miércoles, 3 de junio de 2020

ADRIANA MORAN, EL ENEMIGO IMAGINARIO

La revolución tuvo muy claro desde el principio quién sería su enemigo. Lo escogió porque se adaptaba a sus propósitos. Un enemigo inmenso y deshumanizado que le daría valor épico a su gesta y que nunca lo defraudaría porque siempre estaría allí para oponersele y para culparlo de todo. El imperio es el enemigo más conveniente para quien no pretende lidiar con el riesgoso antagonismo del juego político en el que unas veces se pierde y otras se gana.

Enfrentarse a un gigante que no se puede derrotar ni tampoco puede derrotarte porque en realidad no existe más allá de las construcciones febriles que se puedan hacer de él, te asegura para siempre el conflicto necesario y la supervivencia.

Así, los adversarios dejaron de tener nombres y rostros para convertirse en apátridas, lacayos del imperio, traidores a la patria y una lista larguísima de calificativos cuyo fin último era despojarlos de sus cualidades políticas para adaptarlos al gran juego del enemigo imaginario. Disminuirlos. Ridiculizar el papel que estaban obligados a desempeñar.

Una revolución que tuvo la mayoría supo prepararse para la pérdida progresiva de su popularidad anulando a su contrincante. Convertida en mayoría, la oposición podía enfrentarlo y hacer el trabajo que le correspondía y que llegó a hacer en un par de oportunidades desafiando la trampa anti-política de su adversario y acudiendo a las urnas electorales para despojarlo de su fuerza.

Pero cayeron en su juego. Se sumaron a la deshumanización del enemigo en el que el otro les lleva años de ventaja. Le endosaron poderes casi sobrenaturales, lo re-nombraron, lo acusaron de dirigir conspiraciones alrededor del mundo, lo sacaron del terreno de la política en el que hubieran podido enfrentarlo y vencerlo ahora que eran muchísimos más, para pasar a confrontarlo con su mismo delirio.

Ya no somos la oposición mayoritaria que armada de la Constitución puede ser una fuerza indetenible frente a las menguados respaldos que le quedan a la revolución en las urnas. Ahora somos una fuerza militar-policial que pide recompensa por las cabezas de unos narcotraficantes criminales con el respaldo de ese imperio que la misma revolución escogió como su enemigo.

Nos hicieron entrar en el único juego que no podemos ganar porque no depende de los millones que lo adversamos y estamos dispuestos a hacerle frente. Un juego que puede ser jugado por años de enemigo imaginario a enemigo imaginario.

Si no somos capaces de volver a lo que sabemos y podemos hacer, ellos nos habrán derrotado.

Adriana Moran
adrianamoran@gmail.com 
@NuevaTec47 

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