Hoy Venezuela, se perdió entre los vacíos de la perdición. ¿Fue acaso la tentación del radicalismo político lo que dio paso a los demonios del poder? ¿O fue el desarreglo moral lo que indujo a que el país se pervirtiera al extremo que ahora casi todo se advierte retorcido o al revés? Si la explicación a este problema es conceptual, entonces habrá que revisar la teoría política para ver ¿dónde dejó de ser trascendental?. O ¿dónde dejó de sistematizar y verificar los objetivos del análisis del hecho político?
O acaso ¿todo intento de buscarle sentido y arraigo a las relaciones del hombre con su entorno social-económico, se redujo a una burda ilusión o solapada treta? Y que raya con un engaño trazado desde el poder político a la razón de cada venezolano de vivir la política.
No ha habido forma explícita de entender los desquicios que caracterizan las realidades políticas venezolanas. O mejor dicho, de aceptar que buena parte de los problemas que han opacado el desarrollo político, económico y social del país, carecen de sentido lógico. O de una acabada justificación.
Con la pesadumbre del caso, podría decirse que todo eso ha sido la resultante de una acumulación y distorsiones de razones que no supieron conciliar necesidades e intereses con recursos y oportunidades.
En medio de dicha situación, surgieron reveses que dieron lugar a la concentración social y territorial de la riqueza y del poder en manos de quienes mejor buscaron beneficiarse del ejercicio de la política. Vale marcar que fue con grosero provecho propio. O sea, en manos de dirigentes políticos que se arrogaron la representación de organizaciones político-partidistas. De movimientos políticos o conjurados grupos de poder que usufructuaban el nombre de instituciones, gremios o sindicatos. A manera de subvención a sus impúdicos intereses.
Bajo estos disfraces o simulaciones, cabe referir a militares, académicos, empresarios y operadores políticos. Sin dejar de intervenir, sectarios, enardecidos y furibundos. Lo que concuerda con la sentencia bíblica que todo cabe en la viña del Señor. A decir lo que pregona el Libro de Mateo, “hay de todo en la viña del Señor”.
Vale este paraje bíblico, para acusar a la situación política venezolana de la degradación que afecta su naturaleza. Las realidades se tornaron en un horrible amasijo de opiniones infundadas. Y además, contradictorias. Cabe acá agregar que las realidades políticas venezolanas se convirtieron en espantosas configuraciones. Tristemente semejantes al momento cuando Dios reprocha la infidelidad de su pueblo y anuncia que dejará la viña sin su protección.
¿Razones o conjeturas?
Lejos de buscar la conciliación necesaria entre factores políticos que podrían haber afianzado la recuperación de la democracia tan zarandeada últimamente, las realidades se retrotrajeron. Las mezquindades se impusieron al extremo que puede observarse que infectaron la oposición venezolana. Ahora, el camino de la solidaridad se truncó a consecuencia de los egoísmos y envidias que oprimen las situaciones donde los múltiples partidos políticos, que manifiestan algún rechazo al régimen oprobioso, buscan un protagonismo de alzada. Un protagonismo para el cual, no tienen los cuadros debidamente formados para asumirlo con la idoneidad que pautan los valores morales.
En medio de la perturbación provocada por la confusión política reinante, cualquier pretensión por mediar entre problemas de confianza y actitud, generados por la referida crisis política, luce ausente de la representación de una oposición de eximia condición. Aunque las excepciones no pueden obviarse. Sólo que no ha habido forma o no han hallado la posibilidad de afianzar valores que pudieran posibilitar un ejercicio de política que arrojara los efectos que su teoría exalta. Y de la cual hace alarde.
Se hubiese evitado que el país político se tornara en lo que hoy se ha convertido. En el escenario del narcisismo patológico propio de la petulancia de quienes presumen de lo que carecen. Y en política, este problema forma parte del diario trajinar que viven politiqueros de oficio. U operadores políticos, sin exacta idea de lo que sus alegatos buscan dirimir. Aunque sin mayor resultado pues cada discurso pronunciado, sólo sirve para enrarecer más aún el contexto donde la política suscribe sus postulados.
Es cuando tiene cabida la pregunta ¿qué incomprensible energía hace que el mundo de la política se torne tan espantosamente sectario? Particularmente, en Venezuela. Quizás, porque la dinámica política la convirtió en el más conveniente espacio social para voltear procesos de fundamentación moral, ética pública y ciudadanía política.
¿Qué ilógica ley social hizo que la teoría política se tornara tan acomodadiza a las contradicciones que arreglan el devenir de la política venezolana? ¿Acaso es que debajo de tanta contrariedad se halla solapada alguna razón para pensar que están sucediéndose constantes desencuentros entre actores políticos de la oposición venezolana? Quizás con el fin de desencajar la estructura política que permitió la siembra de los problemas que hoy degradaron al país de su otrora condición de referente en materia política, económica y social.
¿No es acaso todo esto una cruda pugna entre agentes de la oposición o un forcejeo de clara u oscura intención? No es esto un conflicto adrede entre actores de la oposición nacional para resetear la vetusta configuración sobre las que se establecieron redes políticas que curtieron al país de hábitos políticos poco productivos? Será posible definir la presente situación de Pugilato político (venezolano): ¿Absurdo o necesario?
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