A partir de hoy vuelvo a escribir para todos los venezolanos, porque creo que es la única forma en la que puedo ayudar a la oposición
Mucha gente me pregunta que debimos hacer y que debemos para revertir el cambio dramático de opinión de Trump (y Europa) sobre nosotros. A partir de hoy vuelvo a escribir para todos los venezolanos, luego de unos meses de receso, porque creo que es la única forma en la que puedo ayudar a la oposición venezolana y nada mejor que recurrir a la historia europea y anglosajona, porque allí está el espejo donde debemos vernos y entender lo que en el mundo, esperan de nosotros.
Mucha gente confunde el discurso de Churchill “sangre, sudor y lágrimas” con un discurso de pocas opciones y supuestamente realista que exigía grandes sacrificios al pueblo británico, cuando en realidad se trataba de un conjunto de tres discursos extremadamente motivadores y que casi nada tenía que ver con el ya sacrificado pueblo anglosajón.
Pero este en particular lo era en especial, no solo por ser el inaugural, sino porque se dividía en varios anuncios, el primero y vital es que finalmente se había logrado constituir un gobierno unitario, es decir las luchas intestinas habían dado paso a una sola voz y a la formación de una estructura de mediano plazo, compleja para organizar a toda Gran Bretaña en la que todos los grandes lideres opositores tendrían un role en el gabinete “con la mayor base amplia posible”. De esta manera los cinco partidos desde los ultraconservadores hasta los liberales, integrarían por primera y única vez en la historia, un gobierno.
Por eso la famosa frase no era dirigida directamente al pueblo británico, sino explicándoles a los suyos, a los de su propio partido la razón por la que muchos fueron sacados del poder, para darle la bienvenida a un gobierno de unidad nacional y el pueblo británico vio como alguien dijo con mucha fuerza, lo que había que decirles a los “diputados”, “lideres” y aquellos que habían aceptado ser ministros: “no tengo nada que ofrecer, sino sangre sudor y lagrimas”. Por eso el discurso fue recibido con aplausos por el pueblo, pero no así en buena parte de la Cámara.
La segunda parte del discurso, era el anhelo de cada hogar británico de terminar de una buena vez y por todas la ambigüedad entre negociar con Hitler o enseñarle de que estaban hechos los británicos. Era una sensación que había ido creciendo desde Junio de 1939 cuando se dieron cuenta que Hitler no quería en realidad negociar algo y el “84% de la población sostenía que había que hacer una coalición con franceses y rusos para detenerlo” (McDonough 1998). De hecho, apenas unas semanas antes del discurso, había sido ordenada una encuesta que le preguntaba a los británicos su opinión y el 58% dijo que no se negociara, mientras que ya era más del 90% los británicos que sostenían que había que prepararse militarmente.
Por eso no existe un historiador que no sostenga que la opinión publica británica estaba lista para ese discurso, cuyo tercer anuncio era la orden de organizar y trabajar hasta el agotamiento para conquistar la victoria. Fue pese al titulo que da pie a malas interpretaciones pesimistas, un discurso sumamente optimista y esperanzador.
No hay pocos que piensan que Churchill en ese momento apretó el 187 y llegó el Tiar con Ben Afleck y la Fuerza Aérea estadounidense, como en la película Pearl Harbor. La realidad histórica -muy dura por cierto- es que Estados Unidos negó la ayuda y solo permitió que los suyos escogieran privadamente a quien querían financiar, llegándole paradójicamente el dinero de Wall Street, el petróleo, la asistencia técnica e industrial, pero a Hitler (Sutton 1976).
Por eso Churchill pasó a la historia no solo por lograr la unidad sino por organizar la defensa con el pueblo británico y la Batalla de Inglaterra contó con siete mil pilotos de los cuales solo nueve –repito 9- fueron de Estados Unidos. La mayoría de esos escasísimos nueve pilotos vivían en Inglaterra, casados con inglesas, peleaban ya en Francia o se tuvieron que hacer pasar por canadienses. Y eso fue con lo que contó Churchill los primeros años de guerra, con pilotos y aviones británicos, dinero y pertrechos británicos para defenderse de la aplastante Fuerza Aérea de Hitler, pues de resto, es decir la sangre, el sudor y las lagrimas, no la pusieron otros que los británicos y la Commonwealth.
El segundo paso en consecuencia, es actuar acorde con la opinión publica, si es negociar o no, que así sea, porque la gente puede equivocarse. Pero eso si, hay que entender que el 54% de la población no cree en la negociación (Datanalisis) el 66% no cree que tenga resultados (Datincorp) y casi el 90% no cree que Maduro salga por esa vía (Meganalisis), por eso el líder que se atreva a negociar debe tener muy claro a lo que se enfrenta de fallar en esa estrategia. Porque la historia dice que los mismos “que apoyaban histéricamente a Chamberlain” fueron los que lo defenestraron. Y en el caso Venezuela, la negociación ha sido el trapiche del liderazgo opositor.
Y a partir de allí, la única propuesta que puede sacar a Venezuela del atolladero, que no son las quimeras del Tiar, la única manera en que se puede salir adelante, es organizar al país para el “trabajo hasta quedar exhaustos” y resolver los problemas. Porque esto no es un asunto de cuatro gatos sino de toda una organización nacional, del trabajo planificado, metódico y constante. Se trata de verdadera unidad, se trata de trabajar diariamente y de cumplir la palabra empeñada, en fin, de integridad.
Y pongo un ejemplo de lo que hubiera hecho Churchill hace cien días. Churchill no solo habría registrado a los 700 mil voluntarios sanitarios, hubiera dado la orden para que cada uno levantara -como fue propuesto- la data de veinticinco personas o más que necesitaran tratamientos, no solo habría hecho que esos cientos de miles se sintieran comprometidos trabajando diariamente, sino que en cada plaza y en sus entornos, todos verían a esa gente trabajando en “acción solidaria” -que no es otra cosa que un gobierno alternativo- por el bien común, desarrollado alianzas con las ONG’s y los organismos internacionales.
Para el 23-F, Churchill hubiera contado con una base de datos de veinte millones de venezolanos, discriminados por necesidades, enfermedades, afecciones y tratamientos. Churchill hubiera enviado esa data a los organismos y los 56 gobiernos extranjeros para gastar cada centavo prometido (que llegaron a ser 500 millones) de acuerdo a las verdaderas necesidades. Si eso se hubiera dado a la ONU y se hubiera creado un fondo internacional, como también fue propuesto y se hubiera pedido a cada presidente (incluidos los rusos y los chinos) donación de plantas para los hospitales, o que cada presidente extranjero se comprometiera en atender a determinados pacientes mensuales que requirieran una operación de alto nivel. ¿Cómo estaríamos hoy apenas cinco meses mas tarde?, ¿qué pensarían los presidentes del mundo? ¿cuántos se habrían sumado a semejante organización?.
Simple, Churchill habría contado con una real dimensión del drama social y humanitario, de salud, nutrición y necesidades, pero lo que hubiera visto el mundo es una organización y trabajo arduo, junto a decenas de millones con una esperanza de tratamientos para sus dolencias particulares. Desde medicinas para enfermedades graves o crónicas, hasta operaciones de alto nivel a miles de personas. Imagínese que Usted hubiera recibido a partir del 23-F a través de los franceses, su tratamiento para un año, imagínese que el hospital infantil hubiera recibido lo mismo de los alemanes, que las maternidades las hubieran recibido de España.
¿Que el régimen podía negarse a aceptarlo? Sin duda, ¿pero a que costo?. Habría sido ganar, ganar. Se hubiera podido optar por el planteamiento de hacerlo indirectamente con los presidentes del mundo, quienes hubieran donado una planta cada uno para determinados hospitales y entregado digamos, al Secretario General de la ONU, esto habría hecho imposible no aceptarlo, igual que las medicinas para niños a UNICEF y las de adulto a la OMS.
Digamos que si Churchill en los cien días primeros días hubiera definido las mismas estrategias en políticas agrícolas y pidiendo a casi un centenar de presidentes ayudas, con semillas y fertilizantes vitales, repuestos etc. y que estos –no nosotros- involucraran a la FAO, quizás los ciclos de cosecha habrían podido contar con cierta impronta de un poder ejecutivo alternativo. ¿Que parlamento del mundo no habría votado unánimemente para enviar semillas a Venezuela a través de la FAO? ¿Cómo se hubiera percibido en cien días esa unidad y trabajo, en esos parlamentos?.
Churchill habría formado gobierno, organizado a decenas de miles para evaluar y ayudar a desmalezar las zonas eléctricas con las alcaldías, hubiera trabajado en un Fondo de Asistencia Humanitaria por petróleo –como también fue propuesto- para evitar el deterioro de la industria petrolera y la perdida de los mercados. Se habría opuesto a sanciones que no tenían sustento político y alcance real.
Churchill hubiera trabajado con sus aliados internos, de hecho habría organizado a los liberales para garantizar la producción y a sus mas enconados adversarios para crear alianzas internacionales que lo ayudaran, en fin habría desarrollado estrategias para la victoria. Porque eso es pues lo que significaba el discurso de Churchill “unidad, coherencia política, organización y trabajo hasta quedar exhaustos”, pero sobre todo fue un regaño a los políticos sobre la “verdadera unidad” y a partir de allí, concentrarse en el trabajo que es lo que sigue esperando el mundo, de cara a los próximos cien días.
¿Cómo salir de esto?, podemos pensar que es con soluciones como elecciones sin que el adversario quiera, o mágicas como el TIAR o el 187, podemos pensar que es dialogando, pero hay una solución que es mas difícil, pero que ha probado ser sumamente eficaz en la historia, trabajando para el bienestar de los pueblos y convenciendo a todos que hay opciones de gobierno.
Además de la biografía de Churchill, Walking With Destiny escrita por Andrew Roberts, recomiendo la lectura de:
Neville Chamberlain, Appeasement, and the British Road to War de Frank McDonough, Manchester University Press, 1998
The Shock of War: Civilian Experiences, 1937-1945 de Sean Kennedy University of Toronto Press, 2011
Public Opinion and the End of Appeasement in Britain and France de Daniel Hucker Routledge, 2016
British Institute of Public Opinion, The Public Opinion Quarterly, Vol. 4, No. 1 (Mar., 1940), pp. 75-8
Thays Peñalver
@thayspenalver
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