Todo lo que ocurre hoy
en Venezuela en términos de crisis y decadencia, es producto de la imposición
totalitaria del comunismo ordenado por Fidel Castro como jefe de los
movimientos más oscuros y corrompidos del hemisferio, para sacar provecho
político y económico de nuestros países; para la dominación de nuestros pueblos
en su febril lucha contra el ̈imperialismo ̈.
Para el logro de sus propósitos ha
encontrado suficientes acólitos, igualmente retorcidos y corruptos como él, y
ello se evidencia en los gobiernos de: Los Kirchner en Argentina; Tabaré
Vásquez, y Pepe Mujica en Uruguay; Evo Morales en Bolivia; Ollanta Humala en
Perú; J.M. Santos en Colombia; Michelle Bachelet en Chile; Lula y Dilma Roussef
en Brasil; Ortega en Nicaragua; Salvador Sánchez Cerén en El Salvador; López
Obrador en México, y los peores en Venezuela: Chávez y ahora Maduro.
La estúpida cerrazón de Chávez primero, y
ahora Maduro para asumir la democracia como sistema, a pesar de que la
utilizaron para asaltar las instituciones, demuestra sus verdaderas intenciones
de perpetuarse en el poder, aunque el alto precio que deba pagar la sociedad
esté signado por la pobreza; la inseguridad; la falta de servicios;
hiperinflación; hambre; miseria, y muerte.
Son esquemas que se repiten a pie juntillas,
según el diseño de oscuros laboratorios del mal, y del odio contra los pueblos
como el Foro de Sao Paulo, y desgraciadamente han encontrado alimento en las
débiles instituciones republicanas y en los incumplimientos sistemáticos de los
gobiernos representativos en nuestros países.
El caso que más nos interesa por razones
obvias es el nuestro, y es que Venezuela atraviesa por la peor crisis de toda
su historia desde su fundación en el siglo XIX, pero esta vez con el efecto
demoledor de la colonización de la que hemos sido objeto por la entrega
miserable y cobarde que hiciera Chávez de nuestra tierra y riquezas al servicio
de un asesino y ladrón como Fidel Castro.
Hoy, el sucesor del estafador eterno,
Nicolás Maduro se empeña en terminar de destruir lo poco que queda de nuestro
país, y además se niega a hacer elecciones libres para que sea el pueblo quien
decida su destino de manera soberana.
La lucha sistemática e
indoblegable de la oposición venezolana, no exenta de importantes errores -hay
que decirlo- finalmente está demostrando la coherencia política requerida para
dar al traste con las intenciones totalitarias del dictador.
El liderazgo unitario que encarna Juan
Guaidó, a partir de la asunción de la presidencia de la AN, como parte de los
acuerdos de rotación en la integración de la directiva de esa entidad
parlamentaria, ha caído muy bien en la sociedad nacional e internacional, lo
cual se manifiesta en apoyos cada vez más significativos, contribuyendo así con
el renacimiento de la esperanza en los venezolanos.
No obstante, la conducta criminal de
Maduro y su combo no se detienen en la continuación de la violación de derechos
de los venezolanos, y extranjeros en nuestro territorio. Es así como los
paramilitares al servicio de la dictadura, así como los cuerpos represivos del
Estado, los cuales, actúan por cierto de manera similar, están haciendo
estragos en la población en general, y especialmente en los sectores populares.
Igualmente, han
arremetido contra menores indefensos, y corresponsales de prensa nacionales e
internacionales. Es decir, difícilmente se pueda actuar con más saña y
estupidez.
A pesar de ello, la
sociedad toda se mueve al ritmo de la agenda de la AN, y aunque lamenta los
atropellos, no cae en provocaciones.
Maduro y su combo
criminal deben irse para evitar tragedias, pero perversos al fin, quizás
prefieren un desastre. Falta poco.
Román Ibarra
@romanibarra
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