La
presencia de observadores internacionales constituye una práctica usual en los
procesos electorales del mundo moderno. En los manuales internacionales de
Derecho Electoral, se define esta observación como:
"Un
conjunto de actividades de preparación, instalación, vigilancia e información
desplegadas por personas o agrupaciones especializadas … cuyo objetivo es
plasmar en la ciudadanía una razonable seguridad de que las elecciones se han
desarrollado con equidad y son reflejo de su espontánea voluntad".
Los
casos de fraudes electorales son frecuentes. La observación internacional tiene
por objeto tratar de impedirlos.
En
los regímenes totalitarios, la presencia de observadores no es bienvenida.
Muchos gobernantes que llegaron al poder a través de procesos electorales no
están dispuestos a entregarlo por la misma vía.
Hay
casos muchos que nos muestra la historia. Uno de ellos es el de Hitler en
Alemania quien sin haber conquistado nunca una mayoría en las urnas, logra acuerdos
con otras fuerzas que le permitieron acceder al poder.
En
las elecciones de marzo de 1933, los Nazis se convirtieron en la mayor de las
minorías dentro del Reichstag. Ante la
imposibilidad de gobernar, el presidente Hindenberg se ve obligado a designar
a Hitler como Canciller.
El 24
de marzo de 1933 el Führer obliga al Reichstag a aprobar una Ley Habilitante,
que le otorgaba plenos poderes. El argumento de Hitler era contundente: “A
ustedes les toca, caballeros del
Reichstag (parlamento) decidir entre la guerra y la paz”. Afirmaba esto mientras en las afueras del
recinto se apostaban amenazantes los Sturmabteilung o Camisas Pardas de las
SA. A partir de ese momento, nunca más
hubo elecciones en la Alemania Nazi.
Desde
luego, tampoco hubo observadores internacionales en las elecciones de la
URSS. La posición de Stalin era muy
clara: “Basta con que el pueblo sepa que hubo una elección. Los que emiten los
votos no deciden nada; los que cuentan los votos lo deciden todo”.
Veamos
el caso de Fujimori en Perú quien consuma un fraude en la primera vuelta de las
elecciones del año 2000. Toledo se abstiene en la segunda vuelta y los
observadores internacionales como la OEA, la Unión Europea y Transparencia se
retiran. Fujimori concurre solo y gana las
elecciones pero fue una victoria pírrica. Poco tiempo después tiene que huir
del Perú. Actualmente está preso.
En
democracia los observadores son bienvenidos.
Distintos nombres se les da a estos observadores, pero en general
cumplen las mismas funciones. En Rusia
(si es que allí existe la democracia) se les denomina Nablyudatel, en Alemania
Bundeswahlleiter, en EEUU Poll Watchers,
en Japón Tohyo yachiai-jin, en el Reino Unido Returning officer, etc.
Entre
las organizaciones que han formado equipos y procedimientos especializados para
la observación internacional están el Centro Carter, la Unión Europea, la ONU,
la OEA y otras.
Aquí
se intenta crear una suerte de modelo híbrido en el cual invitan solamente a
gobiernos y organizaciones afines. Les llaman “acompañantes” en lugar de
“observadores” y les permiten una participación limitada comprometiéndose a no
emitir opinión alguna. Desempeñan un papel similar al de los Tres Monos Sabios
de la leyenda: Kikazaru (el mono que no oye), Iwazaru (el mono que no habla) y
Mizaru (el mono que no ve).
Es
evidente que la observación internacional debe ser conformada por expertos de
los organismo electorales de cada país y no por miembros de sus gobiernos.
Conocedores
de la situación aquí planteada, más de 30 ex mandatarios de América Latina y
España suscribieron el llamado Acuerdo de Bogotá en el cual demandaron que se
permita una observación verdadera en el proceso electoral del próximo 6 de
diciembre en Venezuela.
Mientras
se niega a convocar observadores internacionales, el oficialismo exige la firma de un acuerdo para
el respeto de los resultados. Aunque no es necesario acordar lo que ya está
convenido en la ley, yo le recomendaría a la MUD suscribir, con gran ceremonia,
un acuerdo electoral con motivo de los comicios del 6D; pero no ante el CNE,
sino ante la comunidad internacional. Sugiero invitar a líderes relevantes y
periodistas de todo el mundo pidiéndoles que sean testigos de lo que vaya a
ocurrir. Que se exponga ante ellos los ventajismos, abusos, limitaciones a la libertad de prensa,
persecución a editores, uso de bienes públicos en favor del PSUV, fraudes,
inhabilitaciones, presos políticos y estados de excepción impuestos en extensas zonas favorables a la oposición y
que se ratifique la voluntad de la oposición de respetar y hacer respetar los
resultados electorales, siempre y cuando estos reflejen la voluntad espontánea
del pueblo de manera transparente. A la
vez, que se ratifique la exigencia a que el CNE invite observadores
internacionales para el proceso a celebrarse el 6D. “Quien no la debe no la
teme” podría ser el leimotiv de este
evento.
José
Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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