PERO NINGUNA ES BUENA
Tiranía y dictadura son una misma y sola cosa. Son giros idiomáticos que
evitan la redundancia o para, mejor decir, enriquecer una exposición, dar ritmo
al verso y hacer grata la lectura en general. Aun cuando en la vida real
significan dictadura pura y dura,
conculcadoras de la libertad y abono para el atraso. Pero de que hay
tiranías y tiranías no cabe la menor duda. En el pasado remoto, la historia nos
informa de ello. Hubo crueles sátrapas que, en la medida en que el hombre
alcanzó estatura de ciudadano, fueron desapareciendo, humanizándose o
agazapándose. Dejaron de cocinar guisos con cabezas y tripas de los opositores,
pero igualmente los condenaban al martirio de grillos en cautiverio y, en
ocasiones, al desmembramiento.
Los latinoamericanos y los venezolanos, disputando la delantera, tenemos
centenaria vivencia de la crueldad de las tiranías. Pero con todo y la censura
a los medios de comunicación, la ilegalización de partidos, las persecuciones,
los encarcelamientos, las torturas y los asesinatos, no pasaron de ser
regímenes absolutistas conducidos por hombres primitivos que se sintieron propietarios del país liberado de la
dominación colonial, en cruenta lucha por la prevalencia del derecho a gobernar
y sobre todo a controlar la hacienda pública, con una muy vaga idea del
concepto republicano y mucho menos del ideario liberal-democrático. Ese fue la
trocha que nuestros tiranos pudieron visualizar y transitar, la mayoría de
ellos macheteros incultos y con un morral repleto de ambiciones bastardas que
en nombre de un Simón Bolívar falsificado a conveniencia, incluyendo la última
proclama interpretada fuera de contexto y utilizada como fundamento ideológico
de la bota militar.
Así topamos con satrapías ocupado el territorio latinoamericano como
fenómenos telúricos del siglo XX. Desde José Gaspar Rodríguez de Francia en
Paraguay (1814-1840) hasta los hermanos Castro en Cuba (1959 y continúan) con
Hugo Chávez y su retoño, Nicolás Maduro, manejado por el corrupto Estado Mayor
de las FAN. Absolutamente todos, con matices más o menos subidos de tono
patriotero, han sido especímenes representativos del “hombre de presa” que
observamos en la novelística galleguiana, incluyendo al universitario y
pistolero Fidel Castro, que a su ambición de poder agregó el de la
continentaneidad; tampoco ningún otro tirano supeditó a su ambición a la de
máximo líder continental, así como a la ruina política y socioeconómica de su
país, porque entre otras cosas aceptaban sus limitaciones y no estaban
afiliados a corrientes ideológico-subversivas de proyección mundial.
En el caso venezolano ninguna de las dictaduras pasó de ser régimen despótico
y ladrón, si las comparamos con otras padecidas por nuestros hermanos
latinoamericanos fueron criminales de medio pelo hasta que la nación abortó el
monstruo del Socialismo del Siglo XXI. Porque las anteriores tiranías, por
ejemplo en la encabezada por el Gral. Marcos Pérez Jiménez persiguieron,
encarcelaron, torturaron, secuestraron, desaparecieron y asesinaron CUADROS DE LA RESISTENCIA, valga decir adecos
y comunistas. Como es usual en tiranías allanaron los hogares de familiares y
amigos próximos. Violaron todos los derechos a los activistas y el de estar
informada a la nación, mediante la suspensión de ediciones a periódicos y
clausura temporal de programas de radio que pisaban la línea roja de la
censura. Fue una lucha frontal de la democracia contra la dictadura y en la
batalla de todos los días el gobierno reprimió a los activistas, no lo hizo en
forma directa contra la colectividad aun cuando no le faltaran ganas.
Hoy tenemos una tiranía genocida que, además de conculcar los derechos
políticos consagrados en la Constitución, cercena los humanos de la
alimentación, de la salud y, por si fuera poco, los del futuro como nación: el
de alimentación de los niños. Los comedores escolares no funcionan y los
párvulos se desmayan. La negación de los
alimentos compromete el futuro del país. Como de los colegios egresarán
venezolanos mal nutridos, carentes de adecuada ingesta proteínica, a mediano
plazo tendremos un ejército de impedidos intelectuales.
Tal es la dimensión del crimen de lesa humanidad, del genocidio que
tiranías precedentes no cometieron y que estamos obligados a denunciar y
castigar.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
Miranda - Venezuela
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