Hay quienes
opinan que el régimen ya está bajo el control de las mencionadas estructuras
criminales. Ha sido un trabajo largo y sostenido, pero ya no queda ninguna
duda. Se acabó el Derecho, no hay Ley ni orden y las instituciones se
desmoronan en nuestras narices. Llegamos al llegadero. Si queremos conservar lo
que tenemos, la vida, la libertad, el derecho a trabajar en paz, tenemos que
despertar y rebelarnos. Repito lo afirmado muchas veces, están en peligro la
libertad y la existencia misma.
Pido a mis
compañeros y amigos de la oposición que pongan de lado las circunstanciales
diferencias existentes. El enemigo está al frente. En consecuencia no deben
continuar disparando hacia los lados. Es más, empiezo a considerar a quienes no
entienden o no actúan en consecuencia, como parte del régimen que adelanta una
estrategia clara para dividir a quienes se le oponen. Sin embargo, tienen tantos
o más problemas que la del país, la corrupción más escandalosa de nuestra
historia y la lucha por sobrevivir de algunos que empiezan a marcar distancia
presintiendo el final, crea un cuadro dramático para Maduro y quienes lo
acompañan en las alturas del régimen. Todos se están cuidando las espaldas.
A pesar de
la lógica incertidumbre del desenlace, en esta etapa decisiva se necesita mucho
coraje y relativamente poco pensar. Todo está dicho y a la vista. Tenemos un
régimen ajeno a las obligaciones constitucionales. En alguna oportunidad
dijimos que los viejos izquierdistas se asombrarían al ver a estos “socialistas
del siglo XXI” convertidos en sinvergüenzas millonarios y al país arruinado
completamente.
Nadie podrá
censurar al pueblo venezolano por ejercer su derecho a la legítima defensa. No
será fácil, pero no debemos lamentar anticipadamente lo que luce inevitable. Lo
de Venezuela parece una enfermedad cancerosa que ha destruido bastantes órganos
vitales. Tiene que ser extirpado de manera resuelta y definitiva.
Protagonistas
somos y seremos todos. Dejamos claramente establecido que, en nuestra modesta
opinión, ninguna “negociación” electoralista nos garantiza la libertad y el
funcionamiento pleno de una verdadera democracia. Es necesario volver a los
principios y valores fundamentales que nos trajeron a la lucha política.
Alguien dijo alguna vez que el mejor gobierno es el que gobierna menos, pero
atiende los problemas prácticos de los más necesitados.
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