Y porque tenemos memoria, bien recordamos a los
vagabundos que por el CNE han pasado y lo mal que lo han hecho. Y estamos
empeñados, más bien empecinados, en exigir un organismo electoral que le
funcione a los ciudadanos y a la democracia.
Buena parte, si no todos, los postulados por la
Sociedad Civil para los cargos del CNE harían un muy buen trabajo. Lo menos que
se puede decir de ellos es que no son salvajes de oficio. Tienen los
conocimientos necesarios para hacerlo bien. Saben de la cuestión electoral y no
tienen títulos sacados en una caja de detergente. Saben de matemáticas y de
ética. Más importante aún, entienden no solo que la democracia exije crear un
ambiente electoral con mínimo de certezas sino que la gestión de los rectores
debe hacer que un proceso comicial no sea un pantano de vulgaridades.
Y no es cuestión de si la oposición necesita un CNE
decente, imparcial, competente. Lo necesita también el "oficialismo",
tanto o más que la oposición. Porque lo hecho en todos estos años condujo a lo
que tenemos hoy: instituciones del poder público y funcionarios en cargos que
no son avalados en el país y mucho menos por un trozo importante de la
comunidad internacional. La extinta Asamblea Nacional Constituyente no fue
reconocida. Nicolás Maduro no es reconocido por un montón de países y
organizaciones y menos por millones de ciudadanos. La Asamblea Nacional
producto de ese desastre que fue la elección del 6D no es reconocida. Y ese
desconocimiento se ha traducido en murallas gruesas y altas, inexpugnables en
áreas tan relevantes como las relaciones diplomáticas, el comercio
internacional y el financiamiento, por solo mencionar tres patios cruciales.
Las elecciones mal hechas no solucionan los problemas. Atornillan en el poder, sí,
pero no destraban entuertos.
Así las cosas, un nuevo CNE no es asunto menor. La
"Sociedad Civil" ha hecho lo que la lógica y la sensatez le marcaba:
ha postulado a gente capaz, competente, decente y que entiende la gravedad de
la situación. Lo sé. Hay muchos (salvajes) interesados en que esto no prospere.
No peco de ingenua. Pero en el chavismo madurismo hay gente que sabe que
persistir en el camino de la ilegitimidad es suicida. Y el mismo PSUV, que es
mucho más que Maduro, Cilia, Diosdado, los hermanitos Rodríguez y los Tarek,
tiene visión de futuro y tiene ambiciones políticas. Y no se va a suicidar.
Héctor Rodríguez (que no entierra el espejo) tiene 38 años y no tiene un pelo
de tonto; no se va hacer el harakiri.
Puede ser que logremos un CNE decente. Eso no es
garantía. Pero sería un gigantesco paso en la dirección correcta. Para la
oposición, para el rojismo y para el país. El suicidio no es una opción.
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