La
historia se origina en Unión de Reyes, un pueblo de la provincia de Matanzas en
el que Tony nació en una familia de clase media. El abuelo era el mago de las
locomotoras. Las mantenía funcionando contra viento y marea … hasta que llegó
el socialismo. Era mago y hacía grandes trucos, pero no podía hacer milagros.
Contra la capacidad destructiva del comunismo no hay quien pueda.
La
madre era maestra y el padre bodeguero. Tenía una de las treinta bodegas que
abastecían al pueblo. Si uno sustituye la señora estupenda que inspiró a Moisés
Simons por la idealizada “Cuba”, no hay duda de que Guedes dio en el clavo. En
esas memorias está la Cuba “que no volverá jamás” porque unos bárbaros la han
destrozado inútilmente. De las treinta bodegas que existían en el pueblo, hay
un par en el que se venden los productos de la libreta de racionamiento, cuando
existen, y poco más. Ni cines, ni clínicas, ni pintura. Nada. Un pueblo, que,
como toda Cuba, se está cayendo a pedazos tras 62 años de incuria y estupidez.
Estas
memorias, sorprendentes por el detalle y la memoria viva, fueron escritas con
una impecable redacción, pero sin pretensiones literarias, para la familia y los amigos. Una obra para
las hijas, para los nietos y demás descendientes, pero que deben leer todos los
cubanos. Constituye, al mismo tiempo, una acusación formal contra el régimen, y
una clara explicación de por qué se marchan los jóvenes de esa isla.
En la
amarga década de los setenta, Tony estudió medicina en Cuba hasta que lo atrapó
el radar de la Seguridad del Estado. Curiosamente, se le permitió estudiar en
la facultad de Medicina, sin abjurar de sus creencias religiosas, hasta que la
policía política lo detectó y lo sacó sin contemplaciones de la universidad. Es
el único caso que conozco en el que se especifican sin pretextos las razones
por las que resultó echado del recinto: por sus convicciones religiosas.
Generalmente,
la Seguridad recurre a vagos subterfugios como ser “inmorales” o “inveterados
contrarrevolucionarios”, pero casi nunca comete el error de decir a las claras
por qué está truncando el destino de una persona joven y prometedora. Se limita
a cumplir la consigna “de que la Universidad es para los revolucionarios”, y
así les va. El país esta en manos de una burocracia inepta forjada por
incapaces que esgrimen argumentos sacados de la vulgata marxista.
Fue
entonces cuando lo conocí. Provisto de ese documento, y con unos cuantos años
de medicina cursados en Cuba con notas excelentes, llegó a Madrid en el invierno
de 1981, locuaz y apasionado, con Lourdes, su mujer, una hija, Beatriz, y otra,
Cecilia, acurrucada en el vientre de su madre, que vería la luz en España,
nacida en mayo de 1982. Tendrían que acostumbrarse a un nuevo país, a un nuevo
sistema de estudio, y a nuevos amigos. Afortunadamente, los cubanos tenemos los
defectos y las virtudes de los españoles, de manera que no fue muy cuesta
arriba el asunto.
La
convalidación parcial de los estudios no tardó. Matriculó en Madrid y a los
pocos años terminó la carrera. Como el 90% de los médicos, comenzó a trabajar
en el sistema público, hasta que el Ministerio de Salud le ofreció la dirección
de un “policlínico” dedicado a la atención primaria, algo que el Dr. Guedes aceptó,
más por sentido de la responsabilidad que por la recompensa material, que era,
prácticamente, inexistente. A principios del siglo XXI había visto, auscultado,
y redireccionado –cuando era necesario- a más de 100,000 pacientes.
A
todas estas, sin olvidar su compromiso con Cuba. Había estado presente en la
creación de la Plataforma Democrática Cubana, un esfuerzo de los
democristianos, los liberales y los socialdemócratas cubanos, con el concurso
de las respectivas “Internacionales” por llevar la libertad a Cuba de una
manera pactada y razonable, como había sucedido en España tras la muerte de
Franco, o en toda Europa oriental con relación a Moscú, pero se estrelló contra
el integrismo comunista ortodoxo de Fidel Castro.
De
manera que la Unión Liberal Cubana, creada en Madrid con el respaldo de Adolfo
Suárez, a la sazón presidente de la Internacional Liberal, lo convirtió en
presidente de la institución por cinco años, hasta que fue sustituido por el
escritor Miguel Sales Figueroa, quien en el 2020 le dio paso al economista
cubano-valenciano Elías Amor. En todo caso, el médico Antonio Guedes tiene que
estar orgulloso de su vida, de su obra y de “Hoy como ayer”, sus espléndidas
memorias.
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
España-Estados Unidos
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