Quien les escribe es demócrata hasta los tuétanos,
nada nos gustaría más que el sufragio hubiese sido la herramienta para la
solución de una ya longeva crisis en Venezuela que comenzó, justamente, por
evadir el voto. La negación de Chávez de medirse en un referéndum consultivo en
2001, que no era vinculante y le hubiese permitido corregir rumbo, ocasionó una
crisis que continúa más de 20 años después.
De este modo, lo electoral es un comodín para el
chavismo. Hasta el 2006, la penúltima elección presidencial de Chávez, a pesar
que utilizó recursos e instituciones de la nación en un gran ventajismo,
contaba con los votos suficientes para ganar, hasta que un día después de las
presidenciales, el 4 de diciembre de ese año, cambió súbitamente el color de su
camisa a un rojo permanente, se declaró socialista, momento en el cual comenzó
su enemistad con el voto.
Todos conocemos las derrotas que tuvo, las que lo
obligaron edificar el Estado Comunal a imagen y semejanza de Cuba, donde el
partido de gobierno imprime su hegemonía, por encima de las instituciones del
Estado, desde comunidades asediadas, vigiladas, con una directiva partidista
nacional hiper todo poderosa.
2017 fue una fecha clave para el chavismo, en un acto
de torpeza, guiado por un enceguecedor desespero ante un desbordado rechazo
popular (que hoy ha empeorado), el régimen intentó manufacturar una tétrica
“constituyente” que no solo era contraria a la Constitución, a todo valor
democrático, sino que fue impuesta con sangre. Fue inútil, no agregó nada
distinto al poder absolutista que desde 1999 ejercer el chavismo en la nación,
solo logró que el régimen perdiera todo vestigio de legalidad y legitimidad
ante el mundo democrático, además, le originó sanciones y otras acciones
punitivas internacionales... todo por burlar al voto.
Ese mismo año, la compañía madre de la automatización
de los procesos electorales, Smartmatic, declaró el máximo órgano electoral, el
CNE, divulgó resultados electorales falsos. Desde entonces, toda elección en
Venezuela fue milimétricamente prefabricada en el país, el chavismo se
pertrechó contra otra debacle electoral como las parlamentarias 2015. Por eso,
desde el intento “constituyente” impone elecciones, partidos, candidatos y
(según Smartmatic) resultados… el voto oficialmente dejó de existir.
Ningún proceso electoral en Venezuela, desde las
parlamentarias 2015, cuenta con la aprobación de la inmensa mayoría de
venezolanos ni de la comunidad internacional occidental (democrática). Tan es
así, el chavismo también tuvo que fabricarse una oposición paralela (al estilo
protectores), al margen de la que el mundo reconoce. De la mano de esta, ha
perpetrado procesos electorales estériles, que solo ocasionan bravías
abstenciones espontáneas, instituciones no reconocidas y sanciones, un ciclo
que en cada vuelta empeora la ya muy delicada situación económica y social.
Estamos a la puerta de un “Acuerdo de Salvación
Nacional” en la que apresuradamente sus arquitectos piden apoyemos sin saber
finalmente qué arrojará. Al respecto, somos enfáticos en esto, señalamos la
abstención es espontánea, el sentimiento nacional más arraigado y legítimo en
Venezuela, principalmente, contra instituciones psuvizadas que asesinaron el
poder del voto y, en gran parte, contra una oposición errática, con vestigios
de complicidad. Sí ese “acuerdo” deriva en un proceso electoral con la
desinstitucionalidad vigente, lamentablemente el resultado será otra abstención
histórica, porque los venezolanos saben que así el voto no vale nada. @leandrotango
Leandro
Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
Venezuela
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