miércoles, 1 de junio de 2022

VÍCTOR A. BOLÍVAR: EL ESPÍRITU DE MÉXICO. DESDE VENEZUELA

Indigna constatar a diario que aquello del debido proceso y el derecho a la defensa es toda una entelequia constitucional; tal cual, la alternabilidad, el pluralismo político y la preeminencia de los derechos humanos, la libertad y el derecho a la vida, entre ellos. Si la constitución es letra muerta, todo el resto de la pirámide jurídica es un relajo.

El régimen se ha esmerado en mantener ese relajo mediante una laxa discrecionalidad para la resolución de cualquier caso que atente contra su hegemonía. Una discrecionalidad que se riñe con los postulados jurídicos y la institucionalidad, que es fáctica y no de derecho, pero que también es avasallante y coercitiva. Así se manifiesta, de hecho, con el palpable ejemplo de nuestros presos y perseguidos políticos, quienes son constreñidos a la prueba diabólica de tener que demostrar su inocencia, muchos desde las mazmorras donde están recluidos, cambiando aquella máxima contenida en nuestra constitución de que toda persona se presume inocente mientras no se demuestre lo contrario y por supuesto contraviniendo que el debido proceso ha de aplicarse en todas las actuaciones judiciales.

En ese contexto, y por ese característico proceder arbitrario y vejatorio, manda al cipote al pluralismo político y al respeto y garantías que se les debe a los ciudadanos por quienes rigen al país. Tal es el caso con la reanudación del diálogo, cuando el régimen con esa laxa discrecionalidad, pone nuevamente sobre la mesa (para luego patearla) unas condiciones imposibles de cumplir, La pateó ayer con la frustrante condición de hacer partícipe a Alex Saab, y ahora cabe suponer que lo hará otra vez con su ratificación como delegado pleno, así como con la reciente objeción a la mediación de Noruega y la participación más determinante de Rusia, ahora como facilitadora y no en plan de acompañante en el nuevo diálogo.

Esa forma extorsiva de proponer e imponer condiciones imposibles de cumplir, dice mucho de su poco interés en resultas nuevas en el diálogo y del poco respeto a los interlocutores de la endogámica y excluyente Plataforma Unitaria Democrática (PUD), quienes por cierto siguen vendiéndole falsamente al país la pócima mágica de las elecciones libres antes del 2024 y del acuerdo integral.

De forma tal, que aquel “rescate del espíritu de México” solo aplica para mantener reeditables a Rusia y a Alex Saab, así como el planteamiento de la suspensión de sanciones, el reconocimiento de Maduro desde el 2018 y por vía de consecuencia, elecciones para el 2024 con su CNE y su Sala Electoral del TSJ; pero no aplica para que siga la mediación de Noruega ni para las elecciones libres antes de ese año. Los hechos indican que el régimen va avanzando en paralelo, con agendas propias, “bypaseando” a los delegados de esa oposición, con planteamientos directos con los dueños del circo. Concedemos el mérito a John Magdaleno de poner el acento en este aspecto cuando señala que “los verdaderos negociadores” son Estados Unidos y el oficialismo, mientras que el G4 sigue siendo solo un interlocutor más. Entretanto, continúa la mora con el pueblo que espera y desea el levantamiento de sanciones económicas que le ayude a su supervivencia. Los actores solo muestran hasta ahora un “guiño” a Chevron y el levantamiento de una sanción personal a Malpica Flores.

Estamos claros que la PUD, no quebrará lanzas por elecciones libres antes del 2024, pero la propuesta primordial de condicionar el levantamiento de sanciones a la devolución de las tarjetas judicializadas a las “genuinas autoridades” de esos partidos los deja mal parados pues se supone que deben estar movidos por el objetivo supremo del bienestar del pueblo venezolano. Por eso es bueno recordar que esas “genuinas autoridades”, que ahora piden la devolución de las tarjetas, convirtieron por décadas a sus respectivos partidos en franquicias personales por tiempo indefinido, verdaderos cascarones vacíos en los que no hay alternabilidad y los tienen como instrumentos de perpetuación política. ¡Son los mismos, por dios¡ ¿Y ahora quieren someter el levantamiento de sanciones a la devolución de las tarjetas a esas “genuinas autoridades”?. No realizan elecciones libres en sus partidos durante décadas y las proponen en la mesa como una panacea para el país. Les importa un comino manejar esas propuestas de levantamiento de sanciones y de elecciones libres como fichas de cambio por unas tarjetas para participar en el 2024, sin que les importe de verdad el bienestar colectivo. Carajo, que triste.

En un cuadro como este, coincidimos con Magdaleno en que es necesario que se construya un movimiento social que no dependa solo de los partidos políticos. Los recientes resultados de Datincorp revelan la cruda realidad de que la mayoría de los venezolanos nada quiere saber de los bandos que representan y pretenden mantener el status quo en la política nacional, hoy listos para “negociar” en México. La primera vuelta en Colombia es aleccionadora en el caos de los partidos políticos tradicionales.

Víctor Antonio Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
@vabolivar
Venezuela

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