jueves, 20 de mayo de 2021

ALFREDO CEPERO: ENTRE DAMASCO Y MOSCÚ

El resultado ha sido que en la América del Norte de nuestros días se libra una lucha a muerte en entre el espíritu y la materia. Entre el camino de Damasco y el camino de Moscú.
 
En el caliente verano de 1776, los miembros del Segundo Congreso Continental, reunidos en Filadelfia, estamparon sus firmas en la joya política de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos emanada del talento literario de Thomas Jefferson. La declaración fue primordialmente un documento político pero fue también una declaración de fe en un Ser Supremo. Y así lo expresa en su texto cuando dice: "Nosotros sostenemos como verdades irrefutables que todos los hombres son iguales, que son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad."
 
Y para que nadie albergara duda alguna sobre sus principios religiosos y sus valores espirituales cerraron el documento afirmando: "Y como prueba de nuestro apoyo a esta declaración, poniendo nuestra confianza absoluta en la protección de la Divina Providencia, comprometemos mutuamente los unos a los otros nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor." Por este camino de religiosidad y espíritu comenzaron los Estados Unidos su camino como nación creyente y temerosa de Dios. El camino de Damasco de Saulo de Tarso.
 
Pero desde aquel momento glorioso nos han iluminado muchas lunas y el camino espiritual de los fundadores ha sido torcido en el camino materialista de los retoños de Marx y de Lenin, muchos de los cuales ejercen su ministerio de odio en los Estados Unidos. Unos solapados y otros desfachatados. El resultado ha sido que en la América de nuestros días se libra una lucha a muerte en entre el espíritu y la materia. Entre el camino de Damasco y el camino de Moscú.
 
De hecho, la izquierda de este país hace ya rato que comenzó el realineamiento de la política americana. En la  primavera de 2008, Barack Obama tuvo la temeridad de anunciar que él se convertiría en el Ronald Reagan de la izquierda.  En una entrevista con el rotativo Gazette-Journal, de Reno, Nevada, el entonces candidato demócrata a la presidencia vaticinó que su elección, al igual que la de Reagan, cambiaría radicalmente la política económica de los Estados Unidos. Agregó que la fórmula republicana era obsoleta porque la reducción de impuestos, al igual que los tiempos, habían cambiado y era el momento de poner en marcha otra política económica con impuestos más altos.  
 
Mirando más allá de toda esta retórica, la elección de este sujeto−engendrado por un padre alcohólico, amamantado por una madre promiscua y criado por un abuelo ateo−ha sido el mayor error cometido por los votantes americanos por lo menos en el último siglo. Lo que debió haber sido la panacea de un país sin razas con la elección del primer hombre negro a la presidencia se ha convertido en la pesadilla de una sociedad dividida a lo largo de líneas raciales.
 
Las minorías raciales, sobre todo la de raza negra, acusan indiscriminadamente de racista y de privilegiado a todo el blanco que no se pliegue a sus demandas. Los blancos, mientras tanto, tienen gran parte de la culpa cuando, por cobardía o por demagogia, repiten la mentira de que sus éxitos se deben únicamente a que disfrutan  de "privilegios blancos'. Esa retórica corrosiva de blancos y negros no puede ser tolerada. Si se tolera destruirá la unidad nacional y la convivencia civilizada de los Estados Unidos.
 
Confrontados con este panorama es importante que nos formulemos algunas preguntas sobre sociedades que han caído víctimas del materialismo y de la tiranía. ¿Qué fue lo que en última instancia puso fin al nihilista sistema soviético? ¿Habrá sido que los rusos finalmente se cansaron de las mentiras y las hipocresías que permeaban todas las facetas de sus miserables vidas?
 
Por ejemplo, estos infelices no podían escapar del adoctrinamiento ideológico porque los soviéticos fusionaron sus medios de comunicación con sus órganos de gobierno. Pravda o "La Verdad". ¿La verdad de quién? ¿De los déspotas que reprimen a sus pueblos? En Estados Unidos ha habido situaciones similares. Un estudio de la Universidad de Harvard en 2017 arrojó el resultado de que el 90 por ciento de la cobertura de Donald Trump por los medios televisivos en los primeros 100 días de su gobierno fueron negativos.
 
Otra característica de aquel sistema es que la Unión Soviética era gobernada por élites exclusivistas, exentas de las ramificaciones de sus ideologías radicales. En los Estados Unidos, los izquierdistas multimillonarios del Valle de Silicón hablan como socialistas y viven como reyes. Los presidentes de la Coca-Cola y de Delta Airlines dan lecciones de izquierda a otros americanos mientas ganan millones de dólares. Lo que une a izquierdistas como Oprah Winfrey, LeBron James, Mark Zuckerberg y los Obamas son sus gigantescas propiedades y sus fortuna multimillonarias.
 
Otra similitud entre los Estados Unidos de hoy y de la antigua Unión Soviética es la forma que sus fiscales y tribunales eran utilizados para perseguir a sus enemigos políticos. En este sentido, los soviéticos no pedían disculpas por la forma en que pulverizaban la libertad. Por el contrario hacían alarde de que eran promotores de la equidad, campeones de los menesterosos, enemigos del privilegio y, por lo tanto, podían actuar con total impunidad y como les viniera en ganas.
 
Este parece ser el "santo y seña" de la izquierda que ha secuestrado al Partido Demócrata. No contentos con desobedecer las reglas, se proponen inclinar el campo de juego según su conveniencia y, en el proceso, transformar la política americana. Por ejemplo, aumentar los magistrados del Tribunal Supremo, convertir en estado al Distrito de Columbia, eliminar el Colegio Electoral y reducir la edad de los votantes. En conclusión, la izquierda demócrata está cada día más dispuesta a violar cualquier regla, ignorar cualquier clausula constitucional y desconocer cualquier norma política con tal de salirse con la suya. Ese es un juego no sólo tramposo sino muy peligroso. 
 
Mientras tanto, si usted pasa algún tiempo viendo televisión llegará como yo a la conclusión de que los americanos están irremisiblemente divididos en cuanto a los valores fundamentales de la nación. Sin embargo, están profundamente unidos en el principios fundamental de "igualdad de oportunidades para todos". Hasta el "chulo" congénito de Bill Clinton se sumó al coro cuando dijo:"Si usted trabaja duro y obedece las reglas, debe de tener la oportunidad de ir tan lejos como sus habilidades lo lleven". Y no caben dudas de que el trabajo duro siempre triunfa en América.
 
En este momento las oportunidades de empleo superan en 1.4 millones al número de americanos que están buscando trabajo. Una situación que no existe en ningún otro país del mundo. Por su parte, los votantes americanos siempre han favorecido a los candidatos optimistas que son fieles al llamado "Sueño Americano". Así lo hicieron con Ronald Reagan en 1980, con Donald Trump en 2016 y estoy seguro de que, si no se atraviesa alguna piedra inesperada en el camino, lo harán de nuevo cuando Trump regrese triunfante en 2024.
 
Desgraciadamente para la izquierda pesimista demócrata ni Barack Obama, ni Joe Biden, ni ninguno de sus probables postulantes en 2024 se acercan siquiera a Ronald Reagan, a Donald Trump, ni mucho menos a Saulo de Tarso. Por eso, en 2024, el camino de Damasco triunfará sobre el camino de Moscú.
 
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Cuba - Estados Unidos
 
http://www.lanuevanacion.com/index.php/opinion/alfredo-m-cepero/1034-entre-damasco-y-moscu

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