Al observar la polarización y las investigaciones de opinión, es evidente que quienes participen en las parlamentarias por la oposición serán tildados de colaboracionistas, de hacerle el juego al gobierno. Hasta el informe de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos dejó claro que no hay garantías, que el C.N.E. no se seleccionó conforme al acuerdo legal y político necesario, que se han intervenido partidos fundamentales como A.D. y Primero Justicia. Lo mismo han repetido la O.E.A., la Unión Europea, el Grupo de Lima, alineados con los 60 países que apoyan a Guaidó.
El encuestador José Antonio Gil Yépez ha expresado que la abstención va a estar en niveles récord, a tal punto que la participación estaría en un 11%. Lo que significa que si el PSUV mueve su maquinaria obtendría una mayoría calificada de la votación. ¿En este escenario tan comprometido vale la pena concurrir? Alguno podría alegar que a pesar de lo que dicen las encuestas con el incremento de los diputados y la proporcionalidad, la oposición podría tener varias decenas de diputados con un 35% de los votos.
Con los comicios el gobierno busca seguir debilitando a Guaidó, poniéndole punto final a la legislatura que encabeza, a la vez que tener una oposición a su medida. El gobierno, cuando no le convenía el revocatorio de mitad de periodo, lo desapareció de la escena. En todo caso el régimen cuenta con el T.S.J. y con una Constituyente írrita que le permite, pase lo que pase en la elección, hacer lo que le venga en gana.
Venezuela no puede seguir como va. Necesitamos financiamiento, y recuperar la producción petrolera para empezar, tener gasolina permanente. Las cifras del coronavirus crecen cada día. La crisis de los servicios públicos y la hiperinflación ahogan a la población. La elección parlamentaria no resolverá lo fundamental. Más bien profundiza la confrontación con quienes no van a participar.
Oscar Arnal
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