Llegó la Navidad y en cuestión de días tendremos un nuevo año, lamentablemente los venezolanos continuamos sin tener una solución efectiva a nuestra crisis.
2019 será recordado como el período que generó mayor frustración al pueblo de Venezuela, nunca se esperó tanto de la clase política como en esta oportunidad.
Ni blancos ni rojos han tenido la capacidad de generar un acuerdo que ponga fin al sufrimiento de más de 35 millones de personas, más aún, han sido completamente insensibles frente a la nobleza de un pueblo al que cada día se le pide más sacrificio a cambio de nada.
Los sectores que deciden el futuro del país avanzan a un ritmo muy distinto al que demanda una sociedad agonizante; sobreviviente a un salario mínimo mensual de 300.000 bolívares (6,66 dólares) pulverizado por una hiperinflación dolarizada, la cual crece dentro de una distorsión socioeconómica en la que todo es calculado y cobrado en dólares o su equivalente, sin ningún tipo de control.
Más allá de las fallas del liderazgo político, debemos revisarnos como sociedad y reconducir el camino. Erróneamente, hemos estado en la búsqueda del mesías que dividirá el mar rojo para salvarnos, cuando la fuerza del cambio comienza con nosotros. En este mismo sentido equivocado, se apostó a recetas inmediatistas que prometían una salida rápida al conflicto y un sector vendió la oferta de que la salvación vendría desde afuera a través de una coalición internacional.
No podemos seguir confiando ni esperando por quienes tienen tiempo diciendo “esto se acaba en cuestión de días y de horas”. Estos escenarios solo han servido para adormecer la capacidad de cambio que tiene una sociedad organizada, activa y movilizada.
El poder ciudadano ha sido desestimado por quienes desean mantener el control de una posible solución, pero acuden al pueblo como un “objeto de utilería” que les permite llenar sus concentraciones y demostrar una fuerza que realmente no tienen.
Imposible olvidar que, según datos de la encuestadora Datanálisis, los principales partidos de la oposición (G4+Vente), tienen, entre todos, apenas 16% de aceptación y el PSUV 12%, ¿dónde está el 72% restante? Algo está faltando en la ecuación.
“El pueblo unido jamás será vencido”, una estrofa que los populistas conocen muy bien pero a la que ahora parecen temerle. Es así como debemos recuperar la esperanza y decretar 2020 como el año del resurgir ciudadano; de las organizaciones de mujeres, campesinos, indígenas, estudiantes, trabajadores, empresarios, académicos, religiosos; cada uno en su espacio de lucha, pero dispuestos a converger en un único y gran camino para exigir: acuerdo nacional; condiciones electorales; elecciones libres.
Sabemos que un “acuerdo único” será imposible de obtener; podemos trabajar en conseguir acuerdos parciales que vayan desenredando la madeja para ir bordando pequeños escenarios de victorias hasta ver la luz completa, se trata de decidir entre seguir alargando la pesadilla o solucionar ahora.
Será muy difícil decir Feliz Navidad o Feliz Año Nuevo cuando nuestras familias están separadas; cuando tendremos sillas vacías en la mesa y la alegría de la gaita se empañe con la nostalgia; cuando estaremos con el nudo en la garganta al recordar a quienes no pueden estar con nosotros; cuando quizás ha sido imposible cumplir con la tradición de la hallaca, el estreno o el regalo.
Me resisto a claudicar y mi deber es promover la esperanza en ustedes, por nuestros niños, por nuestros jóvenes, por el futuro.
Indira Urbaneja
@indiurbaneja
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