La historia demuestra que nada ocurre por azar. Con
anterioridad a los hechos de Francia, se produce la revolución de Inglaterra
del 1688, y que vinculó a la burguesía y a la aristocracia terrateniente. Estas
clases sociales sustituyeron sin destruirlas a la Monarquía absoluta y al poder
de la Iglesia.
Establecieron un gobierno representativo no tan
democrático como se entiende ahora, pero lograron reformarlo y ampliaron el
espectro de participación. Esto puso fin
a la hegemonía en los asuntos del estado y despejó el camino para democratizar
el capital a través de la participación en la economía de los particulares, antes de dominio exclusivo
de la realeza y de la aristocracia del sistema feudal.
(Nada diferente al llamado capitalismo de estado
socialista, donde un grupo reducido tal como lo hacía la monarquía, es la dueña
de la riqueza nacional)
La revolución francesa por su parte dejó como legado
la idea de que la política del estado no debía limitarse a defender y
administrar la sociedad, sino que debía configurarla y conducirla. La
burguesía revolucionaria ilustrada es la
que va a capitalizar el resultado de ese proceso pues tenía una clara
conciencia de la realidad económica que le daba su fuerza y que determinó su
victoria.
El feudalismo como sistema económico dio paso a la
transición sin proponérselo al capitalismo burgués, y no al gobierno del proletariado. Lo único
que demostró claramente la revolución francesa al final, fue que: “la
naturaleza del hombre no puede ser modificada por la ideología”.
El mismo Robespierre antes de ser guillotinado
pretendió ser adorado como “un dios”, y el fanático radical de jean Paul Marat,
fue asesinado por un miembro del pueblo, horrorizado por la obsesión de Marat
de guillotinar a todo aquel que considerara “Contrarrevolucionario”. Esto se
repetirá una y otra vez en las venideras revoluciones comunistas hasta el
presente.
"Adhuc
Stantes"
Cesar
Guillen Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com
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