ACCIÓN HUMANA
En el excelente comentario que el prócer argentino Juan
Bautista Alberdi hace de la Constitución de su país, que en rigor constituye
una explicación de la filosofía económica que inspira a dicha Carta Magna, se
destacan ideas de gran valor. En muchos casos de gran actualidad. En otros,
como es lógico imaginar, ciertos pasajes tienen en mira la situación histórica
concreta en la que el insigne letrado se desenvolvía. Alberdi dedica gran
atención al gasto público, al que le asigna diferentes finalidades, algunas
válidas para su tiempo y otras para el suyo y el nuestro.
"La Unión nacional, es decir, la reinstalación
constitucional de la integridad nacional del pueblo argentino, y la paz y el
orden interiores de la República, son con razón, a los ojos de la Constitución,
el primero y más grande objeto del gasto público, Ese interés representa hoy
toda la causa política de la Nación Argentina, como en otra época consistió en
la de su independencia de la España."[1]
Este es un pasaje eminentemente histórico. Alberdi tiene en
mente la situación de anarquía que vivía la Argentina durante la tiranía
rosista, y el desmembramiento que el país sufría y que dieran origen a las
luchas fratricidas entre "unitarios" y "federales",
alentadas por el mismo Juan Manuel de Rosas durante su larguísimo gobierno.
Lograda la independencia, Alberdi pensaba que la primera prioridad del país era
su unificación, y en cierto modo no le faltaba razón. El mismo Preámbulo de la
Constitución que comenta así lo establecía, muestra de la vital importancia que
para aquellos hombres tenía el proyecto.
"La obligación del gobierno general de destinar una
parte del gasto público interior a las obras y trabajos de utilidad nacional,
no debe medirse por la grande necesidad que el país tiene de esas obras. La
Constitución anduvo muy acertada en hacerlas depender más bien de las
facilidades estimulantes ofrecidas al espíritu particular de empresa, que de
los recursos de un Erario naciente y desprovisto de medios actuales."[2]
En los albores de la organización del país, las arcas del
estado eran muy reducidas como no podía ser de otro modo, de la misma manera
que cualquier emprendimiento nuevo nace con escasos recursos materiales.
También así era la situación de la flamante Argentina. En este lúcido pasaje, Alberdi
juiciosamente pone el acento en la necesidad de dejar –al menos en parte- en
manos de la actividad privada el emprendimiento y financiamiento "a las
obras y trabajos de utilidad nacional", no tanto por razones de que el
estado no debiera ocuparse de ellas, sino porque en aquella etapa, los recursos
del Tesoro eran escasos, dado el carácter incipiente de la nación en gestación.
"Otro medio de economizar gastos en sueldos de
empleados, es emplear pocos agentes, hábiles y honrados, en lugar de muchos ineptos
y sospechosos. Y como no se consigue el servicio de hombres de capacidad
notable y de respetabilidad acreditada sino por compensaciones dignas de tales
prendas, los sueldos crecidos pagados a la aptitud son un medio de disminuir el
gasto público en empleados de hacienda."[3]
Párrafo en extremo juicioso, completamente ignorado en
nuestros días y -podríamos decir- tanto en nuestro siglo como en el anterior.
Parece que ya en la época del Alberdi esto era un problema, de otro modo no
hubiera reparado en el asunto como para darle importancia. Lo cierto es que el
consejo no fue atendido, excepto por esos tiempos y, como decimos, desde el
siglo pasado hasta el presente el procedimiento seguido ha sido por completo el
inverso al aconsejado por Alberdi. No es difícil imaginar cómo se
escandalizaría nuestro autor si contemplara el derroche presente, ya en empleos
públicos inútiles y superfluos, sino en la dilapidación sistemática de dineros
públicos en prebendas y privilegios a sectores que directamente no trabajan, ni
en el sector publico ni en el privado, viviendo de subsidios, planes sociales,
transferencias directas y demás dádivas otorgadas por el estado
asistencialista. Veamos que pensaba del gasto público aplicado a la educación:
"Si la dirección del gasto público es un medio de
reglar la educación, las arcas del Tesoro deberían abrirse con doble facilidad
cada vez que se trate de pagar la enseñanza de artes y oficios, de lenguas
vivas, de materias exactas, de conocimientos positivos para el pueblo, en lugar
de gastar dinero en difundir la metafísica, que conviene más a las épocas de
demolición que a las de creación y organización."[4]
Evidentemente, Alberdi parecía opinar que la educación era
asunto estatal antes que privado. Nuevamente hay que tener en cuenta el
contexto histórico en el que escribía: una nación de gran extensión
territorial, prácticamente desértica y con una elevadísima cuota de
analfabetismo. Como vemos, Alberdi era patrocinador de lo que hoy en día
podríamos llamar las carreras de "índole práctica". Escribía para un
país en donde casi todo estaba por hacerse. Había que construirlo
culturalmente. No deja de llamar la atención su alusión a la metafísica como
más propia de "épocas de demolición". Hay un cierto dirigismo educativo
en el párrafo, que denota las preferencias personales del autor en materia
educacional.
"A propósito de este ramo del gasto público, convendrá
no olvidar que la Constitución argentina hace depender la cultura del país de
la educación que dan las cosas por sí mismas, de esa educación que se opera por
la acción de la cultura extranjera venida en las poblaciones civilizadas de la
Europa, y en los demás elementos de prosperidad y cultura que ella nos envía ya
formados, al favor de las sabias franquicias que le abre la Constitución
moderna argentina."[5]
Una nueva referencia a un tipo de educación de orden
práctico ("la educación que dan las cosas por sí mismas") y
–naturalmente- esa educación, atento las necesidades del momento que vivía la
naciente nación, debería provenir casi enteramente del exterior, en particular
de Europa, sin lugar a dudas el centro cultural por antonomasia de la época en
la que nuestro autor escribe su obra. Hoy diríamos -frente a eta cita- que
Alberdi estaba proponiendo que el estado importara la educación del exterior.
Teniendo en cuenta el contexto, la idea era altamente plausible. Veía en ella
una acción necesaria por parte del estado.
[1] Alberdi, Juan Bautista. Sistema económico y rentístico
de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853.
p. 199
[2] Alberdi....Ob. cit. pág. 199-200
[3] Alberdi....Ob. cit. pág. 201
[4] Alberdi....Ob. cit. pág. 204
[5] Alberdi....Ob. cit. pág. 205
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Acción Humana
Argentina
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