A los
abnegados colegas ucevistas que resisten los barbáricos embates de la canalla
vil.
Como todos
los países, Venezuela es un ser en continuo devenir. El devenir es la garantía
de la existencia objetiva de los pueblos, por más pequeños y pobres o por más
grandes y ricos que estos puedan ser. No existen los países “postales”, fijos,
inmóviles. El bello jardín de hoy que muestra la web fue, en algún momento, la
charca de ayer, y probablemente escenario de batallas y holocaustos. La Roma
“eterna” es el recuerdo de una autoconciencia que vió caer el Imperio más
poderoso de su tiempo y pudo presenciar la barbarie ritornata medioeval, la
construcción de las repúblicas independientes del Renacimiento, las nuevas
conquistas de su territorio por otras naciones, el Imperio napoleónico, el
Risorgimento, el fascismo, la guerra, la república, hasta resultar lo que es
hoy su devenir. El Imperio donde nunca se ponía el sol terminó en el gobierno
de Sánchez. La crítica de la razón histórica permite comprender las
circunstancias de las más extrañas modalidades de la sin razón, del sin
sentido, de la locura. Lo que determina el devenir del Espíritu de un pueblo es
la constatación, in der Praktischen, del movimiento de las figuras de su
conciencia a través del decurso de su historia, el hecho de que el
sujeto-objeto se haya hecho sustancia y realización, de que su concepto logre
transformarse en realidad efectiva, elevándose desde el abstracto ideal hasta
la idea concreta.
Desde sus
orígenes, la nación venezolana fue, ha sido y sigue siendo, literalmente, una
invención continua -una inventio– de la investigación, docencia y extensión de
la Universidad Central de Venezuela, primero como ideal y, más tarde como idea,
cabe decir, como su hechura, su facitura. Atenea salió de la cabeza de Zeus.
Diría Vico que, más allá de la poética, Atenas, la cuna de la civilización
occidental, es el parto de la Justicia. Pero Atenas no ha surgido de un vientre
materno sino de la inteligencia divina. Dios es Justicia. Y es eso, por cierto,
lo que significa Júpiter (Zeus, Theos, Eos, Ios, Ius): “Esta es la historia
civil de aquella expresión: Iovis omnia plena”. De ahí que los latinos
comenzaran a razonar sobre el derecho, al que llamaron Ius, “desde el momento
que nació en la mente de las gentes la idea de Júpiter”. En este mismo sentido,
se podría afirmar que así como Atenas fue alumbrada por la cabeza de la
justicia, la Venezuela republicana fue alumbrada por la bóveda craneana de la
universidad de Caracas, por sus académicos, siguiendo los principios de razón y
justicia promulgados por la filosofía de la Ilustración. Y así como Atenas fue
el punto de partida de la libertad para Occidente, Venezuela fue el punto de
partida de la independencia del Continente hispanoamericano.
La
Universidad Central de Venezuela, junto con el resto de las universidades
nacionales, configura la autoconciencia y el sistema del ser social venezolano.
Por eso mismo, su devenir es el devenir de Venezuela, y las diferentes figuras
que históricamente ha asumido han dado como resultado cambios significativos en
su infraestructura cultural, social y política. Baste con mencionar, apenas,
algunas, a manera de comprensión hermenéutica, elípticamente problemática.
A propósito
de la historia incipiente de la Real y Pontificia Universidad de Santiago de
León de Caracas, el distinguido historiador Alberto Navas ha dado debida y
detallada cuenta. Entre sus muchas precisiones, conviene resaltar el hecho de
que más de la mitad de los firmantes del Acta de nacimiento de la República
independiente de Venezuela formaban parte del cláustro universitario caraqueño,
y que fue firmada en la vieja Capilla del Seminario Santa Rosa, lo que hoy
equivaldría a decir que el solemne acto se efectuó en la sala de sesiones del
consejo universitario. De ahí que se pueda afirmar que Venezuela le debe el
concepto, arquitectura y diseño de su independencia a la UCV. Pero no solo,
porque, cuando tocó defenderla con las armas frente al poderoso imperio
español, sus primeros soldados salieron de las aulas de la institución.
Culminada
la gesta independentista, la larga noche de los caudillos impuso sus designios
sobre la ciencia y la vida civil. La universidad fue maniatada, amordazada,
intervenida y expropiada. La pandemia del autoritarismo cercenó su autonomía,
con lo cual empobreció material y espiritualmente al país. No le quedó otra alternativa
que aguardar pacientemente bajo los nubarrones, a los fines de construir los
fundamentos de un nuevo país, sustentado en la civilidad, resultante del debate
entre el positivismo y la metafísica. Fueron, en efecto, tiempos para la
“paciencia del concepto”. Y no fue corta la espera. Quizá haya sido Cecilio
Acosta la figura más emblemática de ese período histórico. Expulsado de la
universidad por “desafección al gobierno”, tuvo que proseguir sus labores de
enseñanza fuera de su cátedra. Pero, lejos de ser silenciado, Acosta se
transformó en fuente de inspiración para las jóvenes generaciones. No solo fue
el maestro de José Martí o de Lisandro Alvarado, entre muchos otros. La tesis
de grado presentada por Rómulo Betancourt y tutoreada por Rómulo Gallegos, para
optar al grado de bachiller que otorgaba por entonces la UCV, es un estudio
sobre su filosofía.
La llamada
“generación del 28” fue, de hecho, la promotora de la democracia venezolana. Y
fue ella quien despertó en la población del país entero los deseos de cambio,
bajo la luz del Ethos, de la justicia y la libertad, del desarrollo económico y
social, educativo y cultural, sustentado en las leyes del orden civil. Durante
cuarenta años, con sus errores y virtudes, Venezuela se transformó en una
referencia de peso, en un modelo de sociedad democrática y, tal vez, en la
envidia no solo del resto de la región, sino también de una Europa en crisis.
La última
figura, que, en principio, surgió de la UCV, está en deuda con el país y
consigo misma. Fue de la UCV que insurgió la protesta -ya desde finales de los
años sesenta del siglo XX- contra el sistema democrático. Y, desde ella, se
alentó el movimiento “cívico-militar” que, ya despojado de los ropajes
socialistas, devino gansterato. Razones de desviación, tendencialmente
conducidas de la mano por una cada vez mayor pérdida de concepto, a medida que
se promovía el mero conocimiento instrumental -cada vez más “técnico” y, por
ende, más abstracto e indeterminado. En ella se cultivó la pobreza de Espíritu.
Tarde o temprano se tendrá que imponer una profunda revisión de la actual
estructura de sus pensa curriculares. Prueba de ello es el interés del
gansterato en eliminar carreras que obligan a pensar, a producir ideas, al
tiempo de pretender que las que ya han sido despojadas de este “mal”
radicalicen aún más sus componentes estrictamente “técnicos”. Si algo ha
caracterizado la vida ucevista a lo largo de su historia es el desarrollo de
ideas y valores. El régimen anuncia su muerte. Pero una institución que ha
logrado sobrevivir, a pesar de las más horrendas formas de barbarie, siempre
estará amparada por la Astucia de la Razón.
José Rafael Herrera,
jrherreraucv2000@gmail.com
@jrherreraucv
Venezuela
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