miércoles, 3 de junio de 2020

GABRIELA CALDERÓN DE BURGOS, RECONOCER LA REALIDAD, CASO ECUADOR

Nos hemos empobrecido marcadamente y la propuesta de aumentar impuestos del gobierno, afortunadamente derrotada en la Asamblea, nos hizo perder tiempo. La solución a la crisis fiscal que aflige a la economía ecuatoriana desde que se acabó la bonanza petrolera —nótese que mucho antes del coronavirus— siempre estuvo en la reducción del gasto público y para lograrlo no se requiere la intervención de la asamblea. 

El gobierno pretendía gastar más de $35 mil millones en 2020 y ni siquiera antes de la pandemia teníamos suficientes ingresos para cubrir ese presupuesto. Se ha vuelto una costumbre que el Estado ecuatoriano funcione en torno a un presupuesto que todos los años proyecta gastar más de lo que ingresa. Una receta segura para el desastre. 

Varios años hemos advertido acerca de la necesidad de devolver el Estado ecuatoriano a la dimensión que tenía antes del experimento de la llamada Revolución Ciudadana, esto es alrededor de un 23% del PIB. Con ese estado el país crecía a una tasa promedio ligeramente por encima de aquella que se registró durante la década del correísmo, cuando este se duplicó llegando a ubicarse en un promedio de 40%. Desde ese entonces, el gobierno de Lenin Moreno podrá haber dejado de asfixiar la libertad de expresión, pero nada hizo para cambiar el modelo de gobierno heredado. Entonces seguimos con un aparato estatal que en 2019 consumió 36% del PIB. 

Pero la realidad se impone e incluso el mismo Correa tuvo que empezar la reducción del tamaño del estado, llevándolo desde 43% del PIB en 2014 al 37% en 2016. La austeridad empezó con Correa y con Moreno se interrumpió. 

Hoy nos enfrentamos a la realidad de un Estado que debe ajustarse a sus ingresos porque se le han cerrado los mercados de capitales y se desplomó la recaudación tributaria. Lo único que queda es ajustarse a un ingreso más bajo. 

El economista Abelardo Pachano sostuvo esta semana que “la sociedad puede mantener un presupuesto del gobierno de 15.000 millones de dólares, pero tiene un gasto de 24.400 millones. Esa diferencia hay que eliminarla pues se ‘iban’ a cubrir con petróleo y deuda y no hay forma de hacerlo”.

Necesitamos un cambio de enfoque. En lugar de pensar “¿cuánto le falta al estado?”, deberíamos de pensar “¿cuánto tiene el estado?” y cómo prioriza su gasto para ajustarse a los recursos disponibles. El fin es el bienestar de los ecuatorianos, para lo cual es necesario lograr el crecimiento económico, un factor indispensable para lograr la reducción de la pobreza.

El recientemente fallecido economista italiano Alberto Alesina realizó importantes trabajos demostrando cómo las políticas de austeridad que se concentran mayormente en la reducción del gasto público podían generar un mayor crecimiento económico. Ya intentamos mantener el estado obeso heredado del correísmo y perdimos años en estancamiento. 

La dura realidad de esta crisis puede ser la oportunidad precisa para cambiar la estructura del estado, lo cual no solo nos permitiría iniciar la recuperación económica, sino que también nos encaminaría en una ruta de crecimiento sostenido. Las personas que piensan que todavía es posible mantener el Estado grande están desconociendo la realidad: no hay plata.

Gabriela Calderon de Burgos
gcalderon@cato.org
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Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 29 de mayo de 2020.

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