Hablar de transición política en Venezuela, es incitar a recorrer todos los caminos posibles que se sobrepongan a ese país caracterizado por una situación política controlada por el advenimiento de una serie de equivocaciones formuladas sobe la insidia y el despotismo. Pero también, por la envidia y el egoísmo.
Hablar de transición política en Venezuela, es salvar la brecha que se da entre un autoritarismo asociado a un militarismo salpicado de totalitarismo, y un ámbito de condiciones políticas delimitadas por el hecho que representa la consolidación de libertades y el definitivo afianzamiento de derechos humanos. Entendido esto, como la razón para avanzar hacia renovados estadios de desarrollo económico y social.
La frase “Transición política” se convirtió en una causa política cuya fuerza renovó emociones nacionalistas. Siempre, apuntándole a legitimar condiciones que favorezcan la democratización del sistema político. Particularmente, cargadas de la fuerza necesaria para invocar las capacidades y potencialidades sobre las cuales es posible revertir distorsiones que han interrumpido el rumbo de la democracia. Pero asimismo, salvar aquellos obstáculos que detuvieron procesos de dinamización del fortalecimiento de la sociedad civil.
Así que visto este problema desde la perspectiva de la crisis política venezolana, la ansiada transición de gobierno determinaría la orientación política sobre cuya fundamentación conjugaría esfuerzos entre el Estado y la sociedad que apuesten a superar los retos del desarrollo nacional. De esa manera, podrá dominarse el desastroso y amañado forcejeo que ha venido dándose, infortunadamente, entre la civilización y la barbarie.
La resonante expresión que viene sonando fuertemente desde el 23-E, luego que el diputado Juan Guaidó estableciera la vía para recuperar al país de la dictadura imperante, pareciera ser la forma más expedita para actuar políticamente ante el curso de la distribución de responsabilidades que pautan el cambio de régimen político requerido para salir del estancamiento económico y social que hoy padece el país.
La estrategia política formulada entre fases: 1. Cese a la usurpación; 2. Gobierno de Transición; y 3. Elecciones libres, configuran el arreglo metodológico mejor pensado para resumir lo que compromete el proceso de lo que significa una “transición política”. Especialmente, la transición política por la que debe marchar el país político para así arribar a la necesaria democratización del sistema político nacional.
De modo que la “transición democrática” que clama la vía política expuesta por la oposición venezolana, personificada por el presidente interino Guaidó, es la condensación operacional de lo que implica alcanzar un gobierno de transición. O sea, de la “transición política” que clama el fortalecimiento del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia exhortado constitucionalmente. He ahí el concepto que destaca la realidad por la que atravesaría Venezuela en su ruta hacia la libertad.
En resumen, la “transición política” viene a ser un proceso de transformación cuyos actores dirigirán un proceso que no por complicado, no dejará de abordarse por todas las instancias comprometidas con el arribo de una realidad transparente que induzca el respeto necesario para erigir un verdadero pluralismo político.
Así que de lograrse que la referida frase movilice actitudes y decisiones sobre un curso político de concertación, no habrá duda alguna de la meta a la que llegará luego de iniciarse los momentos correspondientes a dicho proceso político. De ese modo, habrá plena seguridad y absoluta confianza de hacia dónde conducirá la “transición política” en Venezuela.
Será entonces el exacto manejo de las variables, actores y agentes políticos quienes sabrán definir la ruta a trazar para después seguir el periplo trazado. En consecuencia, será posible y propio evitar que la incertidumbre amenace al aludido proceso toda vez que se actuaría con mesura y sin vacilación ante la pregunta: ¿dónde lleva la transición política?
“La transición política es el proceso que hace posible salvar brechas entre posturas contrarias separadas por la racionalidad propia del pluralismo al reivindicar estadios superiores de libertades y derechos humanos”
Antonio José Monagas
@ajmonagas
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