La
presencia militar china fuera de sus fronteras no es comparable con la
estadounidense. Mientras la nación asiática mantiene en la actualidad unas
cuatro bases militares en Djibouti, Myanmar, Tajikistan y Argentina, los
norteamericanos manejan unas 800.
Pero la
estrategia china desde 2017 a esta parte ha iniciado un viraje que va de la
mano con la nueva política de expansión conocida como la Nueva Ruta de la Seda
y se les está haciendo necesario reforzarse militarmente por fuera de sus
fronteras con el propósito declarado de velar por sus intereses económicos que
se hacen más vastos y universales a cada paso. Para ello, en Pekín consideran
un enorme grupo de aliados que podrían facilitarles la tarea de disponer de
efectivos terrestres, y tropas aéreas y marítimas con las cuales poder armar
una logística de apoyo militar a la capital. Estos países serian Tailandia,
Singapur, Indonesia, Pakistán, Sri Lanka, los Emiratos Árabes, Kenia,
Seychelles, Tanzania y Angola.
Mientras el
país asiático asegura que su presencia en las bases ya existentes solo persigue
fines civiles, todo un secretismo rodea sus actividades y lo que sí ha sido
taxativo en los acuerdos firmados entre China y los países anfitriones es la
imposibilidad de ejercer una supervisión sobre sus actividades. Ese es, por
ejemplo el caso de la Base militar en Neuquén en el país argentino sobre la
cual se tejen mil y una historias novelescas de espionaje a pesar de que
formalmente la base tendría como propósito principal las actividades de
lanzamiento, seguimiento y control general de satélites.
Para tratar
de entender dónde, cómo, con cuál estrategia y con cual infraestructura y
equipos China se ha asentado en los países donde ya se encuentra es imperativo
basarse en la información del Departamento de Defensa de los Estados Unidos la
que se encuentra a la disposición del público y, por lo tanto, es confiable
solo a medias por tratarse de un tema neurálgico para los americanos. La data
dura sobre el comportamiento militar de sus principales antagonistas en el
planeta es, evidentemente, un secreto bien guardado.
Tampoco es
posible otorgar credibilidad total a Pekín cuando formularon en 2017 su Plan
Estratégico de Largo Plazo en este terreno. Este proyecto pretende que su
modernización en lo militar se completará en lo básico para el año 2035 y que
sus fuerzas de defensa habrán alcanzado la categoría de World Class” hacia
finales del año 2049!.. No es confiable porque la realidad que está a la vista
es que China se está armando de manera desbocada. Su flota marítima, por
ejemplo, no para de crecer y tienen ya más buques de guerra que los Estados
Unidos. Tiene sentido, pues, la pregunta de quien estuviera al mando de las
fuerzas de OTAN en Europa, James Stavidris: ¿Si de verdad Pekín solo desea
patrullar por el mar de la China meridional, cual es el sentido de tantos
submarinos y portaaviones nucleares?
La realidad
es que el perfil autoritario chino se ha estado reforzando en la medida en que
el país adquiere mayor gravitación global. Es el resultado patente del
recuerdo, de los resabios de 100 años de humillaciones. Si al inicio del siglo,
cuando el Dragón Rojo estaba por comenzar su indetenible ascenso, apenas
disponía de un ejército muy numeroso pero muy arcaico, las ambiciones de sus
gobernantes de hoy hacen insoslayable
un acelerado proceso de acercamiento y adaptación de su estrategia de defensa a
las grandes y modernas tecnologías. Y de adaptación a la talla de sus
adversarios. De Xi a esta parte la fuerzas armadas del gigante de Asia han
estado perfeccionándose y fortaleciéndose aceleradamente. 2045 queda demasiado
lejos. No es el dinero lo que les falta, ni la voluntad de poder.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
Venezuela – España
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