Solitaria quedó tendida la tísica hoja del escritor
durmiente, del insigne periodista. Sus infinitas capacidades colmaron los días
de quienes tuvimos la dicha de compartir su inigualable amistad.
Hoy la noche es más oscura de lo normal. Tiñó de gris
los enredados recovecos que conducen a la amplitud de una mente tranquila. Todo
es turbio, el ambiente es alcalino.
Nos toca aprender a convivir con la inadaptada
aceptación que yerra. No vale de nada fabricar excusas sin sentido. Se ha ido
un gran hombre.
Sorteo los escollos presentados ante el sentido
figurativo de estas tristes líneas escritas a su memoria. Pero, el dolor de la
ausencia asfixia la maltratada razón que agoniza en el heroico intento.
Te veo en los cuentos de Horacio; te leo en los poemas
de Becquer; te siento en el silencio envolvente que cubre mi alma y en su
desdicha reciente.
Mi amigo, mi gran amigo… Pido al Creador te envuelva en sublime paz. Que desde ya puedas descansar de los estragos causados por el demoníaco virus que te expulsó de este plano y te ubicó en el lado negro de las estadísticas.
Recordaré las buenas pláticas, tus artículos
aleccionadores, nuestras infantiles diferencias, el fanatismo por las Águilas y
los deportes en general; la colección de música de los 80, el amor y la honra
conjugados superlativamente por tu familia; el trabajo en equipo, la biblioteca
virtual, tus maravillosas poesías y un sinfín de cosas que, inútilmente, podría
sacar de mi mente y de mi corazón.
Si quedo en deuda contigo, te pido perdón por el intento
fallido. Que la bendición de Dios te acompañe siempre, hermano querido.
Las letras venezolanas, específicamente las zulianas,
han perdido a uno de los grandes exponentes de la generación de relevo.
Descansa eternamente…
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