La reunión del Grupo de Lima en Ottawa (Gatineau), Canadá, mostró que se sigue avanzando en una estrategia internacional coordinada. Tres puntos destacan de esta reunión.
Primero, la incorporación de Bolivia, Haití y República Dominicana -esta última como observadora- y la no retirada de Argentina. Uruguay fue fundador del grupo y seguramente tendrá un papel más activo con el nuevo gobierno de Lacalle, que asume en marzo.
Segundo, se dejó claro que la solución no pasa por las elecciones parlamentarias, previstas en la Constitución, sino por unas “elecciones presidenciales libres, justas y creíbles”, con un Consejo Nacional Electoral (CNE) y un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) imparcial, así como con observación internacional, libertad de prensa y la participación política de todos los venezolanos.
Tercero, el grupo abre un “período intensivo de gestiones internacionales y consulta con todos los países interesados en la restauración de la democracia en Venezuela”.
En síntesis, el Grupo de Lima se dispone a embarcarse en gestiones y consultas con los gobiernos interesados para que se den este año unas elecciones presidenciales con condiciones aceptadas internacionalmente y entre ellas cambios en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Las cartas están sobre la mesa.
Por otro lado, EE.UU. lleva el tema a lo geoestratégico al no sólo afrontar a Cuba sino también a Rusia (sanciones a Rosneft), además de que acaban de anunciar que ya están en conversaciones con India y China.
En este sentido, el presidente (i) Juan Guaidó anuncia que se van a establecer comisiones para hablar con Rusia y China, y desde la reunión en Ottawa se sabe que al menos Canadá está en conversaciones con Cuba.
En lo regional, la situación está llegando a un clímax; pues los efectos de la crisis, producida por un régimen delincuencial que no está dispuesto a rectificar, ya está afectando significativamente a los países vecinos, todos ellos miembros del Grupo de Lima.
Ya pasó el momento de la solidaridad -una solidaridad bien concebida que hay que agradecer- pero ahora, con cientos de miles de venezolanos en sus territorios, el asunto se ha tornado en un tema de seguridad y estabilidad política e incluso económica y social en cada uno de los países que reciben refugiados venezolanos.
Da la impresión, y así esperamos que sea apreciado, que no basta con palear los efectos de la crisis vistos en la migración. Hay que ir a solventar el origen de ella. No es suficiente con contener al régimen venezolano, pues el castrochavismo está jugando y jugando duro a desestabilizar a los vecinos. Y esto ya ha sido denunciado por los países que han sufrido movilizaciones antigubernamentales aupadas por los servicios de inteligencia y contrainteligencia venezolanos, cubanos y rusos a través de, entre otras cosas, sus “ejércitos de trolls”, sus “fake news” y sus cuadros de agitación.
El comunicado del Grupo de Lima termina diciendo: “Creemos que es hora de enviar un mensaje claro e inequívoco a los venezolanos de que el momento de poner fin a esta crisis es ahora y que la comunidad internacional está lista para apoyar tal proceso”. En realidad nos hubiera gustado que el mensaje se lo hubieran enviado directamente al régimen o pranato madurista y a sus sostenes estratégicos. Pero en diplomacia como en política, a veces se envía un mensaje a uno, para que lo entienda otro
Alfredo Michelena
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