2.- La incorporación de más partidos no resuelve sino
que agrava los problemas de dirección y representación. Los que ya están, están
divididos o fragmentados. Se podrá decir que el régimen compró o conquistó a
unos cuantos; el problema es que esos cuantos eran figuras relevantes de los
partidos y su salida, por las razones que fueren, debilitan sus casas matrices.
Aun si no fuera por ellos, la ausencia del oxígeno indispensable para el
ejercicio libre de la política, hace de las organizaciones políticas cuerpos
vegetativos, con escasas funciones y limitados movimientos.
3.- Añadir partidos anémicos a una asociación anémica
potencia su raquitismo; más todavía si los fundadores quieren la regalía de
tener más voz y voto que los “nuevos”. De allí que entonces comience la
discusión filosófica de los pesos relativos de cada cual, lo que a veces es comparar
la valía del vacío versus la nada, dada la estrangulación política aludida.
Como se observa, la incorporación de “los nuevos” mangoneada por los dueños del
corral lo que hace es ampliar la comparsa sin ampliar la representatividad ni
la eficacia.
4.- Al mismo tiempo el G4 no puede hacer otra cosa –y
es su tragedia– porque no puede admitir su irrelevancia. Al comienzo su energía
y fuerza le vino de las masas populares; de los eventos que concitaron la
unidad política y que los partidos más aventajados de la Asamblea Nacional de
2015 llegaron a dirigir por la representatividad que adquirieron. Desde esa
fecha en adelante trazaron rutas que ellos tiraron al abandono; las más
significativas fueron las promesas de la AN en la campaña electoral de 2015, la
consulta popular del 16 de julio de 2017, y los juramentos de Guaidó de 2019
(¿se acuerdan del “cese de la usurpación”?).
5.- Fragmentados y lanzados a la irrelevancia su
representatividad ahora les viene de “afuera”, en sentido figurado y real. Hay
una narrativa sostenida por opinadores, académicos y periodistas afines al G4
que sopla ese caucho pinchado, sin sacarle el clavo que lo desinfla; desde
luego que en ese proceso de respiración artificial le insuflan oxígeno pero con
mucho gas carbónico de alta toxicidad porque recubre de victorias lo que son
sostenidas derrotas. El otro factor, nada despreciable por cierto, es el
inusitado papel del embajador de los Estados Unidos, James Story, que eleva con
su indesmentible poder a un sector opositor pero que, al hacerlo, recubre sus
pifias. Ya el poder de ese grupo de partidos y dirigentes no viene de “adentro”
del apoyo popular sino de “afuera”, divorciado de su propio valor político.
6.- No hay rectificación porque no se trata solo de
cambiar esta o aquella orientación; hacer un acto en Caracas o en Barcelona;
hacer un G5, un G+ o un G25; cambiar de voceros o rotarlos. El asunto es otro:
es el sujeto de esa acción. En su momento, la CTV, Fedecámaras y la Gente del
Petróleo fueron el faro de la lucha, con los valientes Carlos Ortega, Carlos
Fernández y Juan Fernández al frente; la Coordinadora Democrática en su
desorden magnífico dirigió y representó a la sociedad; la MUD dirigida por Chuo
Torrealba engarzó con la situación política y el ánimo de la ciudadanía; los
dirigentes de La Salida hicieron lo propio por un breve período de 2014.
Momentos diferentes, características diversas, pero con dirección y
representatividad.
7.- En todas las situaciones descritas hubo diferentes
dirigentes que representaron frescas maneras de abordar los problemas aunque
todos los partidos y grupos, más o menos, estuvieran cobijados dentro de esos
movimientos. Hubo un cambio de visiones, maneras de hacer, alianzas y estilos.
Los de esta hora son incapaces de moverse de su atalaya derruida y toman este
debate como un intento de destruirlos. Menos van a lograr nada con incorporar a
“su” sociedad civil, a las organizaciones y dirigentes que forman parte del
coro de alabanzas, a su propia inutilidad.
8.- Por estas razones, esta dirección política
opositora no puede moverse. Ni puede conducir a las masas “al cese de la
usurpación”, objetivo tirado en el barranco donde yacen las promesas, ni
siquiera pueden conducir a una negociación exitosa con el régimen. No pueden
hacerlo porque no tienen conciencia siquiera que negociar es una tarea
exigentísima, para la cual hay gente entrenada; se creen negociadores así como
se creen estadistas. No pueden moverse ni para pelear ni para conciliar;
terminan por esta razón en el terreno de Maduro.
9.- Las élites recombinadas –una parte de las viejas y
otras germinadas en la podredumbre del régimen– buscan el acomodo mediante
negocios en el área financiera o en otras requeridas de buenas conexiones con
el funcionariado; los sectores populares en modo sobrevivencia; un sector
intermedio, pequeño, que observa mejorías incidentales y autorizadas. Mientras,
toda la oposición democrática está metida en el desbarajuste de la búsqueda, la
confusión y el intento de desbrozar caminos. Sin embargo, contra lo que esto refleja
y anuncia es un momento estelar para levantar la mirada e intentar construir el
camino. Puede no lograrse, pero es la única ruta que lo hace posible.
carlos.blanco@comcast.net
@carlosblancog
Venezuela – Estados Unidos
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