Ante
todo, hay que considerar que una vez que se retoma el diálogo entre la
oposición democrática, el régimen de Nicolás Maduro (NM) y la comunidad
internacional, se logran ciertos gestos de parte de Miraflores que despiertan
optimismo en algunos sectores de la sociedad civil y dirigentes políticos. Hay
que hacer notar, al mismo tiempo, que estos movimientos se inician con la
designación de los cinco nuevos rectores principales del Consejo Nacional
Electoral. Tres de ellos pertenecientes a la tendencia del régimen y dos de la
oposición democrática.
En
igual forma, semanas más tarde, NM anuncia la eliminación del Protector.
Personaje siniestro que se sentaba en posición antagónica a los gobernadores de
Estado que pertenecieran a las filas de la oposición para que ejercieran las
funciones y competencias de estos. Es decir, que el gobernador de oposición
pasaba a ser una especie de figura de piedra. Aun cuando la eliminación del
fulano Protector pudiera resultar un hecho interesante para abrir caminos de
encuentros más adelante; lo cierto es, que no hay suficientes razones para
recibirlo con euforia -sino por el contrario- con mucho escepticismo. Habida
cuentas, solo le basta al gobierno de NM recurrir a la lista de sinónimos y
llamarles, por ejemplo: el bienhechor, el benefactor o el intercesor, y listo.
Por lo tanto, no debemos dejar por fuera, que de las palabras de Nicolás Maduro
se desprende lo que por años la oposición ha venido reclamando: el propósito
con base en ese mecanismo no previsto en la Constitución, que fue entorpecer el
desempeño de los altos funcionarios opositores regionales.
No
obstante, como los escenarios político y electoral se mueven en la medida en
que se aproxima el 21 de noviembre, continuarán las concesiones; licencias que
deben ser recibidas con mucha cautela. De hecho, la última, la más aplaudida
hasta ahora por la dirigencia democrática ha sido sin duda la tarjeta de la
Mesa de la Unidad Democrática; tarjeta con la que la oposición venezolana logró
conquistar la mayoría parlamentaria el 2015. En otras palabras, con ella se
alcanzó la mayor votación en la historia venezolana, no lograda antes por
partido político alguno. Por lo tanto, dicha tarjeta es símbolo de victoria e
insignia de unidad.
Consecuentemente,
las organizaciones partidistas serían beneficiadas ya que “la tarjeta de la
manito” les permitirá escudarse para no exponer ante la luz pública el poco
respaldo que tienen tanto de la militancia partidista como apoyo de la sociedad
civil. Ahora bien, es importante, asimismo, estar alerta para que esto no sea
óbice y dé pie para que el régimen mantenga inhabilitadas las tarjetas de los
principales partidos de oposición.
En
definitiva, la unidad hoy más que antes ha sido absurdamente una fábrica de
inconvenientes, de tropiezos, de trabas, de fisuras, de tapón, en lugar de ser
unos vasos comunicantes entre las diferentes tendencias políticas que conforman
el cuerpo de la oposición. Por lo tanto, el caso real es que muchos en la
oposición utilizan indistintamente las expresiones “unidad” y “unión” como si
fueran la misma cosa. Pero no, la clase opositora venezolana en vez de anhelar
la unidad política que ha sido tan embarazosa de conservar, debe procurar más
bien la unión que tenga una gran magnitud, dirección y sentido de propósito. En
otras palabras: la unión política es sinergia, acción conjunta, sin más
compromiso que ese… la unidad significa otra cosa…
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez
Venezuela
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