Es difícil hacer un análisis de la
situación político y social venezolana sobre los últimos 22 años (1999-2021)
transcurridos. Y más si se hace repasando la historia desde el año 1958, luego
de haber sido derrocado el Presidente de turno, el Dictador Marcos Pérez
Jiménez.
Dicho gobernante, no obstante haber
impuesto una dictadura militar, con todos los problemas que eso implica de por
sí, logró imprimirle al país un ritmo desarrollista de modernización, sobre todo estructural. El
logró modernizar el sistema de autopistas y carreteras, hospitales. Y la
Universidad Central, inclusive, fue declarada patrimonio cultural.
La referencia es sobre muchas obras
que hoy, después de 60 años, siguen siendo importantes. Y que las que lucen en
proceso de destrucción, responden a la desatención de que han sido objeto
precisamente en los últimos 22 años.
Luego de un Pacto político
histórico de unión democrática (El Pacto de Punto Fijo) durante esos 40 años,
después de haber sido derrocado el Dictador, el país continuó con un innegable
y acelerado desarrollo. Lo hizo con un ritmo
importante, tanto en lo económico
como en lo social, haciendo posible que Venezuela se ganase el calificativo de país
ejemplo de progreso, y contando con la Democracia más sólida y avanzada de
América Latina.
Pero en la actualidad, sin embargo,
al evaluar la situación venezolana, hay que comenzar por aceptar haber cometido
un gravísimo error: se estructuró, entre todos los integrantes políticos y
económicos de la sociedad civil, una confabulación en contra del estamento gubernamental de
1998. Y luego, lejos de corregir los errores y afianzar la Democracia sin
destruir los partidos políticos, se optó por escuchar los cantos de sirena de
un nuevo Dictador cargado de ofertas engañosas; de un sembrador de odios que terminó convirtiéndose en un nuevo Mesías
nacional.
Es así como renace el populismo en
Venezuela, que termina concluyendo en el
resultado que lo viven y sufren hoy 30 millones de ciudadanos, conjuntamente
con un país que sólo puede exhibir su condición de ser un ejemplo de ruina
nacional. Mejor dicho, modelo en pleno Siglo XXI de un país que hace poco fue
el prototipo de una Nación que se proyectaba como muestra de una economía con
posibilidades de ser motivadora continental de un proceso transformador, pero
que terminó en lo que hoy evidencia: un
país humillado y arruinado.
Ahora bien, en esos últimos 22 años
(1999-2021) de desgobierno, con un elevadísimo índice de corrupción, los responsables de lo sucedido terminaron
cayendo en el desprestigio y repudio de
un 90% de los venezolanos, penosamente
insuficiente para que se cerrara dicho ciclo, y al extremo de que, en la
actualidad, continúen en el ejercicio del poder.
Lo han hecho teniendo una
resistencia opositora de casi toda la
población, pero desarticulada, sin
dirección, ni un Plan transformador concreto. Suficiente, desde luego, para que
surja la gran pregunta; ¿por qué los
venezolanos no han logrado desprenderse de un gobierno tan repudiado?.
Y la repuesta no ha sido otra que
la más común entre todas las argumentaciones
que se han esgrimido al analizar el desempeño de los partidos políticos,
como de sus líderes. Se trata de que:
nunca han podido lograr una verdadera unidad de la oposición
democrática, tampoco haber concertado un proyecto unitario. Pero, además, como
si hubiera sido poco, también han optado por ignorar a la Sociedad Civil.
Para dicha dirigencia, ha sido
suficiente que, entre ellos, hayan
prevalecido los intereses partidistas y personales, por sobre los intereses de
los ciudadanos y la propia Nación.
Consecuencialmente, los ciudadanos han perdido la fe en los partidos políticos,
y, a la vez que no se han considerado representados por el gobierno de turno,
tampoco lo han percibido de parte de
quienes se autocalifican dirigentes de la oposición.
Es verdad, se han hecho diversos
intentos dirigidos a sustituir al régimen predominante, administrador
incansable de cantos de sirena. Pero todos han terminado siendo fallidos, amén
de desarticulados. Asimismo, se han celebrado
diversos eventos electorales, y el intento ha fracasado, bien por
desunión, mesas electorales abandonadas, y por no admitirse que no se puede ir
a elecciones contando el desgobierno, además de sometidos a la voluntad predominante del control
absoluto y parcializado de la rectoría de un ente electoral, cuyo desempeño
administrativo más eficiente siempre ha sido el de no permitir que los eventos
comiciales concluyan haciendo posible la victoria de quienes no forman parte de
la estructura partidista gubernamental.
Y, mientras eso ocurre en las
instancias públicas, los partidos políticos, ciegos, se desempeñan
condicionados por con un único interés: ganar puestos electorales, mejor dicho,
“encamburarse” en Gobernaciones y/o Alcaldías,
sin querer ver, además, que los
escasos ganadores anteriores de algún puesto les nombraron un usurpador del
mando paralelo, quitándoles toda preponderancia al legítimamente electo.
Lo que es más lamentable al día de
hoy, sin embargo, es que las organizaciones partidistas que todavía se
mantienen activas, están considerando
concurrir a unas nuevas elecciones que pretende convocar el régimen,
respondiendo siempre a sus intereses grupales, a la renovación de sus cantos de
sirenas.
Hay quienes creen y califican de
hecho seguro que, en este caso, una vez más, es factible y posible lograr la
mejor cosecha política cuando sus contrincantes
sólo siguen siendo ejemplos de lo que reza la expresión popular, en
cuanto a que no hay peor ciego que aquel dotado de buena vista y que,
sencillamente, no quiere ver.
Como si lo planteado fuera poco, y,
peor aún, ya está introducida la propuesta de cambio inconstitucional, para
convertir a Venezuela en un estado comunal (Comunista), según lo cual Alcaldías
y Gobernaciones terminarían siendo figuras arqueológicas, y sus ductores
simples observadores de techos.
Definitivamente, llegó la hora de
reflexionar y de entender que Venezuela tiene ya un mandato del pueblo. Y, como
se sabe, lo que ese pueblo Soberano ordenó en la consulta del 12/12/2020, fue
el cese de la usurpación de la autoridad gubernamental, para luego concurrir a
unas elecciones libres y justas, además de debidamente supervisadas.
Lo que esto traduce, además, es que ningún
funcionario público, tampoco ningún
ciudadano de la oposición debe -ni constitucionalmente puede- desobedecer el
mandato del Soberano y, menos aún, concurrir a unas elecciones ilegítimas, convocadas
y controladas por un Consejo Nacional Electoral totalmente parcializado.
Duele e indigna decirlo, pero
Venezuela se ha convertido en una calamidad mundial, en el que “ha metido las
manos todo el mundo". Es un país que, a juzgar por el sentimiento popular,
se ha convertido en una expresión política en la que lo que predomina es un
contaminado “caldo morado".
El mundo democrático Occidental, ante el horror
venezolano, convertido en un estado corrupto y forajido, con la diáspora más
grande de la historia, le ha planteado a
Venezuela convertir en verdad inquebrantable su disposición a la unidad. Pero
no tan sólo de los partidos políticos G-4, 5, 6, G-100 o más; también le están
pidiendo la unión de toda la Sociedad Civil, conformada por los soberanos y
legítimos dueños del país. De igual manera, le están exigiendo al frente
opositor, nuevas caras con experiencia. Y a los partidos, asimismo, que no
cometan nuevamente el error de ignorar a la Sociedad Civil.
Basta con recordar a un viejo político venezolano cuando se
preguntó: "¿LA SOCIEDAD CIVIL?. ¿Y CON QUÉ SE COME ESO? ". Pues bien,
esa desconocida y subestimada Sociedad, es la misma que hoy está llamando a la
UNIÓN, y que, además de ser atendida, comprendida y apoyada, pudiera ser la que
logre la materialización de la unidad entre los venezolanos. Pero, además, que
haga posible la consolidación de toda la ayuda internacional ya prometida para
rescatar y reconstruir al país.
Por lo pronto, si de algo hay que
ocuparse, con dedicación y ahínco, es de evitar que, por hambre y enardecida,
esa misma Sociedad Civil explote en guerra civil y que, por las malas, tome las
riendas del país. 0, en el peor de los casos, termine aupando propuestas similares
a otras que se están dando en diferentes partes del mundo, en donde la pandemia
del coronavirus ha terminado convirtiéndose en la más lamentable de las razones
para que se justifiquen falsas soluciones entre dolor, sangre y más miseria.
Egildo Lujan
egildoarticulos@gmail.com
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Venezuela
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