudiera pensarse en lo que constituye una ciudad a la deriva. O sea, a
merced de los acontecimientos o circunstancias. Es en lo que se ha convertido
cualquier ciudad venezolana, luego de que el régimen ha buscado desarreglar
todo para que con el resultado de tan fatídica hazaña, pueda provocar la
regresión del país a tiempos del oscurantismo, la ignorancia y del ocultismo.
En ello converge el socialismo del siglo XXI”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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