DEL DISIMULO AL DESCARO
“Nunca dudes que un pequeño grupo
de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho son
los únicos que lo han logrado.” Margaret Mead
Particularmente pienso que resulta fastidioso y cansón, por repetitivo,
escribir sobre el mismo tema: la situación del país. Aunque se presentan
matices, esperanzadores unos, decepcionantes otros, es una realidad tan trágica
la que vivimos y sufrimos que es necesario volver sobre ella insistentemente.
El régimen se ensaña con su maldad, incompetencia y brutalidad; la oposición se
regodea en sus propios afanes políticos, mientras la población se resiente
porque las necesidades del día a día la mortifican, la desespera, la ahoga.
Es una situación muy propia de la novelística latinoamericana. El
régimen se defiende, se justifica permanentemente ante propios y extraños que
se manifiestan y critica la espantosa descomposición social y el desbarajuste
económico que ha habido en Venezuela bajo la conducción de la dupla más
vergonzosa en su historia republicana. La dirigencia opositora, a su vez,
espera porque “aquí va a pasar algo”, mientras el tiempo transcurre
inexorablemente, profundizando el desastre nacion.
A pesar de que los acontecimientos destructores de la moral y de la vida
material vienen ocurriendo y manteniendo en sobresalto permanente e
incertidumbre total al ciudadano venezolano, “aquí no pasa nada” exclama con
decepción y angustia el pueblo en las calles y en sus conversaciones
cotidianas.
El descaro oficial no tiene límites. Hemos pasado del Estado del
disimulo, del cual nos habló Cabrujas, al Estado del descaro. El Estado es lo
que yo, como caudillo o simple hombre de poder, determino que sea Estado. Ley
es lo que yo determino que es ley. El problema del canalla es que no sabe que
la libertad no sirve ni gusta de ser servida sino que busca contagiarse,
refiere Savater, y esto es válido para unos y otros. El contagio ha tardado,
pero llegará irremediablemente.
Los demócratas venezolanos tenemos pendientes las tres tareas que nos
encomendara el Dr. Oscar Arias, premio nobel de la paz. La primera de ellas es
superar el invierno de la corrupción; la segunda es sacudirse los miedos de la
democracia, y la tercera, es asumir como propio el renacer de la primavera de
la ética. Al cumplirlas estaremos satisfaciendo las ansias de libertad.
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
Zulia - Venezuela
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