El acto celebrado el pasado 18 de febrero
en La Florida con la participación estelar del presidente norteamericano Donald
Trump y su esposa constituye un hito en la historia de la liberación de
Venezuela del cáncer castro comunista inoculado por el populista venezolano
Hugo Chávez y su caudillismo militarista, que trasciende con mucho las
estrictas fronteras de la Venezuela aherrojada por los ejércitos cubanos. Pues
como jamás nunca antes, desde los tiempos de la imperdonable traición de John
Kennedy hacia los comandos invasores que fueron a dejar sus vidas sobre Playa
Girón y muchísimo menos durante la ominosa gestión del demócrata Barack Obama y
su acercamiento para con la tiranía cubana buscando la fotografía de un abrazo
con Raúl Castro que creyó lo inscribiría en los fastos de la historia
universal, un mandatario norteamericano había abrazado con mayor fervor y grandeza
la defensa de la democracia y el frontal rechazo al socialismo como el peor de
los males que han azotado a nuestra región. Por no decir al mundo entero. Algo
absolutamente impensable en boca de los últimos presidentes demócratas.
Más allá de la canallesca mezquindad de
los medios cercanos al Partido Demócrata, a los Clinton y los Obama, como el
New York Times, que tuvo que soltar su hipocresía progre, buenista y anti
republicana – la misma con la que intentó impedir la victoria de Jair Bolsonaro
- pretendiendo sumir en el descrédito el extraordinario encuentro de Donald
Trump con la comunidad latina y, en particular, venezolana, que ha encontrado
refugio en esa suerte de capital norteamericana de la América española, lo
cierto es que jamás un país latinoamericano había recibido tanto afecto, tanto
compromiso y tanta solidaridad de un mandatario norteamericano como el que ese
día recibimos los venezolanos de Donald Trump y Melanie, su esposa.
No fue un acto motivado por la demagogia y
el oportunismo. Un gesto de populismo electorero, como pretenden los
encarnizados enemigos del presidente norteamericano desde los centros de poder
del Partido Demócrata y sus instrumentos de manipulación mediática, no sólo los
de los medios impresos y televisivos norteamericanos como CNN, CBS, The New
York Times y el Washington Post, por mencionar sólo a los más influyentes. Sino
también sus aliados a nivel global, como El País, de España. Que lo enfocan y
descalifican siguiendo, por cierto, la vieja sabiduría del refranero español:
todo ladrón juzga por su condición. Negándose a comprender, o precisamente
porque comprenden perfectamente que Donald Trump, al imponer su nueva y muy
particular e inédita visión geoestratégica, nacionalista y patriótica en
defensa del corazón de los Estados Unidos, hiere sus intereses de dominación
mundial. Aquel que es sostenido en alianza con el Vaticano, la Internacional
Socialista e incluso con los poderes económicos mundiales - George Soros - y
las mismas Naciones Unidas. Es un giro estratégico de inmensa relevancia, un
acto de alta política dirigido a enmendar el rumbo del comportamiento de la
primera potencia mundial respecto de sus relaciones internacionales durante las
últimas décadas. Cuyos enemigos primarios, en última instancia, están en China,
Rusia, Irán, y lo que constituye una inmensa novedad para nosotros, los
latinoamericanos, en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela. Es así como Fidel ha
terminado encontrando, post mortem, la horma de su zapato. Su contrincante
perfecto.
Hemos tenido perfectamente claro que con
Obama jamás encontraríamos al aliado perfecto que sirviera a nuestra
liberación. Muy por el contrario, sus intereses iban, respecto de nuestro
hemisferio, por el camino opuesto. Su Secretaria de Estado, la Sra. Hillary
Clinton afirmó que Lula era el mejor aliado de los Estados Unidos de Barack
Obama. Está en la cárcel, por corrupto. De allí su desesperada búsqueda por
superar la enemistad de los Estados Unidos con Cuba, buscar la reconciliación
con los Castro, y apostar por un entendimiento con el castro chavismo cuyos
principales sacrificados hemos sido los venezolanos. No atiendan a sus
palabras, dijo el tristemente célebre John Maisto, uno de los embajadores
norteamericanos más estúpidos que hayan servido al Departamento de Estado en
Venezuela, refiriéndose a Hugo Chávez, sino a sus manos.
Al cabo de los años, ya triunfante Donald
Trump, tampoco Thomas Shannon creía necesario enfrentarse al régimen y auxiliar
a la oposición, por lo menos a la más consecuente, en su lucha frontal contra
el régimen castrochavista. Muy pronto fue desalojado del entorno presidencial.
Era un estorbo, como buena parte del progresismo izquierdoso del Departamento
de Estado. Un vendaval político conmovió a la audiencia que escuchó fervorosa
el emotivo discurso del presidente Trump. No descansaremos hasta liberar al
pueblo venezolano, afirmó. Si la promesa se cumple y logra desalojar con sus
acciones, de cualquier naturaleza que ellas sean, al agente del G-2 cubano del
Poder permitiendo así el inicio de un gobierno de transición auténticamente
democrático, habrá dado un paso fundamental hacia su reelección. Si con ello
sacude la coraza de hierro del castrismo cubano y precipita la liberación de
Cuba, habrá entrado a la historia. Con absolutos e indiscutibles merecimientos.
América entera se lo agradecerá.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
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