Ahora el país se halla sumergido en medio de un
lodazal de cuyo fondo costará salir toda vez que el autismo gubernamental atoró
la funcionalidad de la administración pública hasta llevarla a un complicado
estado de postración. Y las pocas veces que el gobierno ha podido evitar tal
grado de extenuación, es porque ha reaccionado de manera espasmódica y
tardíamente ante problemas de efecto neurálgico. Cualquier otro tipo de
dificultades, las ha encarado tan fríamente, que lejos de superar el incidente
en cuestión, las decisiones tomadas a nivel del alto gobierno han acentuado el
matiz de las inconveniencias. En consecuencia,
se avivó la profunda crisis que hoy tiene sumida a Venezuela en la peor
de las tragedias registradas económica, social y políticamente.
Sin embargo la intransigencia e intolerancia del
gobernante y sus colaboradores, ha fungido como el factor que mayormente ha
servido para situar al país en un grave estado de desconcierto y desesperación
por cuyos efectos se han mediatizado compromisos y menguado esfuerzos. En medio
de este caos inducido por la sordidez de la dirigencia política en ejercicio
ilegítimo del poder, se han venido desarreglando las directrices que, alguna vez,
fijaron un proyecto (histórico) de país. Éste, está dirigido a articular la
esencia de la nacionalidad con las capacidades y potencialidades de venezolanos
resteados con las esperanzas capaces de impulsar el futuro que bien merece el
país.
Fue así que a instancia de los intereses de quienes
asumieron el papel de gobernantes a partir de 1999, fundamentalmente, se
forjaron ciertas oportunidades de cuyos momentos críticos, escudriñaron cuáles
eran las de mayor beneficio. Pero lo hicieron atendiendo pretensiones
político-ideológicas y la opinión de algunos personajes del oficialismo que
veían las mismas como la ruta que conduciría hacia el codiciado botín. Así,
confiaron en el populismo como modelo político que apelaba al pueblo para
erigir el poder suficiente y necesario a los fines de justificar toda medida o
política pública a tomar mediante las cuales pudieran estos gobernantes,
engañosamente, hacerse ver como “redentores de los humildes”.
Por consiguiente, se valieron de tan manida presunción
para infundir en la población una imagen de “salvadores de la patria”. Por
tanto, había que elaborar discursos que animaran voluntades que actuaran como
factores de apoyo y resguardo al proyecto político que había venido
maquinándose. Una lectura política de tales exclamaciones, hace inferir que el
derrumbamiento provocado por los desafueros de la gestión pública pretendida,
es consecuencia de ser, cualquier cosa menos de lo que debe ser un gobierno, en
lo exacto de la palabra.
Puede inferirse que el actual
régimen político, ha servido para afianzar distorsiones que además de debilitar
posibilidades de desarrollo nacional, ha fraguado una crisis de identidad que
trastoca valores trascendentales que pervierten la moral pública y la ética
social. Y para ello, buscaron el apoyo de quienes en política saben actuar y
vivir como verdugos de oficio.
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