“Una estúpida terquedad es el duende de mentes pequeñas, adorada por estadistas pigmeos, sus filósofos y adivinos”. Ralph Waldo Emerson
Mi abuelo, Manuel P. Torres, afirmaba que hay cosas que solo entendemos cuando nos arropan los años. Pero en mi caso, al ritmo en que estos años se me amontonan menos puedo entender tantas cosas que no solo me parecen inentendibles, me parecen asaltos a la razón. No puedo entender que un marxista esté a punto de contender por la presidencia del país que más ha combatido esa ideología. La más grande aberración filosófica, económica y política en la historia de la humanidad. Y que el apoyo base de Bernie Sanders sea lo más preciado de una sociedad, su juventud, que, después de haberlo bebido en las universidades ahora piden el comunismo.
No entiendo las oleadas de gente que se amontonan en la frontera sur exigiendo entrar al país y, si lo consiguen, proceden a formar sus asentamientos a imagen y semejanza de los lugares que abandonan en su desesperación. No entiendo que sus patrocinadores, en su ceguera, esgriman que sus “indocumentados” tienen derecho de ilegalmente penetrar EU sin darse cuenta qué esa actitud es lo que más provoca su rechazo. Que su defensa de parte de las televisoras en español y, sobre todo, activistas como Jorge Ramos y la Dra. Ana María Polo produzcan a diario sus arengas que provocan los americanos, de todas las razas, aceleren los motores de su rechazo para identificarlos como un peligro claro y presente. Mientras más empujan menos avanzan y más crece su rechazo.
No entiendo que un hombre, homosexual, casado con otro hombre, estuvo en la recta final de la candidatura a la presidencia. Y, si hubiera sido electo presidente, los EU habrían tendido, en lugar de una primera dama, un primer caballero y quien se atreviera a expresar alguna crítica, hubiera recibido toda la furia de sus organizaciones LGTBQ que agrupan miles de sus soldados portando más poder y violencia que los sindicatos manejados por la mafia. Un segmento que agresivamente avanza sus “derechos” invadiendo los derechos del resto de la población. Un hombre que en sus giras promovía la homosexualidad entre los niños.
El que, entre sus logros, jóvenes transexuales participen en competencias deportivas como mujeres destruyendo las vidas y sueños de jovencitas que pierden becas y otras oportunidades. Y, en un caso extremo, Obama llamara a Bruce Jenner para felicitarlo por haber decidido convertirse en mujer. El ver grotescos hombres vestidos de mujer y si alguien se dirige a ellos como Señor, no señorita, arman batallas campales. Si esto lo conjugamos con programas de “igualdad de oportunidades”, estaremos atestiguando contrataciones forzadas para que estos sujetos desfilen en pasarelas internacionales de la moda vistiendo ropa interior muy sexy y sugestiva.
Una de mis hijas tuvo una experiencia que la impactó. Conoció los padres de un niño compañero de uno de sus hijos. Al padre le notaba modales afeminados. Llegaba la cena de Navidad de la compañía de mi yerno. Uno de los ejecutivos más prometedores aparecía con una novia que había anunciado era una belleza. Cuando se las presenta, a mi hija se le hizo cara familiar. Cuando regresaban a casa ella tuvo un momento Eureka y casi grita, “¿sabes quién es la supuesta novia de tu ejecutivo?” “No”, responde su esposo. “Es el papá del niño amigo del nuestro” revira mi hija. Finalmente comprobaban que el joven ejecutivo se había enamorado de esta “dama” sin darse cuenta de que era hombre. El pobre muchacho todavía sigue recibiendo terapia. Mientras que California ha legislado para prohibir el uso de “ella y él”.
Ni leyendo las palabras de Joni Eareckson, “Dios permite lo que odia para lograr lo que ama”, puedo entender tantas cosas.
No entiendo el diabólico desprecio por la vida cuando varios estados han legalizado, a elección de la madre, el asesinato de bebés al nacer. Que una ley para proteger esos bebés fuera rechazada por los demócratas. Que en los últimos 40 años se hayan practicado cerca de 70 millones de abortos y, lo más aberrante, subsidiadas por el gobierno, las organizaciones que los llevan a cabo lucren vendiendo partes de los bebés abortados a fabricantes de diferentes productos. Algunos de estos bebés, aun vivos en el vientre de la madre, son desmembrados en un espectáculo que horrorizaría a ISIS. Y lo más triste es que gran parte de la población acepte esto como una gran conquista de los derechos de la mujer.
No entiendo la corrupción política que, con el triunfo de Trump, ha emergido a la superficie para mostrar el interior de la bestia que ahora amenaza con devorar al país. Una bestia que ahora expone al mundo los escombros morales de una nación que, después de los 12 años de las gestiones Clinton, Bush, Obama, ahuyentaran de la política la ética, la integridad y los compromisos nacionales que juraran proteger. Guerras, ayudas a países enemigos, saqueos de otros, desfalcos como los $6 trillones en el departamento de defensa, al mismo tiempo que se gestaba un nido de serpientes para alojarse en instituciones como el FBI, el Departamento de justicia, todas las organizaciones de inteligencia y seguridad convirtiéndose en lo que juraran combatir.
No entiendo que, en tres ocasiones, esas serpientes activaran un fallido golpe de estado cuando, sorpresivamente, su candidata perdiera la elección frente a un hombre que nunca había participado en política. La forma en que se perdió la integridad y el honor de un Congreso convertido en brazo ejecutor de ese grupo de criminales para eliminar todos los obstáculos en un proceso que, oculto ante la gente, requería de su permanencia sin límites y debían lograrla aun infringiendo la constitución. Un congreso integrado por islamistas que odian EU y mantienen ligas con organizaciones terroristas. Un mercado donde se compran y se venden lo que, sin límites, se oferta, se demanda y se subasta en una fatal complicidad que pretendían eternizar.
No entiendo que los ilustrados y perfumados del mundo, especialmente los mexicanos, a pesar de los increíbles logros económicos del presidente mantienen sus tercas posiciones ahora afirmando que la economía no es todo, y plasman sus sentimientos sin lógica como propuestas para derrotar a Trump sugiriendo, inclusive, una boleta encabezada por el camarada Bernie y un “demócrata moderado”. Ese hombre admirador de Fidel Castro, gran amigo de Daniel Ortega, quien disfrutara su luna de miel en la Unión Soviética y, en el proceso, se haría millonario en una vida totalmente dedicada a la burocracia. Un hombre cuyas propuestas, sin que tenga la menor idea de sus costos, podrían alcanzar los $90 trillones.
Por más que analizo no puedo entender un panorama que me parece un infierno de Dante. Y, para que este horizonte preocupe a un hombre como yo que nunca he presumido de religioso, debería preocupar a todos. Es cuando pido a mi abuelo me envié algo de su sabiduría para comprenderlo, pero me responde que, aun para él en la gracia de dios, es indescifrable. Tal vez el coronavirus es un llamado de dios a la cordura.
Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
@elchero
Mexico
Los grandes hombres son como las águilas. Construyen sus nidos en una majestuosa Soledad. Porque un alto grado de intelecto tiende a convertir al hombre en un ser antisocial. Arthur Schopenhauer
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