martes, 28 de diciembre de 2021

SIGFRIDO LANZ DELGADO: GUARACHANDO EN NAVIDAD

Feliz año nuevo 2022 tengan todos los venezolanos, especialmente los lectores del Republicano Liberal.

Durante los tiempos de la dictadura gomecista, la represión y la tortura impuestas por el régimen, hicieron de los venezolanos un pueblo asustado. Por su lado, el hambre y las enfermedades recurrentes, que azotaron por estos tiempos a buena parte de las familias de nuestro país, agregaron al susto la tristeza. En tales condiciones el pueblo venezolano tenía muy pocas razones para celebrar nada. De allí que no se organizaran festejos populares en los pueblos y ciudades del país durante aquellas décadas amargas. Las fiestas eran asuntos que se realizaban puertas adentro, en las casas de los principales funcionarios de gobierno o en las mansiones de la burguesía incipiente de la Caracas de entonces. En tales ocasiones, organizadas para celebrar algún cumpleaños, un matrimonio o la graduación de algún miembro de la familia, se echaba mano de uno de aquellos improvisados grupos de música cañonera, que ponían a bailar a los asistentes con interpretaciones de valses venezolanos, pasodobles o merengues. Estos eran los ritmos bailables entonces, y aquellas sencillas agrupaciones, integradas por cuatro o cinco músicos, eran las que amenizaban las fiestas.

Pero la muerte del tirano, en diciembre de 1935, permitió que en el país se soltaran las amarras. Fue como si el cadáver de Gómez se llevara a la tumba el pánico impuesto a la población durante los casi treinta años que duró su mandato. Entonces la gente se armó de valor y volcó a la calle a linchar gomecistas y a destruir los símbolos del régimen que acababa de fenecer. Y en la calle se quedaría para siempre, tanto para participar en los mítines organizados por los partidos políticos insurgentes, como para disfrutar de las fiestas populares que, por variadas razones, a partir de entonces, tendrían lugar a lo largo y ancho de la geografía nacional. Y así fue como, en medio de esta nueva situación, y no por casualidad, llega a Venezuela, el día 31 de diciembre del año 1937, procedente de República Dominicana, el hombre que a partir de ese momento pondrá a bailar a los venezolanos a lo largo de cincuenta años. Nos referimos a Luis María Frómeta, el popular Billo. Esa misma noche amenizará la fiesta de fin de año caraqueña en el amplio salón del Rooff Garden, del hotel Madrid, iniciando así lo que con el transcurrir de los años se convertirá en una tradición raizal de los venezolanos, esto es, disfrutar la navidad con la música de la Billos.

Con la llegada de aquella colosal orquesta de casi veinte integrantes, la Billos Happy Boys, llamada luego, a partir de 1940, la Billos Caracas Boys, quedaban atrás los ritmos de la acompasada música cañonera, puesto que las preferencias de los venezolanos se volcaron hacia las muy movidas guarachas, cumbias, pasodobles y merengues salidas de los ruidosos trombones, trompetas, saxofones, piano, tumbadora y timbales, musicalizados por los inigualables Manolo Monterrey, y Rafa Galindo. De esa Primera República billera merece la pena recordar canciones como La Mulata Caridad, Maybá y Taboga, grabadas en el siempre recordado sello RCA Víctor.

Pero los mejores tiempos para la Billos estaban por venir. Las nuevas circunstancias establecidas en el país a partir de los años sesenta, con la instauración de gobiernos electos por votación popular y en medio de una boyante situación económica generada por el incremento en las ventas de los volúmenes de exportación de petróleo, trajeron para Venezuela un ambiente socioeconómico donde prosperaron los negocios, se acrecentó la construcción de edificios, carreteras y avenidas, creció la población de las ciudades, se incrementó la matrícula escolar y mejoraron el empleo y los salarios. En tales condiciones, a las que se sumaron la aparición de la radio y la televisión, hubo suficientes razones para que el pueblo festejara, se divirtiera, y se pusiera a bailar, al compás de la música billera, interpretada ahora por maravillosos monumentos vocales, como lo fueron Felipe Pirela, José Luís Rodríguez, Memo Morales Ely Méndez y el simpar guarachero Cheo García. Con tan promisorias condiciones políticas y socioeconómicas reinantes en el país y con los atributos musicales reunidos en la Orquesta la Billos, se convirtió rápidamente ésta en la agrupación musical más popular de Venezuela, preferida por los venezolanos para amenizar fiestas patronales en los pueblos y ciudades del país, carnavales, matrimonios, cumpleaños, graduaciones y, sobre todo, para celebrar la navidad. Fueron numerosas las grabaciones realizadas por el maestro Frómeta dedicadas a las fiestas decembrinas; entre ellas mencionamos: Cantares de Navidad, Año Nuevo, Fiesta Decembrina, Cantemos con Alegría, Gaita con Billos, Brindis Navideño y Aguinaldo con Billos, canciones que con el transcurrir del tiempo pasaron a ser la compañera infaltable a la hora de elaborar las sabrosas hallacas y darse el abrazo de fin de año. Y es que no podía ser de otra manera, pues entre nosotros, diciembre es el mes de las mejores celebraciones. Es el mes de la Noche Buena y de la despedida del año viejo, y es también la oportunidad de los bautizos y casamientos. Es diciembre, en fin, el mes del bonche, de la rumba, del baile, y la música apropiada para mover el cuerpo es sin duda la de Billos. Una sabrosa Guaracha billera cantada por Cheo García es una invitación a ocupar la pista que muy pocos podemos resistir; ante su contagioso sonido no hay pié que se quede quieto y mucho menos en diciembre cuando tenemos la disposición anímica para cabriolar el esqueleto. De manera que no es una exageración el dicho popular venezolano según el cual navidad sin Billos no es navidad.

Entre nosotros, es casi una obligación tararear en diciembre el “Cantemos con alegría pero con felicidad que el niño Jesús bendito con nosotros rezará”, así como también el “Año Nuevo Vida Nueva, más alegres los días serán, las mujeres y los hombres un besito nos daremos”, y eso se lo debemos en buena hora al cronista musical de Caracas, al siempre recordado, Luis María Frómeta, el maestro Billo, cuyas composiciones continúan aún deleitándonos, casi un siglo después de aquel día inaugural en el Rooff Garden y a casi treinta años de su desaparición física. Que siga siendo así hasta que el cuerpo rumbero de los venezolanos aguante. Que siga siendo así a pesar de las penosas circunstancias del presente.

Feliz año nuevo 2022 tengan todos los venezolanos, especialmente los lectores del Republicano Liberal.

Sigfrido Lanz Delgado
siglanz53@yahoo.es
sigfridolanz1953@mail.com
@Sigfrid65073577
Venezuela

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