Nayib
Bukele arrasó en El Salvador. Bukele es un outsider que utilizó GANA como
vehículo electoral, un partido de derecha desgajado de ARENA. Lo usó, pese a
que su fundador, el expresidente Tony Saca, está preso y condenado a diez años
de cárcel, acusado de apropiarse indebidamente de 300 millones de dólares. A
nadie le importó esa circunstancia. GANA era sólo una boleta. El partido apenas
obtuvo 11 del total de 84 diputados.
Bukele
liquidó a los comunistas del FMLN (23 diputados) y a los
liberales-conservadores de ARENA (37). Salvador Sánchez Cerén (FMLN) abandonará
la presidencia con el rechazo del 80% de los salvadoreños. Perdió un 47% de los
votos obtenidos en la penúltima contienda. Es el peor valorado de los
presidentes desde que Alfredo Cristiani inauguró su presidencia en 1989,
dándole inicio a los cuatro gobiernos de ARENA. Tras Saca, el último presidente
de ARENA, vino Mauricio Funes del FMLN, exiliado en Nicaragua acusado de
robarse 351 millones de dólares, y, por último, el repudiado Sánchez Cerén.
¿Por
qué rendija se “coló” el outsider? Primero, no era un desconocido. Había sido
alcalde de San Salvador y los votantes no lo culpaban de la pobreza o la
violencia, los dos principales males que aquejan al país. Segundo, los
electores están cansados de las promesas vacías de los partidos, de la
corrupción, de los “sobresueldos” clandestinos y de los métodos tradicionales
de comunicación. Bukele apenas acudió a mítines en la capital o en los pueblos
de su diminuto país y rehuyó los debates. Fijó, eso sí, su distancia de Nicolás
Maduro y de Daniel Ortega, a quienes calificó de “dictadores”.
El
nuevo presidente tiene 37 años y un aspecto juvenil. Si el poeta español Rafael
Alberti pedía respeto porque había nacido con el cine en 1902, Bukele y los
jóvenes políticos de su generación, en todas las latitudes, pueden repetir ese
reclamo porque han nacido con Internet, con los PC, con Facebook y con Twitter.
Tienen otra manera de comunicarse con los electores y la utilizan profusamente.
Es la historia, también, de Alexis Tsipras en Grecia y de Pablo Iglesias en
España, ambos leninistas afortunadamente maniatados por la moderada realidad
burguesa de la Unión Europea.
Para
combatir la violencia social y su contrapartida, las ganas locas de emigrar,
Bukele tendría que crear en su pueblo esperanzas razonables de prosperar. A fin
de cuentas, de Panamá y Costa Rica, dos países centroamericanos, no se va casi
nadie. Al revés: están llenos de inmigrantes que comparten el “sueño” panameño
y el “sueño” tico. Se escapan, en cambio, de Nicaragua, Honduras, El Salvador y
Guatemala.
¿Cómo
se logra ese milagro? Invirtiendo en “capital humano”, es decir, en educación y
salud, pero creando fuentes de trabajo que permitan generar excedentes a lo
largo de un par de décadas para poder realizar esa inversión. No hay atajos,
pero el secreto es estar un poco mejor cada año que pasa y olvidarse de los
líderes carismáticos. La libertad, la ley y las instituciones son
insustituibles. “Pobres los pueblos que necesitan héroes” dijo Bertold Brecht,
aunque no siempre obedeció su justa advertencia.
En
cuanto a la prosperidad, toda la información disponible de Bukele hace pensar
que confía en el gasto público para lograrla. Fue un alcalde populista, y es
una lástima, porque ese camino conduce al desastre. Haría muy bien en dedicarle
5 minutos a un breve YouTube producido por la Fundación Libertad y Progreso de
Argentina bajo el título de Trabajo productivo vs Trabajo Improductivo.
Argentina es uno de los pocos países de la tierra que ha ido paulatinamente
subdesarrollándose y conquistando la pobreza sin pausa ni tregua. Ahí
aprendería que la prosperidad creciente es el resultado del aumento constante
de la productividad generada por la creatividad casi sin trabas de los
emprendedores.
Ni
siquiera le vale a Bukele escudarse en el tamaño y la población de El Salvador
para justificar un hipotético fracaso. Son los de Israel, sólo que el exitoso
Estado judío está rodeado de enemigos, mientras El Salvador juega con ventaja y
cuenta con las simpatías y las ganas de ayudar de medio planeta. Confiemos en
que el sentido común ilumine a Bukele. Si no tiene éxito será terrible.
Carlos
Alberto Montaner
@CarlosAMontaner
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