Desde antes de navidad y
cuando se aproxima el final de 2018, las protestas por pernil se han
intensificado en todo la geografía nacional. Desde trancas en la avenida Juan
Bautista Arismendi en la isla de Margarita, hasta manifestaciones del sector 23
de Enero hacia el Palacio de Miraflores reclamando a Nicolás Maduro que el
susodicho pernil jamás llegó a sus mesas, a pesar que el presidente de la
República dijo hacia finales de octubre, "este año no vamos a fallar con
el pernil"¹, reconociendo que mintieron con semejante promesa en 2017,
resulta obvio que nuevamente la codiciada carne del plato navideño, que
supuestamente esta vez no faltaría en los hogares venezolanos, la realidad ha sido
muy distinta si nos atenemos que prácticamente todos los días de este diciembre
ha habido inconformidad pública y levantamientos populares exigiendo los
perniles.
Pero en sí misma, ¿qué
es la protesta del pernil? ¿Es acaso, una simple protesta que realiza la gente
por tal pernil? ¡No! Tenemos que señalar que semejantes protestas demuestran el
hambre que tiene una parte importante de la población, que curiosamente no sale
a protestar por libertad, derechos humanos, democracia, colapso de servicios
públicos, delincuencia, corrupción o hiperinflación, sino que implícitamente le
están diciendo al madurismo que su paciencia tal vez no está agotada en los
aspectos señalados, pero que precisamente es el estómago lo que les está
haciendo rebasar su "lealtad y tolerancia".
En tal sentido, cuando a
pesar de que algunos – cúpula madurista y opositores - dicen que esos
manifestantes son unos "pendejos", la verdad es que parte de esa
población muy pobre, también observa el cómo los jerarcas del gobierno aparecen
degustando sendos banquetes, mientras ellos son lanzados con todo y carnet de
la patria al destierro social del hambre y el desprecio, esperando que se les
olvide tal promesa del pernil, porque diciembre tendrá su fin, como lo afirmó
palabras más, palabras menos, a través de un audio un supuesto e inefable
viceministro de "alimentación", que aún no desmiente tales palabras²,
tal pragmatismo, si interpretamos a dicho "funcionario", sería algo
así como también decir, que esa gente sólo tendrá hambre en fechas de fin de
año, y luego, pues aunque sea le queda hurgar en la basura para no morir de
inanición.
Que veamos comunidades
en todos los estados del país protestando por el pernil, por cajas o bolsas de
alimentos, o por juguetes, o lleguemos a ver la aberración de que ahora hasta
el Ministerio del Poder Popular para Educación (MPPE) venda paquetes navideños
de comida pagando el "50% de inicial" y el otro 50% ser descontado
por nómina, cuando en algunos casos ni siquiera los trabajadores dependientes
de tal institución cobran ese 50% como quincena o semana de salario³, demuestra
la depauperación social y la miseria en que ha caído el pueblo de Venezuela,
cuando sus ingresos no les permiten ni siquiera comprar mínimos alimentos de
subsistencia. Esa es la realidad.
Las protestas del
pernil, aunadas con estas demagógicas políticas de vender comida a crédito a
los empleados públicos, y las llamadas cajas que distribuyen los llamados
Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), y que a su vez, por el
déficit que se presenta en que tales "políticas sociales" no están
alcanzando para satisfacer las necesidades de los sectores más
"vulnerables", como eufemísticamente le están llamando a la pobreza
crítica y la miseria, demuestra que estamos cada vez más cerca de una gran
conmoción social.
De hecho, que la compra
de un kilo de carne, un kilo de queso y un cartón de huevos, dupliquen o
tripliquen el monto de un salario mínimo, reconocido para esta fecha por el
propio madurismo según la tasa oficial en unos 7 dólares mensuales
aproximadamente⁴, son realidades que van minando la resistencia social de la
población, porque ni siquiera los mendrugos de dinero inorgánico otorgados en
"bonos", permiten satisfacer el hambre más allá de dos o tres días,
lo cual deja en evidencia que lo que ahora algunos denominan como protestas del
pernil, mañana serán las protestas por ese bono, o se multiplicarán las
protestas por ese Clap, hasta que finalmente un gobierno no podrá tener margen
de maniobra para atender los mínimos requerimientos de demagogia que han venido
haciendo con la población en los últimos años.
El madurismo viven
hablando idioteces de que Venezuela "no está sola" ¡Hipócritas! Si
China, Rusia y los turcos quisieran ayudar a Venezuela, entre los tres países
prestarían al régimen neototalitario unos 100 mil millones de dólares para
estabilizar la economía, pero la verdad es que éstos jamás harán semejante
acción multilateral, y los únicos recursos que están enviando son para sus
propias empresas que están explotando una decadente producción petrolera, así
como el oro que encuentran en el sur de Bolívar destruyendo nuestra naturaleza.
La neodictadura de
Maduro está contra las cuerdas. Las protestas por el pernil son simplemente el
torso desnudo de un gobierno que agoniza. Cuando la hiperinflación se acelere
en este 2019, y los salarios deban ser "ajustados" de manera
quincena, semanal o incluso diaria, la explosión social será inevitable y esa
comunidad del 23 de Enero que se acercó hasta Miraflores, es probable que en
una nueva protesta que en ese caso será por más que un pernil, también se unirá
con el resto del oeste, del este, del norte y del sur, pero no sólo de Caracas,
sino del resto del país.
No hay nada qué hacer.
La historia no podrá ser alterada en el curso de sus acontecimientos. Cuando
los regímenes totalitarios han sumido a la población en la destrucción
económica y el padecimiento del hambre, esa misma historia ha demostrado que
sus días como sistema hegemónico de poder no pueden resistir ante la presión
social de los pueblos.
¿Se acerca otro 23 de
Enero a Miraflores? La protesta del pernil en este diciembre de 2018 parece
darnos la respuesta de lo que será el 2019, que probablemente termine siendo
muy feliz para muchos venezolanos, aunque no creo termine siendo así para la
cúpula del poder y la senectud resentida del madurismo. A propósito de ser
ciego. Quien tenga ojos que vea.
Javier Antonio Vivas
Santana
@jvivassantana
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