sábado, 3 de abril de 2021

EGILDO LUJÁN: EL CANTO DE SIRENA HA TERMINADO EN UNA RUINA NACIONAL PROLONGADA

Es difícil hacer un análisis de la situación político y social venezolana sobre los últimos 22 años (1999-2021) transcurridos. Y más si se hace repasando la historia desde el año 1958, luego de haber sido derrocado el Presidente de turno, el Dictador Marcos Pérez Jiménez.   
 
Dicho gobernante, no obstante haber impuesto una dictadura militar, con todos los problemas que eso implica de por sí, logró imprimirle al país un ritmo desarrollista  de modernización, sobre todo estructural. El logró modernizar el sistema de autopistas y carreteras, hospitales. Y la Universidad Central, inclusive, fue declarada patrimonio cultural.   
 
La referencia es sobre muchas obras que hoy, después de 60 años, siguen siendo importantes. Y que las que lucen en proceso de destrucción, responden a la desatención de que han sido objeto precisamente en los últimos 22 años. 
 
Luego de un Pacto político histórico de unión democrática (El Pacto de Punto Fijo) durante esos 40 años, después de haber sido derrocado el Dictador, el país continuó con un innegable y acelerado desarrollo. Lo hizo con un ritmo  importante, tanto en lo  económico como en lo social, haciendo posible que Venezuela se ganase el calificativo de país ejemplo de progreso, y contando con la Democracia más sólida y avanzada de América Latina. 
 
Pero en la actualidad, sin embargo, al evaluar la situación venezolana, hay que comenzar por aceptar haber cometido un gravísimo error: se estructuró, entre todos los integrantes políticos y económicos de la sociedad civil, una confabulación  en contra del estamento gubernamental de 1998. Y luego, lejos de corregir los errores y afianzar la Democracia sin destruir los partidos políticos, se optó por escuchar los cantos de sirena de un nuevo Dictador cargado de ofertas engañosas; de un  sembrador de odios que terminó  convirtiéndose en un nuevo Mesías nacional.   
 
Es así como renace el populismo en Venezuela, que termina concluyendo en  el resultado que lo viven y  sufren  hoy 30 millones de ciudadanos, conjuntamente con un país que sólo puede exhibir su condición de ser un ejemplo de ruina nacional. Mejor dicho, modelo en pleno Siglo XXI de un país que hace poco fue el prototipo de una Nación que se proyectaba como muestra de una economía con posibilidades de ser motivadora continental de un proceso transformador, pero que terminó en lo que hoy evidencia:  un país humillado y arruinado. 
 
Ahora bien, en esos últimos 22 años (1999-2021) de desgobierno, con un elevadísimo índice de corrupción,  los responsables de lo sucedido terminaron cayendo  en el desprestigio y repudio de un  90% de los venezolanos, penosamente insuficiente para que se cerrara dicho ciclo, y al extremo de que, en la actualidad, continúen en el ejercicio del poder.  
 
Lo han hecho teniendo una resistencia  opositora de casi toda la población,  pero desarticulada, sin dirección, ni un Plan transformador concreto. Suficiente, desde luego, para que surja la gran pregunta;  ¿por qué los venezolanos no han logrado desprenderse de un gobierno tan repudiado?.  
 
Y la repuesta no ha sido otra que la más común entre todas las argumentaciones  que se han esgrimido al analizar el desempeño de los partidos políticos, como de sus líderes. Se trata de que:  nunca han podido lograr una verdadera unidad de la oposición democrática, tampoco haber concertado un proyecto unitario. Pero, además, como si hubiera sido poco, también han optado por ignorar a la Sociedad Civil.  
 
Para dicha dirigencia, ha sido suficiente  que, entre ellos, hayan prevalecido los intereses partidistas y personales, por sobre los intereses de los ciudadanos y la propia  Nación. Consecuencialmente, los ciudadanos han perdido la fe en los partidos políticos, y, a la vez que no se han considerado representados por el gobierno de turno, tampoco lo han percibido  de parte de quienes se autocalifican dirigentes de la oposición.  
 
Es verdad, se han hecho diversos intentos dirigidos a sustituir al régimen predominante, administrador incansable de cantos de sirena. Pero todos han terminado siendo fallidos, amén de desarticulados. Asimismo, se han celebrado   diversos eventos electorales, y el intento ha fracasado, bien por desunión, mesas electorales abandonadas, y por no admitirse que no se puede ir a elecciones contando el desgobierno, además de sometidos  a la voluntad predominante del control absoluto y parcializado de la rectoría de un ente electoral, cuyo desempeño administrativo más eficiente siempre ha sido el de no permitir que los eventos comiciales concluyan haciendo posible la victoria de quienes no forman parte de la estructura partidista gubernamental.  
 
Y, mientras eso ocurre en las instancias públicas, los partidos políticos, ciegos, se desempeñan condicionados por con un único interés: ganar puestos electorales, mejor dicho, “encamburarse” en Gobernaciones y/o Alcaldías,  sin querer ver, además,  que los escasos ganadores anteriores de algún puesto les nombraron un usurpador del mando paralelo, quitándoles toda preponderancia al legítimamente electo.   
 
Lo que es más lamentable al día de hoy, sin embargo, es que las organizaciones partidistas que todavía se mantienen activas,  están considerando concurrir a unas nuevas elecciones que pretende convocar el régimen, respondiendo siempre a sus intereses grupales, a la renovación de sus cantos de sirenas.   
 
Hay quienes creen y califican de hecho seguro que, en este caso, una vez más, es factible y posible lograr la mejor cosecha política cuando sus contrincantes  sólo siguen siendo ejemplos de lo que reza la expresión popular, en cuanto a que no hay peor ciego que aquel dotado de buena vista y que, sencillamente, no quiere ver.   
 
Como si lo planteado fuera poco, y, peor aún, ya está introducida la propuesta de cambio inconstitucional, para convertir a Venezuela en un estado comunal (Comunista), según lo cual Alcaldías y Gobernaciones terminarían siendo figuras arqueológicas, y sus ductores simples observadores de  techos. 
 
Definitivamente, llegó la hora de reflexionar y de entender que Venezuela tiene ya un mandato del pueblo. Y, como se sabe, lo que ese pueblo Soberano ordenó en la consulta del 12/12/2020, fue el cese de la usurpación de la autoridad gubernamental, para luego concurrir a unas elecciones libres y justas, además de debidamente supervisadas.  
 
 Lo que esto traduce, además, es que ningún funcionario público, tampoco  ningún ciudadano de la oposición debe -ni constitucionalmente puede- desobedecer el mandato del Soberano y, menos aún, concurrir a unas elecciones ilegítimas, convocadas y controladas por un Consejo Nacional Electoral totalmente parcializado.  
 
Duele e indigna decirlo, pero Venezuela se ha convertido en una calamidad mundial, en el que “ha metido las manos todo el mundo". Es un país que, a juzgar por el sentimiento popular, se ha convertido en una expresión política en la que lo que predomina es un contaminado “caldo morado". 
 
El mundo  democrático Occidental, ante el horror venezolano, convertido en un estado corrupto y forajido, con la diáspora más grande de la historia, le ha planteado  a Venezuela convertir en verdad inquebrantable su disposición a la unidad. Pero no tan sólo de los partidos políticos G-4, 5, 6, G-100 o más; también le están pidiendo la unión de toda la Sociedad Civil, conformada por los soberanos y legítimos dueños del país. De igual manera, le están exigiendo al frente opositor, nuevas caras con experiencia. Y a los partidos, asimismo, que no cometan nuevamente el error de ignorar a la Sociedad Civil.  
 
Basta con recordar  a un viejo político venezolano cuando se preguntó: "¿LA SOCIEDAD CIVIL?. ¿Y CON QUÉ SE COME ESO? ". Pues bien, esa desconocida y subestimada Sociedad, es la misma que hoy está llamando a la UNIÓN, y que, además de ser atendida, comprendida y apoyada, pudiera ser la que logre la materialización de la unidad entre los venezolanos. Pero, además, que haga posible la consolidación de toda la ayuda internacional ya prometida para rescatar y reconstruir al país.  
 
Por lo pronto, si de algo hay que ocuparse, con dedicación y ahínco, es de evitar que, por hambre y enardecida, esa misma Sociedad Civil explote en guerra civil y que, por las malas, tome las riendas del país. 0, en el peor de los casos, termine aupando propuestas similares a otras que se están dando en diferentes partes del mundo, en donde la pandemia del coronavirus ha terminado convirtiéndose en la más lamentable de las razones para que se justifiquen falsas soluciones entre dolor, sangre y más miseria.  

 

Egildo Lujan

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@egildolujan

Venezuela

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