jueves, 2 de mayo de 2019

ALFREDO M. CEPERO, TODOS SOMOS CULPABLES (CASO CUBA)

De ser posible resumir en una sola oración nuestra desgracia nacional, tendríamos que decir que perdimos a Cuba por la desidia de Prío, la avaricia de Batista y la maldad de Castro.

Durante muchos años me ha molestado la recriminación de unos cubanos contra otros por la horripilante pesadilla que ha sufrido nuestra patria bajo la tiranía castrista. Muchos de los que han nacido y son producto del sistema de adoctrinamiento del régimen nos culpan a los más viejos de haber facilitado la instauración de la tiranía. La frase favorita es: "Ustedes lo pusieron y ustedes son los que tienen que quitarlo".  

Por su parte, muchos de mi generación acusan a los más jóvenes de indiferencia y hasta de cobardía por no enfrentarse a la tiranía. Y los peores, aquellos que, habiendo logrado escapar de la pesadilla, olvidan a la patria que los vio nacer. Más de una vez he escuchado:"No me hables de Cuba porque aquello no hay quién lo arregle y yo no tengo intención de regresar jamás".

Este es el tipo de pensamiento y de conducta de una 'quinta columna' que ha hecho posible la prolongación de aquella barbarie por  más de 60 años. Para esta gente, según el vernáculo cubano, "la culpa de todo la tiene el totí". Ellos no aceptan culpa ni responsabilidad alguna. La realidad es que, en mayor o menor grado, todos somos culpables y todos tenemos la obligación de contribuir a la libertad de Cuba.

Pero, pongo el parche antes de que salga el grano y alguien me acuse de ignorar a los millares de patriotas que han ofrendado vida, libertad y dinero en el empeño de ver a Cuba libre. Exonero de toda culpa y admiro intensamente a los centenares de fusilados, millares de combatientes y centenares de miles de presos que han sido testimonio elocuente de nuestro amor por Cuba. Su vida fructífera y su inmolación heroica tienen que ser materia obligada en nuestras escuelas futuras y la base de la República Constitucional y Democrática por la que ofrendaron sus vidas.

Por otra parte, para entender mejor nuestra deplorable situación actual considero de suma importancia pasar revista a nuestra historia reciente. No estamos aquí por pura  casualidad sino como resultado de nuestra falta de formación ciudadana. En mi opinión, nunca entendimos que el pueblo era el soberano y los gobernantes nuestros empleados. Ellos estaban para servirnos y nosotros para quitarlos y ponerlos.

Vergonzosa conducta la nuestra cuando calificábamos de tonto al gobernante honrado, admirábamos al gobernante ladrón y rendíamos pleitesía femenina al dictador de quien decíamos :"Este es el hombre". En nuestra breve vida republicana tuvimos 12 años de verdadera democracia bajo los gobiernos primero de Batista (1940-1944) y después los  auténticos entre 1944 y 1952. Pero, tanto Grau como Prío, dieron protección y abrigo a delincuentes que asaltaron y derrocharon los fondos públicos. Los amigos del presidente disfrutaban de impunidad para violar la ley. El pueblo aplaudía como focas amaestradas.

Esa indiferencia ante el escándalo fue utilizada por una mafia agazapada que resentía haber sido confinada a los cuarteles. Como los delincuentes, entraron amparados por las sombras de la  noche y le dieron el tiro de gracia a nuestra democracia. El presidente olvidó que, en una república constitucional, las leyes tienen que ser más poderosas que las balas y que su obligación era hacerlas respetar.

Ante el vacío de poder, el 10 de marzo se convirtió en fecha histórica cuando un grupúsculo de militares se hizo con el poder absoluto sin disparar una bala. ¿Y del pueblo qué? Del pueblo nada. Enfermo de asco el pueblo aceptó el asesinato de nuestras instituciones republicanas como si no hubiera pasado nada. Por mi parte, no puedo evitar pensar que si Prio se hubiera quedado en palacio no habría habido 10 de marzo. ¡Qué distinto hubiera sido con un Tony Varona de presidente!

De ser posible resumir en una sola oración nuestra desgracia  nacional, tendríamos que decir que perdimos a Cuba por la desidia de Prío, la avaricia de Batista y la maldad de Castro. Ellos fueron los verdaderos y únicos culpables. Ahí está la enseñanza que debe ilustrar nuestros esfuerzos por recuperar la libertad perdida. Trabajemos para que en nuestro futuro no haya lugar para gobernantes ladrones, cobardes o tiranos.

Pero tenemos que empezar por dejar de darle oxígeno a la tiranía acusándonos los unos a los otros. 

Nada que haya hecho otro opositor es tan dañino a nuestra libertad como la opresión y la miseria desatada sobre nuestro pueblo por la tiranía castrista. Es hora de hacer patria con nuestro perdón, nuestra compasión y nuestra tolerancia hacia quienes luchan por nuestra misma causa.

Quienes insistan en dividir dejen el camino libre a quienes quieren unir. Quienes se empeñen en destruir no estorben a quienes se proponen construir. Los ajustes de cuenta, si fuera necesario alguno, se han de hacer en nuestros procesos democráticos, donde el pueblo es el soberano y los gobernantes sus servidores asalariados.

Alfredo M. Cepero
@AlfredoCepero

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