"Los grandes criminales no están en prisiones sino en la cúspide de la sociedad". Alexis Carrel
Cristina
Fernández, casi como el coronel de Gabriel García Márquez, evidentemente no
tiene quien le lea, al menos las encuestas. Si no fuera así, se habría enterado
de los datos del último análisis de Poliarquía (https://tinyurl.com/y5kztlsb),
que debieran preocuparla. Lo cierto es que hasta sus partidarios perciben, cada
vez con mayor claridad, que al ánimo de su jefa no lo afectan las pésimas
noticias de la pandemia y el fracaso del patriotero y corrupto show de las
vacunas, la monumental crisis socio-económica que la irracional
"cuareterna" provocó, la catástrofe educativa generada en complicidad
con los gremios, el crecimiento exponencial de la pobreza y la indigencia, el
desmadre de la inseguridad y la proliferación incontenible del narcotráfico y,
ni siquiera, las permanentes violaciones a los derechos humanos que se han
producido desde diciembre de 2019.
Muy
por el contrario, muchos (13%) de esos fieles de antaño se han dado cuenta que
su único objetivo es lograr la impunidad para los innumerables delitos que han
cometido ella misma, sus hijos, sus testaferros y sus socios de todos los
pelajes; cuando, cada vez que se levanta una piedra y aparecen millones de
dólares robados, no pueden evitar recordar que esos billetes faltan de las
arcas del Estado y que hoy servirían, si fueran repuestos, para aliviar las
muchas penurias que padecen. En el camino, además y producto de sus
desesperados intentos por lograrla y de los disparates discursivos de sus
alfiles, aniquila toda posibilidad de que nuestro país reciba inversiones
capaces de generar trabajo genuino y, ni siquiera, ayuda financiera para salir
del pozo al que nos ha llevado.
Hoy,
el escenario político podría resumirse diciendo que hay un oficialismo (el
panperonista Frente para Todos) aterrado ante la figura de la PresidenteVice y,
en la Provincia de Buenos Aires, de su hijo Máximo Kirchner, y una oposición
que parece esencialmente ser incapaz de articular una gran coalición dispuesta a
evitar que ella destruya definitivamente la democracia y la República, tal vez
porque también la atemoriza. Pero, a la luz de de los últimos acontecimientos y
cuanto nos dice esa encuesta, nada amerita que unos y otros padezcan ese
inequívoco "síndrome de Estocolmo" frente a la secuestradora del
poder.
Otro
aspecto notable es que quienes por décadas han aplaudido las infames
persecuciones y prisiones a los militares que vencieron a la subversión, lo
hicieron bajo un lema repetido hasta el hartazgo: "memoria, verdad y
justicia"; hoy los mismos, apurados por los plazos procesales y políticos
que han comenzado a roer los talones de Cristina Fernández, lo han invertido e
imponernos "olvido, mentira e impunidad".
En
ese inequívoco sentido, además de las maniobras para favorecer a los condenados
Amado Boudou, Julio de Vido, Milagro Sala y tantos otros, va el Presidente
Pinocho que, descaradamente, ha afirmado que va a "meter mano en la
Justicia" y enviará al H° Aguantadero un proyecto de ley para crear una nueva
instancia judicial que, según sus intenciones, se dedicará a tratar sólo los
temas de las sentencias arbitrarias para aliviar a la Corte Suprema de parte de
sus labores actuales. Que su mandante, la PresidenteVice, haya planteado nueve
recursos precisamente por arbitrariedad ante la Corte -que ésta
inexplicablemente aún no ha rechazado- no es una mera coincidencia.
Para
sancionar su creación, el kirchnerismo cuenta con los votos necesarios en ambas
cámaras pero, ya promulgada la ley y reglamentada con las recomendaciones de la
comisión "Beraldi" -otra casualidad: es abogado de la quejosa-
entrará en un sendero que, necesariamente, será muy largo y que puede
extenderse más allá del actual período presidencial. Por supuesto, muchos
plantearemos de inmediato la inconstitucionalidad del adefesio, y será la
Corte, otra vez, quien deberá decidir.
Mientras
tanto, si consigue los votos necesarios en el Consejo de la Magistratura (¿otra
vez traicionarán sus miembros a la ciudadanía?), se abrirán los concursos para
ocupar los cargos, y ese proceso suele llevar años; con sus resultados, se
elevarán las ternas al Poder Ejecutivo para que elija a cada uno y, finalmente,
el Presidente -quien quiera que sea entonces- enviará los pliegos al Senado,
donde nuevamente se requerirán las mismas mayorías de las que el kirchnerismo
carece, algo que le ha impedido desplazar al Procurador General, Eduardo Casal,
y reemplazarlo por alguien más tolerante ante las dislates jurídicos de la
insana ladrona.
Cristina
Fernández, que no debe dormir muy tranquila por la noches aunque sea en su
pacífico "lugar en el mundo", está tan obsesionada con el negro
futuro carcelario que la espera en un plazo que ve consumir diariamente, como
pronosticaron sus fanáticos Hebe de Bonafini y Luis D'Elía, que ha perdido toda
empatía con sus votantes, si es que alguna vez la tuvo. Nadie olvida sus
espantosos y ridículos bailecitos en Plaza de Mayo mientras en Tucumán morían
tantos, o el aturdidor silencio con que respondió a la tragedia de Cromañon, al
crimen de Once y a las inundaciones de La Plata. Entonces, ¿por qué tenerle
tanto miedo o siquiera un "miedito", como supo recomendar alguna vez
en su anterior reencarnación?
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