En economías con hiperinflación el dinero deja de
cumplir sus funciones. De manera progresiva la moneda de curso legal deja de
usarse como depósito de valor, patrón de pagos diferidos y medio de cambio,
mientras que continúa utilizándose como unidad de cuenta porque así lo
establece la ley. El abrupto incremento de los precios hace que los ciudadanos
dejen de confiar en la moneda local, desistan de su uso y la sustituyan por
divisas con mayor poder de compra. Esta sustitución informal de monedas
persiste hasta que la intensificación del fenómeno hiperinflacionario coarta el
poder adquisitivo de las monedas extranjeras en territorio nacional, lo que
obliga a la población a desconfiar del sistema monetario de intercambio. Se
minimiza el uso de monedas y billetes en las transacciones y se generaliza el
trueque.
En Venezuela, como consecuencia de la grave
hiperinflación que vive el país, comenzamos a transitar este último escenario.
Ya no es suficiente tener divisas para comprar bienes y servicios, es necesario
tener mercancías para comprar otras mercancías. De esta manera, se impone el
sistema de intercambio con mayor costo transaccional en la historia de la
humanidad, el trueque, un ejemplo más del grave retroceso que sufre la economía
nacional.
El trueque fue el sistema de intercambio que permitió
unir sociedades que se caracterizaban por vivir en autarquía y privilegiar la
autosuficiencia. Pero su elevado costo transaccional, la aparición del dinero,
además de frecuentes innovaciones financieras, llevaron a su abandono y
sustitución por el sistema monetario de intercambio.
Una referencia histórica a este proceso se obtiene al
comprender el papel del arroz y el dinero en la economía japonesa. El arroz fue
la moneda reconocida y aceptada en Japón durante el periodo Edo (1603-1868). La
clase dominante samurái pagaba impuestos y realizaba intercambios comerciales
utilizando el arroz que los agricultores cultivaban, cosechaban y almacenaban.
Avanzada la década de 1940, cuando los japoneses
todavía luchaban con los efectos de la inflación de posguerra, el dinero en
efectivo se consideraba la enfermedad de los pobres, debido a que su bajo poder
adquisitivo implicaba que las monedas y los billetes tuvieran mayor valor como
metal y papel que como dinero; futokoro, el dinero considerado como la solapa
frontal de un kimono donde las personas guardaban sus bolsos; y el uso de las
mangas de kimonos para empeñar o intercambiar por otras mercancías, bajo la
idea de que no se puede mover una funda de kimono que nunca ha existido.
Un año después de la rendición se puso en práctica el
sistema monetario yen, vigente hasta nuestros días. Para ello fue necesario
definir reglas claras al desarrollo de cualquier actividad económica, política
y social, además de estabilizar y recuperar la economía contando con el aporte
individual de cada uno de los ciudadanos. Desde entonces, la relación japonesa
con el dinero permanece sólida a partir de la confianza que genera una moneda
con poder adquisitivo, tercera más valorada a nivel mundial, reconocida como
moneda de reserva y divisa plenamente convertible.
En Japón se reconocen las ventajas de una innovación
como las tarjetas de crédito, pero se acepta que no se debe abusar de su uso;
se consolida el ahorro y la planificación financiera, solo en 2017 el hogar
japonés promedio ahorró más de 18 millones de yenes (Shoji, 2019); y se
mantiene la tradición de ahorrar bajo el colchón. Es necesario aceptar
innovaciones tecnológicas que reduzcan los costos del sistema monetario de
intercambio, ayuden a consolidarlo, y eviten su sustitución por algo como el
trueque.
Alberto Jose Hurtado B.
@ajhurtadob
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