Hoy DÍA DEL PERIODISTA, este columnista considera
dignificante nuestro derecho histórico de la información, y por ello es
menester que las nuevas generaciones de periodistas, tengan clara conciencia
del dolor y la sangre que la ha costado a Venezuela, conservarla humana e
irrenunciablemente, por lo tanto no debemos tolerar ninguna censura previa,
pues ésta siempre será obstáculo para el ejercicio de nuestra actividad
profesional.
La libertad de expresión es el más humano, intelectual
y público de todos los derechos del hombre, sin embargo es el más asediado por
la Ley en algunos países del mundo, entre otros el nuestro, desde que por
desgracia llegó al poder un puño de seudo revolucionarios, que vestidos con el
ropaje del nombre del libertador, denominaron a su dizque revolución socialista
y marxista, “bolivariana”
La trascendencia de la Libertad de expresión, cuyas
normas se concretan en tratados, acuerdos, conferencias, congresos y otras,
señalan pautas con absoluta prescindencia de toda discriminación, al extremo de
que la Constitución de muchos países la contempla. La nuestra, llamada
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela refiere en su artículo
57: “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus
ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de
expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y
difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho
asume plena responsabilidad por todo lo expresado”.
Pero en este texto existe una gran contradicción, si
de libertad de prensa hablamos, pues una coletilla final del mismo artículo
refiere textualmente: “Se prohíbe la censura a los funcionarios públicos o
funcionarias públicas para dar cuenta de los asuntos bajo su responsabilidad”.
Cosas de esta revolución socialista del siglo XXI, que contradicen el mismo
espíritu del referido artículo.
La libertad de prensa está garantizada en todas las
cartas constitucionales y también concebida en el artículo 19 de la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre en las Naciones Unidas, el cual reza
textualmente: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de
expresión, lo que implica el derecho de no ser inquietado por sus opiniones,
así como el de buscar, recibir y difundir, sin consideración de fronteras, las
informaciones, las ideas de cualquier medio de expresión que sea”.
La declaración anteriormente referida hace ostensibles
dos elementos fundamentales de la libertad de pensamiento, que son: el derecho
de información, para y por la prensa y la autonomía de opinión, es decir, libre
valoración crítica, sujeta a responsabilidad por delito y derecho de réplica.
No debemos olvidar, que toda la historia del
periodismo del pasado y presente siglo se resume en una desgarradora y
dramática insurgencia contra la violencia opresiva, que va más allá de las
agresiones físicas a los periodistas, como es el caso del colega Roland
Carreño, quien desde hace ocho meses se encuentra preso sin pruebas por los
cargos de conspiración, tráfico ilícito de armas de guerra y municiones y
financiamiento al terrorismo. Se trata de un proceso injusto, manipulado y
violatorio de los derechos humanos, los cuales ponen en tela de juicio el
talante democrático del que presume Nicolás Maduro.
El ejercicio periodístico tiene un conocido fundamento
constitucional que penetra en las demás formas de la ciencia jurídica. Pero el
ordenamiento que la regula tiene más bien carácter penal, punitivo y poco se
ocupa de garantizarla, protegerla y hacerla eficaz.
El derecho a la información implica libertad de acceso
a todas las fuentes de la noticia. El derecho a la información, presume
también, una fluidez de las relaciones humanas que haga posible una fiel y
exacta transmisión de las noticias.
La libertad de prensa no sólo es un derecho sino
también un poder del hombre. La censura del pensamiento es un artificio contra
la propia naturaleza humana. Luis Sanoja –eminente periodista y abogado,
fundador de nuestro primer periódico jurídico – decía que “no puede haber
gobierno popular sin libertad de prensa”.
Basado en ello y por la experiencia adquirida a través
de largos años de ejercicio, desde que egresamos de la Escuela de Periodismo de
la Universidad Central de Venezuela en el año 1963, y por los sucesivos
ordenamientos que han regido el derecho a la información, podemos señalar que
el límite entre la libertad y el abuso sólo es posible a posteriori y nunca a
priori, en otras palabras, que la censura previa a la publicación es ilegal y
moralmente intolerable.
Nos encontramos con que el drama de la prensa en
nuestro país, no es sino la expresión de nuestra crisis de la democracia. En
los últimos años y concretamente con el presente régimen no hemos logrado
disfrutar de una holgada parcela de libertad, que hubiera sido suficiente para
crear esos hábitos de democracia, que tanto afirman la dignidad de la vida y
aseguran la respetuosa convivencia humana.
Llegamos a una valiosa conclusión que se desprende de
nuestro proceso histórico sobre la legislación en esta materia y es que no
debemos tolerar ninguna censura previa. Ya lo dijo Albert Camus en su filosofía
del absurdo: “No existen culpables ni inocentes, sólo existen responsables”.
A las nuevas generaciones de periodistas nos permitimos
recordarles una significativa frase de Giner de los Ríos, quien concebía la
Universidad como una “potencia ética de la vida” y Ramón Cajal, como “la
escultura de su propio cerebro”. Entre ambas ideas oscila un fundamento que fue
expuesto en las propias actas del nacimiento de nuestra primera Escuela de
Periodismo, bajo la dirección de Miguel Acosta Saignes y después con Gustavo
Díaz Solís, cuando en el año 1947 se recibieron con el título de Periodistas
Titulares dos años después 1949, integrando la Promoción Leoncio Martínez,
ductora del periodismo nacional.
Se dijo entonces, que el propósito básico de la
Escuela de Periodismo debía ser “una contribución concreta al desarrollo de la
democracia de Venezuela”, que debía impartir enseñanza técnica periodística y
“ampliar el fundamento cultural y ético de los alumnos, en tal forma que
garantice la aplicación de esos conocimientos del progreso democrático de la
comunidad venezolana”.
Así pues jóvenes colegas, demuestren la fecunda
enseñanza que recibieron en sus aulas ahora como profesionales del periodismo
al servicio del colectivo, ávido de un necesario espacio con verdadera
autonomía expresiva. No olviden que “el periódico es el único documento humano
capaz de recoger la memoria integral del hombre”.
Carlos E. Aguilera A
careduagui@gmail.com
@ToquedeDiana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas
(CNP-122)
Venezuela
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