Los últimos 4 años mi aventura política ha sido una gran lección que me ha enseñado cómo las pasiones políticas, mal-manejadas, llegan a romper lazos de toda una vida. El apoyar a Donald Trump me ha costado amigos, repudio de los economistas libertarios light, y casi un linchamiento cuando tuve la osadía de ir a un supermercado del barrio chicano de Tucson con mi gorra MAGA. Y yo me pregunto ¿Por qué ese odio?
Dicen que los verdaderos amigos se hacen en la niñez y, ante los problemas, son los que siempre se forman a tu alrededor. Sin embargo, yo tuve la fortuna de encontrar un amigo especial ya en mi vida adulta. Un tipo muy diferente a las multitudes sin rostro llamado Gary Triano. Alguien que siempre vivió al filo de la navaja y muriera de la misma forma cuando, al montarse en su auto, explotara una potente bomba en un asesinato solicitado por su ex esposa para cobrar su seguro de vida.
A inicios de los años 90, Gary fungiría como anfitrión en una visita a Tucson del empresario de moda, Donald Trump. Me invitaba a una cena en su casa para tan distinguido visitante y, aclaraba, sería para poca gente. Yo, como todo mundo, tenía información de quien era Trump, un hombre que antes de sus 40 años había construido una impresionante fortuna operando no solo en EU, también en otros 10 países. Un hombre que, además, tenía otras bendiciones como un padre gran emprendedor que lo dirigiera por esa complicada ruta de los grandes negocios, muy buen atleta en su época de estudiante, e inclusive, tuvo una oferta para jugar beisbol profesional. Pero, sobre todo, un hombre a quien Ronald Reagan en una carta lo animaba a participar en política, misma petición que le había hecho John Kennedy Jr.
La invitación no me entusiasmaba, pues Trump, portaba la reputación de ser arrogante, brusco y de un complejo de superioridad que seguido exhibía. Fue cuando recordé una entrevista que le hicieran a Reggie Jackson y le preguntaban “¿Piensas que José Canseco es un tipo sangrón?” Hace una pausa y responde: “Si tienes 25 años, tienes un físico de actor de Hollywood, tu porcentaje de bateo es superior a 300, pegas más de 40 jonrones, produces más de 100 carreras, robas 40 bases, ganas millones de dólares y a la salida de cada juego tienes 100 jovencitas esperándote, deberías ser sangrón porque con esas estadísticas tienes el deber de serlo”. Fue cuando me invadió la curiosidad y decidí aceptar la invitación.
En la cena los invitados éramos solo cinco. Al transcurrir la noche se fue develando un hombre totalmente diferente a la reputación con la que la gente lo identifica. Emergía un hombre tranquilo, mesurado, de gran carisma que con genuino interés preguntaba a los asistentes de sus actividades, pedía opiniones sobre diferentes temas mostrando conocimientos profundos y una inteligencia fuera de serie. Los invitados revirábamos preguntando a lo que el respondía con precisa puntería. Me impresionaban sus conocimientos de economía y finanzas antes de saber su alma mater era la escuela de economía y negocios de una universidad elite, la Universidad de Pensilvania. Pero, sobre todo, cuando, al saber yo era mexicano, con gran interés me interrogaba acerca del país.
Después del evento, de regreso a mi casa repasaba cómo se derrumbaba la imagen que yo tenía de este hombre y, sobre todo, la imagen equivocada que tanta gente tenía de él, y construía una diferente. Definitivamente, el hombre me había impresionado, me había caído muy bien y presentía algo más que luego mi buen amigo Gary me lo develaría.
Días después veía a Gary y, a boca de jarro, me dice, “Trump te cayó bien ¿no? pero ¿sabes por qué?” no, reviro confundido. “Porque tú y él se parecen”. Con sorpresa le respondo, “ah chingados ¿Cómo qué nos parecemos?” Con una sonrisa procede. “Sí, Trump, como tú, es un salvaje chero gringo. No se calla lo que piensa y lo echa fuera con brusquedad. Si lo insultan, revira esos insultos, si lo atacan, viene luego su contrataque con más fuerza. En su juventud, como tú, fue un peleonero de barrio. Como tú, piensa que los gobiernos son ineptos, corruptos y conducen los países hacia el precipicio. No le importa lo que la gente piense de él y se divierte escuchándolos. Como tú, es orgulloso, soberbio, terco y le cuesta mucho aceptar consejos. Los dos son una especie de kamikazes frente las figuras de autoridad”.
Yo permanecía con la boca abierta y le digo. “Pinche Gary ¿desde cuándo me has estado psicoanalizando? ¿que eres psiquiatra?” Me responde, “desde que te conocí, chero, y no necesito ser psiquiatra porque tú, como él, no esconden nada ni tratan de actuar algún papel pues son, y no lo cito como virtud, dos libros abiertos en los que todo mundo puede leer, los dos son broncos, bruscos, agresivos, explosivos y es muy fácil hacerlos enojar. Pero, muuyy en el fondo son nobles y muy buenos amigos. Son, como platicabas de tus vaqueros lidiando con los caballos broncos enfermos”, le completo el pensamiento; “no se dejan curar parados”. “Exacto”, responde Gary. “Por eso te cayó tan bien”.
Para cerrar le digo, “pero también tenemos grandes diferencias” “¿Cuáles?” Pregunta Gary. Le digo,” como unos 100 puntos en el coeficiente de inteligencia, 10 billones de dólares y él es abstemio”.
Lo vería algunas veces en mis viajes a NY que en esos años eran casi mensuales. En una de esas ocasiones, invitado por él, asistí a una conferencia que impartía en una prestigiada empresa en la cual, entre otras cosas, exhibía gran conocimiento de la teoría Supply-Side que demuestra cómo la reducción de impuestos provoca crecimiento económico al asignar más recursos a las actividades privadas. Y es lo que ya ha activado con la ayuda de Art Laffer, uno de sus creadores y, con la explosión económica que ha provocado, demuestra esa verdad que los demócratas han saboteado.
Pero, cuando mis actividades ya no lo requerían me ausentaba de NY y se enfriaba la conexión hasta que, días antes de la elección del 2016, me invitaban a una reunión en Phoenix de un grupo pequeño con él. Me saludó con gusto y comentamos la muerte de Gary. En el trascurso de la reunión me pude dar cuenta era el mismo que yo había conocido hacía tantos años, pero, con sus herramientas más desarrolladas, afinadas y, en especial, con pasión exhibiendo su propósito de regresar el país a su grandeza derrumbando el esquema de saqueo operado por Demócratas y Republicanos por igual y, en especial, por los organismos internacionales y otros países.
Un hombre que, con activos tan difícil de encontrar, es odiado y temido por el EP porque saben que los puede detener y, por eso, durante cuatro años han tratado de destruirlo. Ese es el hombre que yo he conocido durante casi 30 años, no el demonio que describe la media porque así lo ordenan sus amos cuando les entregan sus cheques. No es político y decidía participar en una elección, no en un concurso de simpatía, no necesitaba ser presidente para hacerse millonario, pero, al ver la descomposición política y la forma en que se estaba destruyendo el país, abandonó sus negocios para rescatarlo porque, además, ama su patria, es hombre temerario y decidido.
Ricardo Valenzuela
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El mercado libre no ofrece garantías, privilegios especiales, favores, monopolios, oligopolios, subvenciones, ventajas, protecciones, subsidios, apoyos, tratamientos especiales, distinciones, dádivas, cancelación de deudas, en pocas palabras, como lo afirmara Milton Freedman, no hay free lunch. Por eso es tan impopular y por muchos odiado.
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