Al comienzo de la humanidad, el hombre conoció la
guerra; las deportaciones; el exilio; el dolor; el envejecimiento; la
distorsión del lenguaje; el engaño; los asesinatos y la muerte. Desde sus
inicios el ser humano ha sido dominado por la mentira, razón por la cual muchos
escritores se han dedicado a señalar los embustes que se esconden en el
lenguaje del hombre, sobre todo en el lenguaje político.
Personajes importantes en nuestro país hablan de
pobreza y se dan la buena vida gastando dinero de la nación en la Gran Manzana
o en cualquier continente. “El lenguaje político, desde la caída del hombre al
aceptar la chapucería, está diseñado para lograr que las mentiras parezcan
verdades y el asesino respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero
viento", escribe George Orwell en su libro, La política y el lenguaje
inglés, obra publicada en1946, mientras el mundo afrontaba el inicio de la
Guerra Fría.
El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de
sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados,
se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un
pulpo que expulsa tinta para ocultarse o un mapurite que lanza un “suspiro”
para ahuyentar al enemigo. “Pero, si el pensamiento corrompe el lenguaje, el
lenguaje también puede corromper el pensamiento”, dijo Orwell.
Eric Blair, era el nombre de pila de Orwell. Él
advirtió al mundo de los riesgos implícitos en el totalitarismo, en momentos en
que éste se vestía bajo ropajes de progreso y era apoyado por la
intelectualidad que buscaba mantener su statu quo. Uno de la lista era Adolfo
Hitler y la secuela de sus pensamientos en el cerebro de un numeroso grupo de
intelectuales que hacían vida en la vieja Europa y con coletazos en América. Su
mensaje de progreso cuestionado por Orwell también tocó a los seguidores del
marxismo y él les envió este mensaje: "Cuando se haya eliminado el peligro
comunista, volverá el orden normal de las cosas".
El 12 de febrero de 1938 el líder del Tercer Reich
mostró su apego al Todopoderoso cuando dijo: "Debo cumplir con mi misión
histórica y la cumpliré porque la Divina Providencia me ha elegido para
ello". El 22 de agosto de 1939, Hitler le dirigió estas palabras a los
jefes militares: ”Cuando se desencadena una guerra lo que importa no es tener
la razón, sino lograr la victoria". Huelgan los ejemplos de autócratas que
se creen ungidos por Dios para gobernar y oprimir a sus semejantes.
Orwell reflexionó sobre la degradación del lenguaje
inglés, que para su época empezaba a mostrar rasgos de cansancio en la
repetición sistemática de lugares comunes y en la acumulación de metáforas sin
significado. Esta degradación recorre hoy la política latinoamericana con un
lenguaje de cansancio en el electorado que no ve salida al túnel totalitario.
Orwell no dudó en señalar que las
palabras, al ser degradadas, delatan tanto los
mecanismos de control de quienes emiten los mensajes como la sumisión de los
receptores al repetir, de manera incesante, lugares comunes sin ningún
cuestionamiento.
Asistimos a la legitimación de la violencia por la
escritura. Ese es el factor que Orwell señala como el causante de la
degradación del lenguaje: “instrumentalizar las palabras, vaciar el
significado, oscurecer el discurso”. El siglo XXI nos ha dado suficientes
ejemplos. La corrupción del lenguaje, la escisión entre el signo y la cosa, que
precipita la democracia hacia la tiranía es algo que ya identificó Tucídides en
la frivolidad ateniense o Salustio en Catilina, célebre populista que tuvo la
mala suerte de topar con Cicerón.
La mayor influencia de Tucídides en la política
ateniense se alcanzó al final de la Primera Guerra del Peloponeso y la
reorganización del imperio ateniense a comienzos de la década del 440 antes de
Cristo, Tucídides, un populista de primer orden, pero sin dinero para comprar
conciencias, como algunos otros, con un lenguaje de academia desarrolló una
nueva y efectiva táctica política consistente en hacer sentarse juntos a sus
partidarios en la Asamblea para coordinar una oposición contra el gobernante
Pericles.
En el año 444, Tucídides, jefe de los aristócratas,
acusó a Pericles, líder de los demócratas, de gastar pródigamente los fondos de
la Liga de Delos en su ambicioso plan de construcciones en la Acrópolis. Sin
embargo, Pericles que era un carismático orador, en un emotivo discurso, logró
rebatir los cuestionamientos de Tucídides. En una oportunidad, Arquidamo II,
rey de Esparta, le preguntó a Tucídides quién era mejor luchador, si Pericles o
él. Tucídides respondió sin alterarse que Pericles, porque incluso cuando estaba
derrotado era capaz de convencer a la audiencia de que había ganado. Este
pasaje me recuerda un hecho reciente de la historia venezolana, cuando un
personaje dijo que, sus contrarios habían obtenido una victoria de m…
Noel
Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Venezuela
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