“Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuanto se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”Nelson Mandela
El fallecimiento del líder sudafricano Nelson Mandela conmovió al mundo, pues fue un ser que lo dio todo a cuenta de nada, en manifiesta demostración de la humildad que predicó con el perdón a lo largo de su vida,al mismo tiempo que sostuvo una denodada lucha contra la discriminación y la opresión racial. Fue sin duda alguna un extraordinario ejemplo de lucha y de sacrificio con visión de una humanidad distinta, conducta que observó a lo largo de sus 95 años de existencia.
Fue un auténtico revolucionario,fundador de un partido político para impulsar la lucha contra la segregación y la construcción de una sociedad justa, por lo que se convirtió en un icono para muchos líderes del mundo, que en su juventud enfrentaron a dictaduras militares y pagaron incluso sus luchas con cárcel. Mandela fue un genuino apóstol y líder que guió a todos quienes luchan por la justicia social y por la paz en el mundo, por eso los merecidos honores póstumos que se le rindieron.
El régimen de Maduro que no predica precisamente estos principios, pretende mostrarse ante el mundo como un gobierno democrático y apegado a los derechos humanos, tantas veces vulnerado, pues ha encarcelado a hombres y mujeres por el solo hecho de no comulgar con su tan pregonada revolución socialista y mal llamada bolivariana, han sido estigmatizados, humillados, exiliados y víctimas de cuanta aberrante actitud se le antoje, prevalido de la celestina complicidad de los poderes secuestrados: TSJ, Ministerio Público y demás.
Seguros estamos que el fallecido ex Presidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz, mostraba su preocupación por los acontecimientos que en los últimos años venían ocurriendo en nuestro país, por la negligente conducción de sus destinos a manos de quienes pregonan a voz viva ser genuinos defensores de los derechos humanos, y que a contrapelo de la verdad pretenden esconder todo cuanto acontece en nuestro país.
A los ojos del mundo, el régimen chavista-madurista disfrazado de un falso bolivarianismo procura mostrarnos como un país en pleno apogeo y desarrollo, pero la verdad es otra, pues vivimos en una nación desconocida y dividida, por culpa de un gobierno empeñado en destruirla. No obstante, algunos ciudadanos siguen creyendo no haber tocado fondo y continúan sucumbiendo a los cantos de sirena, empalagados por voces y melodías que se van apagando paulatinamente. Estamos en presencia de una Venezuela, que se acostumbró a vivir del gobierno, a costa del dispendio público que les permite disfrutar de las mieles del poder, en medio de una orgía en la que exhiben lujosos vehículos, costosas viviendas en zonas residenciales de la tan criticada burguesía , yates, viajes al exterior y cuantiosas cuentas bancarias.
Pero la verdad, verdadera, es que los venezolanos vivimos a expensas de una economía controlada por el Estado que todo lo importa, pero que siempre falta en la despensa de las familias, salvo algunos productos básicos de los cuales el país está constantemente desabastecido, y no palpa que en los barrios periféricos hay profusas carencias, aun cuando haya gente que se siente atendida gracias a las medidas populistas de un Estado dadivoso, dispuesto a sobrevivir políticamente a costa de cualquier precio, ahora con el péndulo de un dólar sobre su cogote.
El cinismo de este régimen es verdaderamente ilimitado, y ya el pueblo venezolano conoce a los extremos que puede llegar, en su desmedida pretensión de aferrarse por años al poder, sin importarle vulnerar los derechos humanos y cínicamente afirmar que en “Venezuela no hay presos políticos, sino políticos presos”; que la derecha golpista conspira para derrocar al gobierno revolucionario, socialista y mal llamado bolivariano; que el desabastecimiento es una maniobra de sectores reaccionarios y enemigos del proceso (¿) que lo adversan; que no existe la crisis hospitalaria a nivel nacional; que los apagones es un sabotaje de la oposición para crear zozobra y terror en la población; que los textos escolares en los que se exalta la figura de Chávez son para crear conciencia de Patria; que la inseguridad es consecuencia del crecimiento poblacional y ello ocurre en todo el mundo. Y toda una sarta de mentiras que hasta el propio Heinz Dieterich, mentor de la llamada teoría de la Revolución socialista del siglo XXI y que se alejó de Chávez hace más de diez años, refiere que "el precio que se pagará por esta ceguera política es claro: conmoción social, seguido por un régimen militar o elecciones generales que ganará la derecha".
Dieterich al cuestionar las medidas económicas de Maduro señaló que "es obvio que esas medidas fueron concebidas por mentes estatistas fuera de la realidad, es decir, mentes que siguen con la absurda idea de que el Estado venezolano está en condiciones de imponer su voluntad a la crematística de mercado por la fuerza armada- y con un desconocimiento total de las ciencias económicas y políticas. No tiene nada de sorprendente, entonces, que estén acelerando el fin del bolivarianismo, con suicida rapidez".
Todo lo anteriormente señalado marca una gigantesca distancia entre la obra y acción del difunto líder sudafricano Nelson Mandela y un régimen que se precia de ser humanista y democrático y que para colmo compara a Chávez con Mandela, quien luego de haber gobernado a su país se negó a la reelección, y afirmaba: “Mi ideal más anhelado ha sido el de una sociedad libre y democrática en la que todos vivan en armonía, con iguales oportunidades. Espero vivir lo suficiente para verlo. Pero si fuera necesario, es un ideal porque estoy dispuesto a morir”.
Existe una enorme diferencia, del tamaño del globo terráqueo, y es obvia la comparación por supuesto entre el régimen chavista-madurista y el fallecido líder sudafricano Nelson Mandela quien desmanteló el apartheid en su nación, en tanto que los seudo revolucionarios socialistas, marxistas y mal llamado bolivarianos apoltronados en el poder, instauraron el apartheid político desde hace 21 años, con las consecuencias que hoy día padecemos, quienes habitamos esta otrora generosa pero sufrida patria..
Nunca permitamos que las futuras generaciones digan que la indiferencia, el cinismo o el egoísmo no nos permitieron alcanzar los ideales del humanismo, que predicó o puso en práctica el Premio Nobel de la Paz. Lo que si está claro es que el denominado modelo bolivariano del socialismo del siglo XXI, hoy más que nunca hace aguas por muchas partes, más aún desde que asumió el poder Nicolás Maduro, quien hoy día ve un negro horizonte en su porvenir personal y político. Tic…tac.tic..tac..
Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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