El régimen ha emprendido una nueva campaña. Se visten
de angelitos serenados y sueltan frases lindas. El hijo de Maduro se presenta
con voz trémula a decir que como que se cometieron errores con eso de las
expropiaciones, como si fuera cuestión de mover una varita mágica y echar atrás
los desguaces. “De pronto, alguna fue injusta”, suelta.
El muchacho cada vez se me parece más a Máximo, el
hijo de Cristina Kirchner, que dice cosas así: "Los egos en la política
son una mochila muy pesada". Imagino que se refiere a su madre. Otro que
se prueba los ropajes de heredero al trono. También anda por ahí el nieto de
Imelda Marcos en Filipinas. Mathew. Los tres muchachitos creen en las
dinastías.
Yo no me caigo a cobas. No vivo de ilusiones. Sé que
lo que viene es duro, rudo y peludo. Un camino fangoso. Sé que en esos cerebros
del régimen hay una factoría de trampas. No es cierto, como edulcoradamente
apuntan algunos, que es condición primordial de una negociación política el que
haya un mínimo de confianza entre las partes. Diría mi padre que eso es una
babiecada. Tal cosa puede ser que aplique en una negociación comercial (y ni
tanto). En un conflicto político de esta naturaleza y gravedad, la desconfianza
es necesaria y saludable.
Hay circunstancias en las que es mala la ingenuidad.
No sirve. Estorba. Juega en contra. Hay que desecharla, enterrarla, sepultarla
seis pies bajo tierra. Es prima hermana
del optimismo sin sustento. Una y otro son caramelos con relleno de arsénico. A
mí no me queda ya ni una ñinga de ingenuidad. Por fortuna.
A esta nueva etapa de negociación (o como la quieran
llamar) hay que ir desconfiando, con los sentidos bien despiertos y alertas,
pelando los dientes y con gruñidos. Hay que andar pendientes de las conchas de
mango, que las habrá en abundancia. Y llevar argumentos de peso, esos que no
toleran peros.
Este escenario no es el mismo que el de ocasiones
anteriores. La situación ha variado, y mucho. Y por tanto la estrategia y la
táctica no pueden ser iguales. Eso, estoy segura, lo tienen claro los
negociadores y es bueno que lo entienda el gran público y deje la cantinela de
"por ésta ya pasamos". Las
frases que algunos leen y con ellas hacen copy/paste pues no van más. Son
piezas que no caben en este
rompecabezas. Quizás parezca la misma película pero no lo es. Esto es
una secuela. De hecho, podría apostar fuertes a morisquetas a que la propuesta
a discutir no está hoy sino en borrador. Y así debe ser.
Pero en esa discusión hay puntos que no pueden ser
metidos en una caja con tirro. Hay cifras estrafalarias. Los 5.6 millones de
venezolanos que han huido del país (más del 18% de la población). La inflación
interanual mayo 2021-mayo 2020 en Venezuela: 2.719,5%. Los más de trescientos
presos políticos y los más de nueve mil venezolanos con procedimiento abierto.
Los miles de folios del expediente del Caso Venezuela en trámite ante la CPI (y
que el nuevo fiscal revisa). Los escalofriantes números de la desnutrición y el
desempleo. Y la cifra más reciente del desastre: la bajísima tasa de vacunación
contra el COVID que tiene a la población en riesgo de muerte. Decir que la
vacunación se está haciendo más o menos bien en Venezuela es una mentira
descomunal. Aquí se ha convertido la inmunización en un negocio y en una forma
perversa de control y sumisión política y social. El plan está plagado de
delitos y violaciones de DD.HH.
Esos son los asuntos palpitantes. Pero hay otros menos
rutilantes pero no menos importantes. Y que también formarán parte del proceso
de acuerdos.
Los hábiles liderazgos aprenden de los errores y
también de los aciertos. Ven más allá del hoy. No se empecinan en fórmulas
gastadas y vencidas. Los que realmente saben de liderazgo se salen de la cajita
y crean nuevos espacios y caminos. Y van a debates y negociaciones con
argumentos, no con consignas. No se trata de declaraciones grandilocuentes. Ni
de generar falsos sueños y esperanzas. Se trata de realidades.
Entonces, hay que pararse en la escalera de lo
posible. Las partes acuden a la negociación forzadas por las circunstancias, no
por gusto. Van porque no se pueden anular la una a la otra. Cada cual tiene
fortalezas y debilidades. Las primeras les son insuficientes, a ambas. Las
segundas les restan en la ecuación de poder, a ambas. Eso hace que ninguna esté
segura de la victoria. Ambas tendrán que ceder en algo. Y a ambas les resultará
complicado el momento de anunciar resultados.
La presencia de jugadores internacionales es crucial
para las partes. De allí los viajes que emprenden. Cada cual necesita aliados.
Estos no ofrecerán su apoyo y buenos oficios así nomás. Y tienen mucho que
decir. La incondicionalidad no existe en el glosario de la geopolítica.
Voy con lo desagradable. En esta negociación, ¿vamos a lograr todo lo que queremos? No.
Pero tampoco conseguirá el régimen todo lo que le gustaría. Y no se trata de
ese minimalismo y ese maximalismo que se han puesto tan "fashion"
(sí, el lenguaje de los especialistas también cae en las veleidades y frivolidades de las modas). Se trata de que
las partes están caminando por el desfiladero y no andan con ganas de
suicidarse.
Será sí una negociación hosca y áspera. Y no es un
escenario de coaches, asesores, consultores. Es terreno de liderazgos.
¿Tiempo? No se sabe.
Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
Venezuela
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