La historia está atestada no solo de héroes, sino de
fechas emblemáticas. Nos ha costado aprender de memoria nombre rutilantes y
precisiones sobre batallas decisivas que forjaron nuestro destino como nación.
Por eso, cuando el presidente interino anunció con la mayor parsimonia y
seguridad discursiva que el 23 de febrero sería el día impostergable para la
entrada al país de la ayuda humanitaria, entendí que estaba tallando el futuro
y que lanzaba los dados con la franqueza de quienes han logrado las gestas más
heroicas.
Para entender
esta seguridad manifiesta, debemos torcer la mirada hacia los hechos que nos
han rodeado en los últimos días. Guaidó y su plan estratégico no van a la
batalla con las alforjas vacías. Debemos comprender que la improvisación quedó
de lado, en el rincón donde se exponían las equivocaciones.
Hoy no hay tiempo para ser vulnerables ni generar
deslices para retroceder. A los pocos trancos de sus acciones se avizora que
Guaidó ultima detalles para la libertad, aliado no solo a una serie de países
-que van más de 50 y que recobraron el juicio sobre el concepto de la
democracia-, sino a una convicción clara que no existe otro momento distinto
pare conseguir deseslabonar las cadenas de la opresión cubana.
No es casualidad que Duque y Trump se hayan reunido
sin muchos alardes en la Casa Blanca y sin esperar alguna discreción. El tema
fue Venezuela y los próximos acontecimientos que sobrevendrán. No escatimaron
alegatos, ninguno de los dos, para referirse al grado inhumano del régimen y al
estar cercanos a los días decisivos para desenroscar a los malhechores del
poder.
El senador norteamericano Marco Rubio también parece
andar a sus anchas, con una confianza soberbia respecto a los desenlaces y
haciendo declaraciones sin titubeos. Ha dicho sin tantos aspavientos y sin
soltar el protagonismo diario de esta batalla crucial, que existe una
estrategia para el ingreso de la ayuda humanitaria, reservando los detalles
para no preparar a la dictadura.
Asimismo, Rubio entiende claramente que antes de
cualquier confrontación bélica, se apela a los mecanismos del ahogo financiero
y la confusión en el entorno de los bellacos de Miraflores. Advirtió como un
recordatorio inexpugnable, que aquellas empresas que negocien con la dictadura
chavista también serán sancionadas por los Estados Unidos, recalcando que las
presiones sobre los leales a Maduro seguirán aumentando.
Esta advertencia también la refiere el vicepresidente
de EEUU, Mike Pompeo, mientras el Departamento del Tesoro actúa contra cinco
funcionarios venezolanos más, pues el propósito es el cerco económico como
medida de presión, más allá de las balas y los tanques.
Lo mismo precisa el asesor de Seguridad Nacional, John
Bolton, quien sigue empecinado en alcanzar el cometido desde adentro. Volvió a
instar a las fuerzas militares venezolanas a posibilitar el ingreso de los
insumos y a ponerse del lado de la democracia. Esta declaración pareció hacer
eco con las más recientes de Guaidó, quien sigue reclamando que los de verde
oliva asuman los valores de la constitución, pues quedan escasos días para el
23 de febrero.
No es accidental que nos hayan salpicado los rumores
que el Gobierno chino esté conversando con el presidente interino y su entorno,
para resguarda sus intereses y los miles de millones de dólares que han
entregado a los saqueadores del régimen.
Es harto conocido que el plan de Chávez fue endeudarse
con los países enemigos de los norteamericanos, para que en un trance como el
actual, salieran en su defensa y pudiesen hasta entablar una guerra para
evitarse pérdidas millonarias. Pero eso no sucederá. Lo saben los chinos,
iraníes y los propios rusos. Es un riesgo que ninguno quiere correr, frente al
adversario más complicado de todos.
Quedan pocos días para el 23 de febrero. El día previo
hasta un concierto habrá en Cúcuta, con rutilantes artistas internacionales y
una cofradía de tozudos por la fe de estar cerca de la libertad.
Esa fecha tiene un sol candente de esperanza. Un mes
exacto después de jurar con gallardía sobre su nueva responsabilidad, Guaidó
asume este reto de llevar estos insumos y enfrentar a la cara dura de los
inescrupulosos de la dictadura. Su sosiego, con las prerrogativas y privilegios
de sentirse protegido por el momento histórico, no deja de asombrarme y
provocar una confianza de que estamos cada vez más cercar de comenzar a
trabajar en la reconstrucción nacional.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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