El Estado es una categoría sociopolítica y político-jurídica. Su caracterización es tan vasta, que suele confundirse con acepciones distanciadas de especificidades que sólo tienen cabida en el contexto bajo el cual su concepto adquiere sentido, magnitud y resonancia. La teoría política, lo refiere como una organización política. Aún cuando basado en una institucionalidad creada a instancia de un proyecto ideológico, el Estado se hace de un poder mediante el cual se plantea objetivos específicos. Así se tiene, la sustentación de intereses que concilien necesidades sociales con recursos económicos.
La teoría social, aferrada al mismo principio, le imprime importancia a la presencia de una comunidad humana. Tanto, que su permanencia en un territorio y apegado a una cultura común, le otorga derechos y libertades de los que se vale para legitimar una personalidad colectiva con la cual identifica sus demandas ante la burocracia correspondiente.
La teoría económica, así como otras ciencias de flexible análisis, traza un concepto de Estado que se encuadre con sus visiones de situaciones en estudio. Así que difícilmente, puede destacarse un concepto de Estado que luzca complaciente con las distintas teorías. Sin embargo tal profusión conceptual, es algo perturbadora al momento de sincronizar una idea o propuesta, con una realidad específica. Claro, desde la perspectiva de una teoría científica en particular.
No obstante, aparece otro problema cuando se monopoliza la utilización del concepto de Estado. Tiene que ver con la ideología que fundamenta el proyecto de gobierno del cual se sirve la burocracia estatal para justificar sus ejecutorias. Sobre todo, cuando se viven períodos definidos por crisis de ideologías y crisis de sociedad.
Cada ideología fija un concepto de Estado. Ello, en función de la disposición que maneja en beneficio de sus intereses y necesidades. En consecuencia, la gestión gubernamental se acoge a un tipo de Estado sujeto al sistema político, económico o social seguido. Sien embargo, se definen según la representatividad del poder político que detentan. O según la distribución territorial del poder manejado. Por ejemplo, se habla de Estado de Bienestar, y Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. También, se atiene a formas pervertidas de gobiernos. Surge entonces el Estado dictatorial, totalitario, autoritario, hegemónico, liberal, entre otros.
Asimismo, se menciona el Estado forajido, el fraudulento, el delincuente, el narco-Estado. De estos, derivan aquellos que no persiguen el bien común. Aparece el Estado fallido, el Estado profundo, el Estado invertido y el Estado “impropio”, el cual constituye la razón de esta disertación.
Un concepto que desnuda la traición
El Estado “impropio”, es un concepto que se aparta de cualquier convencionalismo que tipifique al Estado no según su forma de ejercer el gobierno. Mucho menos, atendiendo el manejo del poder político. Tampoco, visualizándolo como institución que centraliza el uso de la fuerza legítima a fin de evitar exasperaciones que pongan en riesgo su supremacía jurídico-política.
El Estado “impropio” es aquella organización que, valiéndose del poder que detenta a través de variados organismos de autoridad y contención de libertades mediante la represión, actúa a instancia de intereses que no precisa. Encubiertos ideológicamente. Sobre todo, por aprovecharse de cuanta coyuntura le permita enquistarse en el poder. No sólo sin medir sus alcances. Igual, valiéndose de toda contingencia que pueda convertirla en justificación de su proceder. Indistintamente, esté apegada a la ley. O porque pueda ajustarlas a su entera conveniencia.
El Estado “impropio” se atavía de aparato jurídico-político e ideológico, para abusar de condiciones que transforma en groseras atribuciones. Así actúa asumiendo de modo impositivo, funciones de gobierno autoritario, despótico y arbitrario.
El Estado “impropio” se hace de tanta impunidad, procacidad y desvergüenza, que vulgariza sus decisiones al dejar de lado la corresponsabilidad republicana le infunde el Derecho y la Justicia. Por tanto, desconoce el sentido como Estado que brinda la ciencia política. Se reduce a una insulsa coalición geopolítica, interesada en negocios oscuros que le reditúan beneficios operados al libre albedrío. O al margen de la institucionalidad y constitucionalidad.
El Estado “impropio”, improcedente en todos los sentidos, pierde de vista valores que exaltan derechos fundamentales, principios, y deberes. Se desvía del ejercicio de la política en su concepción más equitativa. Su imagen se circunscribe a un retorcido oficio de “negociante intrigante”. Además, deliberado y traidor. Luce una estampa desatinada. Sólo muestra lo ruin que llega a ser cuando su confabulado proceder, lo lleva a representar y ser lo más impúdico en el ejercicio de la política. O sea, el Estado “impropio”.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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