Sigo pensando, mientras no encuentre otra hipótesis
que lo niegue, que la destrucción de Venezuela no ha sido un hecho fortuito.
Para lograr
tal cometido hubo que recurrir a una larga y bien planificada estrategia, donde
se han conjugado una serie de factores, entre ellos, la evidente y notoria fase
de permitir la decadencia educativa, que se logró por la insistente intromisión
de planes y estrategias pedagógicas foráneas que terminaron fracturando el eje
fundamental de la educación a largo plazo, como vehículo que fortalecía la
identidad nacional y su visión de construcción de una gran y próspera
república.
Tanto fue la
búsqueda de un modelo único de educación, que en la década 80-90, se probaron
al menos, entre 4-5 modelos, prácticamente en cada nuevo gobierno se sustituía
un modelo por otro, peor todavía, en los procesos de lectura y escritura como
ejes que buscaban la transversalidad y que permeaban todo el proceso de
aprendizaje.
En la educación
superior los modelos pedagógicos autonómicos universitarios se fueron
complejizandoconvirtiendo a los centros universitarios en verdaderos
territorios caóticos formando grupos de poder que lidiaban por el control de
las instituciones. Ya en los años 70, Josu Landa lo afirmaba en su libro,
“Miseria de la universidad”, donde denunciaba a estos grupos de poder como
artífices de la destrucción, por implosión, de las universidades.
Creo que esta
sistemática destrucción del aparato educativo venezolano ha durado cerca de 40
años, donde esto que ahora presenciamos no es más que el desmantelamiento final
de las estructuras físicas, que tienen como centro de su focalización, a los
grandes complejos universitarios, como la Universidad de Oriente, la Universidad
Simón Bolívar, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, LaUniversidad Central de
Venezuela, La Universidad Nacional Experimental de Guayana, entre otros, que
periódicamente denuncian que en su campus universitario sus instalaciones han
sido saqueadas, desmanteladas, robadas, incendiadas, tanto en su planta física
como el robo a los miembros de su comunidad.
En su fase
final, el régimen no ha tenido que intervenirlas militarmente puesto que el
plan de control de sus sedes se hizo siguiendo una dinámica que contó con
agentes internos quienes han servido de ‘quinta columna’ para apoderarse de
ellas desde adentro. No hizo falta invadirlas con tanques ni soldados, la
desidia, el control presupuestario, los sueldos miserables a su personal
docente, de investigación, administrativos, obreros y las miserables becas a su
población estudiantil, junto con las continuas incursiones de bandas de
colectivos quemando bibliotecas y destruyendo equipos de alta tecnología, y una
férrea censura impuesta a sus autoridades rectorales, han sido las estrategias
para lograr el control de la universidad venezolana.
Las ‘nuevas
universidades’ que veremos no contarán en su oferta académica con las
tradicionales carreras universitarias del área de humanidades ni ciencias
sociales. Todas las 145 disciplinas del conocimiento que para los próximos años
se vislumbran, se centrarán en requerimientos técnico-tecnológicos,
fundamentalmente. Con ello se verá a futuros profesionales ‘aprieta tuercas
adiestrados’ para recibir instrucciones sin capacidad para el discernimiento ni
tomar decisiones gerenciales importantes ni menos trascendentales.
La base
fundamental de toda sociedad, su modelo educativo de Estado, no existe en
Venezuela. La realidad que se vive en la actualidad es la fase de suplantación
de una educación que era gratuita desde 1870, por otro modelo diseñado para
adiestrar-capacitar personal adecuado a un sistema de producción absolutamente
desvinculado de la tradición cultural de una nación. Mano de obra elemental,
técnico-tecnológica, de bajo costo, instruido en una base de aprendizaje con un
promedio de duración, entre 3-4 años, para servir a empresas extractoras de
productos semiterminados y de fases intermedias de fabricación.
Al fracturar
la educación venezolana, que ha sido la herramienta de ascenso social por
excelencia y tradición, el régimen totalitario venezolano instaura un modelo
tecnocrático precario y desfasado de la nueva realidad educativa mundial, para
‘adiestrar’ personas en procesos pedagógicos rudimentarios y de escasa
excelencia académica. Una educación dirigida a perpetuar la pobreza y
acrecentar la mentalidad marginal como poder de Estado.
Con ello se
hará más evidente y cruel la brecha social y la discriminación en la educación
venezolana, pública, para más del 89% de la población económicamente
empobrecida, y el resto de quienes pueden acceder a otros modelos educativos,
privados, tanto dentro como fuera del país.
Juan
Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
Venezuela
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