Esa petición exagerada, de que hacer elecciones “a como de lugar”, no nos va a resolver los problemas. Más bien nos recuerda una vieja expresión de las mujeres de cierta edad, que quedándose solteronas y sin un buen partido, decían: “me voy a casar con el primero que pase para quitarme los problemas de encima”.
Si alguna mujer hizo caso a este dicho, es seguro que no tardó en arrepentirse.
En esa óptica, y como si no tuviéramos suficientes problemas, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) volvió a intervenir en las competencias de la Asamblea Nacional, el viernes pasado.
En esta ocasión –porque no es la primera vez- esta intervención está revestida de una magna gravedad.
Tiene que ver con la composición de la directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE). Un ente que debe ser imparcial, para poder garantizar la transparencia de los procesos electorales.
En los países democráticos, si es que vivimos en uno que lo sea, las crisis de gobernabilidad se resuelven civilizadamente.
Esto implica que funcione la política, y que las instituciones democráticas operen.
Si eso no ocurre de esa manera, se corre el riesgo de que la civilidad sea reemplazada por la violencia.
Ese aterrizar en la violencia, para resolver los problemas que la política no logra resolver, no la debería de querer nadie.
Por eso no es extraño que se pidan elecciones para resolver de una vez por todas la crisis que signa la vida de los venezolanos. No es extraño, y es el deber ser.
Como en la letra chiquita de los contratos de adhesión bancarios, debemos subrayar que “ciertas limitaciones aplican”.
Los venezolanos, a estas alturas de la crisis, no son pendejos. Mucho menos recogidos a lazos un domingo para llevarlos “a ciegas” a votar. Con tapaojos, para no ver, y tapabocas, para no protestar.
Creer simplemente, que con una votación sin garantías se van a resolver los problemas del país, es también una cretinada de magnas proporciones. Similar a las solteronas, que piensan casarse para resolverse.
Elecciones sin garantías –decimos- lo único que lograría sería un “lavarse la cara” del responsable de la crisis.
Por eso es extraño, que un grupo de dirigentes políticos de amplia experiencia, se hayan subido al autobús electoral del régimen para demandar ante el TSJ –controlado por el régimen- un presunto vacío de la Asamblea Nacional por no haber designado los rectores del CNE.
La verdad que no hemos visto hasta ahora, de ese plantel de esclarecidos amigos políticos, haber demandado ante el TSJ el vacío del gobierno para proporcionar salud, educación, deporte, recreación, trabajo, seguridad, etc. etc.
Presumiendo las buenas intenciones, serían posiciones de ingenuidad. Sospechando malas intenciones, daría para pensar cualquier cosa.
Elecciones sin garantías, no es la solución.
Eduardo Rafael Martinez
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Italia
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