La aclaratoria resulta bastante lógica. No se avistaron marines robustos o batallones interminables en las costas. No fue una invasión, ataque esquemático ni mucho menos un plan refinado a la usanza de las mejores películas de guerra. Ese complot mascullado entre dientes y que ha sido introducido como un informe de estado, no es creíble tal cual y el cuento tampoco se lo ha tragado la comunidad internacional.
Donald Trump emitió su veredicto sobre estos sucesos. Esgrimió con el sarcasmo característico y sin titubear que, si deseara ir a Venezuela, “no lo haría en secreto. No mandaría a un pequeño grupo. Sería un ejército y eso sería llamado una invasión”.
Pese al desmentido, no puede decirse que no haya sucedido. Tampoco que no sea un montaje. Resulta cierto que los temores se encuentran a la orden del día en Miraflores. Que la imaginación es inagotable cuando la confusión invade y la situación se complica más cada día. Pero no sería la primera vez que tratan de sacar del poder a un gobernante con método poco efectivos.
La historia es robusta en hechos con mensajes inquietantes. El mismo Oscar Pérez es un ejemplo contado. Por eso que un grupo de militares trate de hacer justicia por sus propias manos y con estilo no tan asertivo, no parece descabellado, aunque sí carente de pólvora para lograr el cometido.
La trama se ejecuta por vía marítima. Se contabilizan ocho fallecidos y capturadas 16 personas, entre ellas dos ciudadanos estadounidenses. Los organizadores alegan que fue interceptado apenas un grupo pequeño en Macuto. Que solo hacían una “operación de reconocimiento” por posible fuga de información.
Un capitán llamado Javier Nieto Quintero precisa ser miembro de la Operación Gedeón. Dice ser especialista en asuntos fronterizos y seguridad pública. Ha declarado al periodista Napoleón Bravo que “el régimen maneja mucho dinero para infiltrar y comprar personas”. Reveló que no cuenta con recursos logísticos suficientes.
Por supuesto, estos acontecimientos sirvieron para pintar las pantallas televisivas y saturar de información a todos los medios de comunicación. Maduro apareció dando su informe detallado de lo sucedido. Recalcó que fue organizado por Clíver Alcalá para derrocarlo. Que un ex boina verde llamado Jordan Goudreau planificó la fallida incursión, que entrenaba a un grupo de desertores del Ejército venezolano en Colombia y que fueron capturados dos miembros de sus fuerzas especiales norteamericanas.
Entretanto, el tal Goudreau ha afirmado que fue contratado el año pasado por Juan Guaidó. Frente a esta acusación, el presidente interino ha aclarado que “no se necesitan mercenarios extranjeros para liberar a Venezuela”, catalogando lo sucedido en Macuto y Chuao como montaje o falso positivo, con la intención de desviar la atención. Tal vez también sirva de excusa documental para detenerlo.
Ante esta posibilidad, el mismo Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos hizo una advertencia inconmovible. Alertó que está monitoreando cualquier amenaza potencial contra el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, puntualizando que el objetivo es una transición pacífica y democrática.
Todos estos hechos parecen ser una camuflada del régimen. No está absuelto de sus culpas y el victimizarse es una estrategia que le ha servido por años. Existen indicios para no creer en esta nueva creación. Cierto que Washington no quiere a Maduro en el poder. Para ello, ha formulado acusaciones por narcotráfico hacía él y sus personeros, teniendo a un contingente militar amplio en aguas del Caribe. No buscaría a un puñado de insurrecto para tal fin.
Ni Colombia ni los gringos apelarían al tal Goudreau para cambiar el destino del país. El sujeto tiene abierta una página en internet ofreciendo sus servicios e incurriendo hasta en plagios graves. Tampoco Guaidó buscaría a este individuo, al contar con el respaldo de más de 50 naciones y el cuidado de los EE. UU. Lo hubiese hecho mucho antes y no, cuando tantos factores arriesgan la permanencia de la usurpación en el poder.
El tiempo permitirá conocer la veracidad de este evento, suscitado en tan extrañas circunstancias. No sabemos si es una trampa tendida para apresar a Guaidó o si un grupúsculo tuvo los impulsos ingenuos de acallar a una dictadura, que posee más de 20 mil funcionarios cubanos y el amparo de varios movimientos subversivos. La Operación Gedeón servirá, en todo caso, como un anecdotario en las doradas páginas de la historia de la nueva independencia venezolana.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
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