El resultado ha sido que en la América del Norte de
nuestros días se libra una lucha a muerte en entre el espíritu y la materia.
Entre el camino de Damasco y el camino de Moscú.
En el caliente verano de 1776, los miembros del
Segundo Congreso Continental, reunidos en Filadelfia, estamparon sus firmas en
la joya política de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos
emanada del talento literario de Thomas Jefferson. La declaración fue
primordialmente un documento político pero fue también una declaración de fe en
un Ser Supremo. Y así lo expresa en su texto cuando dice: "Nosotros
sostenemos como verdades irrefutables que todos los hombres son iguales, que
son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre ellos la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad."
Y para que nadie albergara duda alguna sobre sus
principios religiosos y sus valores espirituales cerraron el documento
afirmando: "Y como prueba de nuestro apoyo a esta declaración, poniendo
nuestra confianza absoluta en la protección de la Divina Providencia,
comprometemos mutuamente los unos a los otros nuestras vidas, nuestras fortunas
y nuestro sagrado honor." Por este camino de religiosidad y espíritu
comenzaron los Estados Unidos su camino como nación creyente y temerosa de
Dios. El camino de Damasco de Saulo de Tarso.
Pero desde aquel momento glorioso nos han iluminado
muchas lunas y el camino espiritual de los fundadores ha sido torcido en el camino
materialista de los retoños de Marx y de Lenin, muchos de los cuales ejercen su
ministerio de odio en los Estados Unidos. Unos solapados y otros desfachatados.
El resultado ha sido que en la América de nuestros días se libra una lucha a
muerte en entre el espíritu y la materia. Entre el camino de Damasco y el
camino de Moscú.
De hecho, la izquierda de este país hace ya rato que
comenzó el realineamiento de la política americana. En la primavera de 2008, Barack Obama tuvo la
temeridad de anunciar que él se convertiría en el Ronald Reagan de la
izquierda. En una entrevista con el
rotativo Gazette-Journal, de Reno, Nevada, el entonces candidato demócrata a la
presidencia vaticinó que su elección, al igual que la de Reagan, cambiaría
radicalmente la política económica de los Estados Unidos. Agregó que la fórmula
republicana era obsoleta porque la reducción de impuestos, al igual que los
tiempos, habían cambiado y era el momento de poner en marcha otra política
económica con impuestos más altos.
Mirando más allá de toda esta retórica, la elección de
este sujeto−engendrado por un padre alcohólico, amamantado por una madre
promiscua y criado por un abuelo ateo−ha sido el mayor error cometido por los
votantes americanos por lo menos en el último siglo. Lo que debió haber sido la
panacea de un país sin razas con la elección del primer hombre negro a la
presidencia se ha convertido en la pesadilla de una sociedad dividida a lo
largo de líneas raciales.
Las minorías raciales, sobre todo la de raza negra,
acusan indiscriminadamente de racista y de privilegiado a todo el blanco que no
se pliegue a sus demandas. Los blancos, mientras tanto, tienen gran parte de la
culpa cuando, por cobardía o por demagogia, repiten la mentira de que sus
éxitos se deben únicamente a que disfrutan
de "privilegios blancos'. Esa retórica corrosiva de blancos y
negros no puede ser tolerada. Si se tolera destruirá la unidad nacional y la
convivencia civilizada de los Estados Unidos.
Confrontados con este panorama es importante que nos
formulemos algunas preguntas sobre sociedades que han caído víctimas del
materialismo y de la tiranía. ¿Qué fue lo que en última instancia puso fin al
nihilista sistema soviético? ¿Habrá sido que los rusos finalmente se cansaron
de las mentiras y las hipocresías que permeaban todas las facetas de sus
miserables vidas?
Por ejemplo, estos infelices no podían escapar del
adoctrinamiento ideológico porque los soviéticos fusionaron sus medios de
comunicación con sus órganos de gobierno. Pravda o "La Verdad". ¿La
verdad de quién? ¿De los déspotas que reprimen a sus pueblos? En Estados Unidos
ha habido situaciones similares. Un estudio de la Universidad de Harvard en
2017 arrojó el resultado de que el 90 por ciento de la cobertura de Donald
Trump por los medios televisivos en los primeros 100 días de su gobierno fueron
negativos.
Otra característica de aquel sistema es que la Unión
Soviética era gobernada por élites exclusivistas, exentas de las ramificaciones
de sus ideologías radicales. En los Estados Unidos, los izquierdistas
multimillonarios del Valle de Silicón hablan como socialistas y viven como
reyes. Los presidentes de la Coca-Cola y de Delta Airlines dan lecciones de
izquierda a otros americanos mientas ganan millones de dólares. Lo que une a
izquierdistas como Oprah Winfrey, LeBron James, Mark Zuckerberg y los Obamas son
sus gigantescas propiedades y sus fortuna multimillonarias.
Otra similitud entre los Estados Unidos de hoy y de la
antigua Unión Soviética es la forma que sus fiscales y tribunales eran
utilizados para perseguir a sus enemigos políticos. En este sentido, los
soviéticos no pedían disculpas por la forma en que pulverizaban la libertad.
Por el contrario hacían alarde de que eran promotores de la equidad, campeones
de los menesterosos, enemigos del privilegio y, por lo tanto, podían actuar con
total impunidad y como les viniera en ganas.
Este parece ser el "santo y seña" de la
izquierda que ha secuestrado al Partido Demócrata. No contentos con desobedecer
las reglas, se proponen inclinar el campo de juego según su conveniencia y, en
el proceso, transformar la política americana. Por ejemplo, aumentar los
magistrados del Tribunal Supremo, convertir en estado al Distrito de Columbia,
eliminar el Colegio Electoral y reducir la edad de los votantes. En conclusión,
la izquierda demócrata está cada día más dispuesta a violar cualquier regla,
ignorar cualquier clausula constitucional y desconocer cualquier norma política
con tal de salirse con la suya. Ese es un juego no sólo tramposo sino muy
peligroso.
Mientras tanto, si usted pasa algún tiempo viendo
televisión llegará como yo a la conclusión de que los americanos están
irremisiblemente divididos en cuanto a los valores fundamentales de la nación.
Sin embargo, están profundamente unidos en el principios fundamental de
"igualdad de oportunidades para todos". Hasta el "chulo"
congénito de Bill Clinton se sumó al coro cuando dijo:"Si usted trabaja
duro y obedece las reglas, debe de tener la oportunidad de ir tan lejos como
sus habilidades lo lleven". Y no caben dudas de que el trabajo duro siempre
triunfa en América.
En este momento las oportunidades de empleo superan en
1.4 millones al número de americanos que están buscando trabajo. Una situación
que no existe en ningún otro país del mundo. Por su parte, los votantes
americanos siempre han favorecido a los candidatos optimistas que son fieles al
llamado "Sueño Americano". Así lo hicieron con Ronald Reagan en 1980,
con Donald Trump en 2016 y estoy seguro de que, si no se atraviesa alguna
piedra inesperada en el camino, lo harán de nuevo cuando Trump regrese triunfante
en 2024.
Desgraciadamente para la izquierda pesimista demócrata
ni Barack Obama, ni Joe Biden, ni ninguno de sus probables postulantes en 2024
se acercan siquiera a Ronald Reagan, a Donald Trump, ni mucho menos a Saulo de
Tarso. Por eso, en 2024, el camino de Damasco triunfará sobre el camino de
Moscú.
Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Cuba - Estados Unidos
http://www.lanuevanacion.com/index.php/opinion/alfredo-m-cepero/1034-entre-damasco-y-moscu
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