Juan Guaidó regresa fortalecido, externa e internamente, enmudeciendo las distintas voces críticas que se habían ido levantando en su contra, dentro y fuera de Venezuela. Ante la presencia global de este líder joven y dinámico, apoyado por una comunidad internacional que ratifica su compromiso con la causa democrática venezolana, contrasta el aislamiento y la soledad que envuelven a Nicolás Maduro atrapado entre el Palacio de Miraflores y el Fuerte Tiuna.
Hay un consenso amplio respecto al éxito de la gira internacional del Presidente Juan Guaidó. No sólo impulsó una mayor coordinación en los aliados internacionales, renovando el reconocimiento de su Presidencia, y volvió a colocar a la crisis venezolana en la agenda pública global, sino que brindó un mensaje poderoso para consolidar la unidad interna de las fuerzas democráticas venezolanas alrededor de su liderazgo renovador.
Guaidó regresa fortalecido, externa e internamente, enmudeciendo las distintas voces críticas que se habían ido levantando en su contra, dentro y fuera de Venezuela. Ante la presencia global de este líder joven y dinámico, apoyado por una comunidad internacional que ratifica su compromiso con la causa democrática venezolana, contrasta el aislamiento y la soledad que envuelven a Nicolás Maduro atrapado entre el Palacio de Miraflores y el Fuerte Tiuna.
La visita a Estados Unidos ha sido un cierre poderoso de la gira, porque mostró el carácter transversal, interpartidario, del apoyo que tiene Juan Guaidó en la política norteamericana.
Con un clima dividido por el impeachment contra Donald Trump, estando los políticos estadounidenses en un año electoral crispado y agresivo, el aplauso unánime que tanto demócratas como republicanos brindaron a Guaidó, demuestra que el apoyo que se le da supera las fronteras partidistas.
El hecho de que, al encuentro con el presidente Trump, le siguiera otro con Nancy Pelosi, demócrata que preside la Cámara de Representantes del Congreso, ratifica la amplitud del apoyo que recibe Guaidó.
El retorno del Presidente
Ahora viene el retorno a Venezuela. Llega poderoso, con un espaldarazo global que fortalece la unidad interna en torno a su liderazgo.
El primer impacto de esta gira es elevar mucho los costos que el régimen de Maduro tendría que pagar, globalmente, si procediera a impedir su regreso, o si llega a apresarlo al entrar en el territorio. En ese sentido, lo más probable es que lo dejen ingresar a Venezuela.
El segundo impacto es dotar de fuerza las decisiones que Juan Guaidó tome de ahora en adelante, permitiéndole avanzar sin mucha resistencia interna a sus iniciativas, que serán respaldadas con vigor por los actores políticos internos, observadas con atención por los actores internacionales, y probablemente respondidas con cautela por parte de Maduro y su entorno.
El tercer impacto, vinculado con el anterior, es que posiblemente el retorno de Guaidó incremente las expectativas de la población respecto a las posibilidades de una salida pronta a la crisis venezolana. Esto aumentará la capacidad de convocatoria masiva, que Guaidó podría usar para demostrar la revitalización del poder de calle de las fuerzas democráticas venezolanas.
Esta revitalización de la capacidad de convocatoria de calle puede agotarse con rapidez, en la medida que las expectativas generadas están colocadas sobre un plazo corto, dado el agotamiento que la depauperación vital ha generado en la población. Es acá donde el tiempo corre en contra de Guaidó y a favor de Maduro.
El último impacto es el incremento de su capacidad de interlocución, interna y externa, para llevar al chavismo a una encrucijada, donde Maduro esté obligado a ceder en una negociación para garantizar las condiciones políticas y técnicas para unas elecciones, presidenciales y parlamentarias, competitivas.
Los rusos también juegan, y los chinos
Los rusos, los chinos y los cubanos juegan duro, pero han permanecido silenciosos respecto a la gira internacional de Guaidó, moviendo sus fichas en el tablero global de manera distinta.
A pesar de la visita que el canciller ruso está realizando en América Latina, este sigue siendo un escenario secundario para Rusia, quien tiene sus intereses vitales más comprometidos en el Medio Oriente, Asia Central o en Europa del Este.
China juega con más fuerza en un tablero global, con su nueva ruta de la seda, con intereses económicos específicos en la región y en Venezuela, pero la guerra comercial con EEUU y la crisis del coronavirus han mermado el dinamismo de su economía. Su compromiso con el régimen de Maduro es una prioridad secundaria.
Para Cuba sí es vital el mantenimiento del régimen venezolano, y en cada momento crítico Maduro muestra su alta dependencia respecto a La Habana. Cuba mantiene su presencia en sectores clave de las decisiones del gobierno venezolano, incluyendo inteligencia y seguridad, pero la determinación que llegaron a tener en el sector militar parece haber disminuido.
Frente a estos, la alianza democrática global, consolidada por Juan Guaidó en esta gira, ha demostrado un alto nivel de compromiso y consistencia, tanto en la política de sanciones, como en la de presión diplomática y en el estímulo de una salida negociada, que pase por el diálogo político entre venezolanos.
Los retos internos de 2020 para Guaidó
Una vez Guaidó pise tierra venezolana el reloj empezará a correr en su contra, por lo que es imprescindible aprovechar el efecto de la gira para poner en acción iniciativas que nos acerquen a la democratización. El año 2020 es el último de esta Asamblea Nacional.
Maduro quiere conducir a la oposición a una encrucijada electoral exclusivamente parlamentaria, con condiciones políticas que le hagan muy difícil a la oposición participar y a la mayor parte de la población confiar en sus resultados. Guaidó y la Asamblea Nacional necesitan llevar a Maduro, y a una sociedad venezolana desesperada, a unas elecciones presidenciales competitivas. Entre la agenda máxima de unos y otros se debatirá el conflicto venezolano los próximos meses.
La apuesta de Maduro es que la Asamblea Nacional, y Juan Guaidó, sean incapaces de poner en acción una estrategia política movilizadora, a corto plazo, que lo obligue a ceder a la exigencia de unas elecciones presidenciales inmediatas.
La apuesta de Guaidó es construir el momento, con la gente en la calle, con la alianza internacional activada en torno a unas elecciones presidenciales, y con puentes tendidos, para generar los cambios imprescindibles para que los venezolanos puedan volver a expresar su voluntad mediante el sufragio libre. El tiempo corre…
Ysrrael Camero
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Desde España
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