Introducción: lo hecho por el desgobierno y sus consecuencias
El “Tribunal Supremo de Injusticia” acaba de juramentar un CNE ilegítimo. ¿Qué hacer ante este gran despropósito del desgobierno, en alianza con la crema y nata de la corrupción opositora? Aquí reafirmamos nuestra propuesta de un plebiscito tipo 16-J como nuestra mejor opción. Lo que es enteramente posible si usamos un CNE legítimo nombrado por la AN.
La idea es reorganizar a la oposición, para delimitar quienes quieren salir de Maduro y quiénes quieren cohabitar con él. Pero debe hacerse por una votación: que el pueblo decida. Esto garantizará que la salida sea la más expedita, porque así se acopian y se organizan, con un solo plan, todas las fuerzas disponibles, hoy dispersas o en conflicto, pero que son muy superiores a las del desgobierno.
De entrada, consideramos que, a pesar de lo que demasiada gente cree, la acción del desgobierno es muy positiva para nosotros. Viendo el bosque, no mirando solo algunos árboles. Es una acción desesperada de un jugador acorralado, un autogol del desgobierno, que a generar varias acciones en su contra que nos van a favorecer.
Primero: porque ya no hay excusa posible de legitimidad institucional en el entorno internacional. Segundo: en ese mismo sentido, ya de falta de legitimidad de origen, no solo legal, que se producirá una abstención que batirá todos los récords de la historia y permite que reaccionemos con una agenda propia. Una elección paralela que, por contraste, nos muestre ganadores.
Tercero: desarma a los flautistas de Hamelín internos (los analistas que abogan siempre por las elecciones, el diálogo sea como sea), pues se demuestra de nuevo que la cohabitación solo sirve para dar oxígeno al desgobierno en este juego de facto. Si este ve que quieres cohabitar, jugará coraje como estrategia óptima, y al confrontar se queda con todo el territorio. Esta vez le metió un knockout definitivo a esa oposición.
En el artículo siguiente, describo con más detalle lo que ha pasado desde la teoría de juegos, ilustrando que la cohabitación no es un “equilibrio de Nash”, en el que cada jugador tiene incentivos para jugar su parte, pues el desgobierno no cohabita si la oposición cohabita, sino que se aprovecha de ella para afianzarse en el poder:
Felipe Pérez Martí
@Sabiens
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